Por donde se lo mire, el lugar respira arte: ya desde la entrada, el paisaje de la bahía bien podría ser un cuadro. Y es que Cumelén Country Club, donde se encuentra esta casa, siempre fue uno de los rincones más admirados de Villa La Angostura. Al pie del lago Nahuel Huapi, tiene el sello indeleble de Alejandro Bustillo, arquitecto emblemático de la fisonomía del Sur. Allí, Sylvette Badessich y su marido, el Dr. Mariano Barilari, levantaron una casa de verano que no tardó mucho en convertirse en su residencia permanente.
Hecha en piedra, la construcción respeta los estándares algo rústicos propios de la Patagonia. En el interior, el arte reaparece con cuadros y esculturas, algunos de Sylvette y otros ajenos, poblando los ambientes, abiertos para todos los que compartan su pasión. "Antes de que existiera la Casa de la Cultura, este espacio cumplió ese rol", nos cuenta. "El living fue y sigue siendo sede de conciertos, exposiciones y lecturas de poesía y teatro".
Belleza con historia
Antiguamente residencia de verano de Ezequiel Bustillo y luego dividida y comercializada en lotes, este fue siempre uno de los rincones preferidos de los padres de Sylvette, quienes compraron y construyeron su casa en uno de los primeros terrenos disponibles de Cumelén. Motivada por tantos recuerdos felices, la artista no dudó en construir acá su propia casa después de casarse.
Las piedras redondeadas del hall de entrada se extrajeron del mismo terreno y sus pisos son de laja gris de distintos tamaños. El espacio se completa con un ropero junto a la puerta, tan importante para "desensillar" en estas zonas frías.
El espesor de la piedra aísla la casa del frío y su aspecto se suaviza con la calidez de la madera cortada en rodajas de los pisos. Muebles y paredes de color rojo y el aporte de cuadros y libros queridos terminan de crear el clima ideal.
El sofá y los sillones mantienen las tonalidades tierra en almohadones y tapizados. Con un perfil sencillo y sin dar pistas desde atrás, los paneles del biombo admiran con la delicadeza de tres aves acuáticas.
Por encima del mueble aparador ubicado junto al comedor, una viga funciona como estante para una fila de libros. Por su parte, el piso vuelve a recrear el concepto natural con rodajas de madera entre el cemento.
La mesa, de madera oscura, está rodeada por cuatro sillas tapizadas en cuero. La abundancia de cuadros que la dueña de casa produjo a lo largo de su vida encuentra lugar hasta en el más insólito rincón.
En los estantes, vajilla enlozada azul Francia, moldes, pavas, cacerolas de cobre y una tetera con caras orientales de porcelana, regalo que Sylvette recibió a sus ocho años y que conserva intacto desde entonces.
Un taller con vista a la naturaleza
Los cuadros y esculturas de Sylvette están presentes, por ejemplo, en la iglesia local y en dos plazas de Villa La Angostura. Más allá del reconocimiento de su gente, continúa, infatigable, la producción en su taller, donde recibe clientes y visitantes.
Sobre las mesas de trabajo, debidamente protegidas del polvo y las salpicaduras con paños y manteles rojos, hay papeles, tintas, crayones y hasta una lupa: huellas de la inquietud creativa de la dueña de casa.
"En el dormitorio, al igual que en el resto de la casa, elegí mantener la misma tonalidad cálida a través de la madera de ciprés, que al envejecer toma un color dorado incomparable".
El espacio de reposo es pequeño, pero suficiente para guardar recuerdos y objetos queridos. Tiene texturas atractivas, como la del cubrecama bordado, y un escritorio oscuro de estilo francés con fotos, papeles y un ramo de flores del jardín.
Hago el esfuerzo consciente de no acostumbrarme a este paisaje. Jamás hay que perder el asombro ante la maravilla de la naturaleza
Texto: Vicky Guazzone Di Passalacqua.
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