Circuito generoso

Con sus mesas con manteles blancos, servilletas plegadas sobre los platos, mozos de la vieja escuela y una cocina abundante y casera, los bodegones atraviesan todas las edades y gustos y siguen floreciendo por toda la ciudad.

Entre sus rasgos está destacarse en minutas simples pero con gran calidad. Por ejemplo, Bodegón de Núñez reversiona la clásica milanesa sumándole crema de espinaca y papas. Uno de los primeros locales gastronómicos del barrio homónimo, es clásico y moderno a la vez y ofrece una extensa carta de comida típicamente porteña. Su lema lo resume todo: "comparta un plato, comparta un rato".

La Barra, en Lanús, es otro imperdible. Resalta por platos como chivito a la provenzal, conejo a la cazadora y sorrentinos de trucha con salsa de frutos de mar, aunque también seduce con su parque al aire libre con juegos, que lo vuelve ideal para familias con niños inquietos.

Cuando no hay casa en la que hacer un asado, en tanto, la parrilla El Estrebe reúne todas las cualidades de un bodegón volcadas en cortes de carnes de novillo seleccionados, acompañados de una amplia carta de vinos. Esta parada obligatoria de Recoleta convoca a turistas y locales por igual.

Y como la abundancia también habla otros idiomas, Il Sorpasso propone un viaje directo a Italia. Este bodegón, que se emplaza en un edificio histórico en el que solía haber un bar de autos de colección (con objetos que aún decoran las paredes), ofrece una variedad de pastas que no decepciona.

No importa cuántos locales nuevos abran o qué tendencias gastronómicas imperen, los bodegones siguen gozando de buena salud gourmet.