El reencuentro ocurrió de forma inesperada. Habían pasado 40 años desde la última vez que se habían visto en el patio de la abuela de Sergio (72), en Bella Vista. Él la recordaba como la chica con pollera corta, medias tres cuartos y zapatos abotinados que jugaba a las muñecas con su hermana. Por su parte, Stella siempre había tenido admiración por el hermano mayor de su amiga. Pero en ese entonces, con 16 años, él estaba en otra etapa de su vida y ni siquiera registraba su presencia.
Stella (66) acababa de llegar de París. Se había mudado a Francia en sus años de juventud y allí había conocido al padre de sus hijos y formado una familia. Dedicada al rubro inmobiliario con oficinas en las afueras de París, no dudó en viajar a Buenos Aires cuando su amiga le comunicó que finalmente había decidido contraer matrimonio. "Después de 40 años la volví a ver en el casamiento de mi hermana. Cuando la saludé, sentí una corriente eléctrica que recorrió todo mi cuerpo. La vi hecha toda una mujer, vestida como los dioses, con un perfume que me transportaba al paraíso, lo único que atiné a decir fue cómo creciste Stellita. Pero ella estaba casada y yo separándome", recuerda Sergio.
Pero fue una visión con sabor amargo porque el destino los cruzó recién 14 años después, en el cumpleaños del cuñado de Sergio. El encuentro fue una suerte de rompecabezas. "Stella estaba parando en el departamento de mi hermana y ella tenía celos enfermizos de su amiga. Así que tuvimos que idear un plan para evitar los roces. Finalmente, por suerte mi hermana no pudo ir a la cena que habíamos organizado, lo que permitió que Stella y yo nos tiráramos en el transcurso de la comida una cantidad interminable de flechazos".
Cuando terminaron de cenar, Sergio ofreció llevarla de regreso al departamento. En el camino estuvieron en silencio, como si de alguna forma estuvieran digiriendo todo lo que habían sentido horas atrás. "Al despedirme le di un beso suave en los labios. Fue un beso robado en una fría noche de invierno y partir de ese momento comenzó un torrente de emociones y sensaciones muy fuertes".
Comenzaron a verse a escondidas, entre visitas al geriátrico donde estaba internada la madre de ella y los espacios vacíos que quedaban entre los compromisos sociales que tenía. Eran salidas fugaces pero cargadas de adrenalina. Se encontraban a mitad del camino entre el geriátrico de la mamá, que estaba en Martínez, y el departamento de él, en Olivos. "Íbamos a tomar Aperol Spritz, nuestro aperitivo favorito, por el puerto de Olivos donde manteníamos largas charlas sobre lo que nos gustaba, los proyectos que podíamos realizar, sobre nuestros hijos, lo que queríamos y esperábamos de nuestra pareja. En otras ocasiones la pasaba a buscar por el departamento de mi hermana (donde estaba parando), siempre de incógnito por los celos de mi hermana y pasábamos largas veladas cenando y hablando hasta la madrugada".
Una pulsera y una promesa
A los pocos días, Stella partió hacia París donde la esperaba el marido. Nada iba a ser igual para ella desde ese momento. Su matrimonio estaba en crisis hacía años y lo que estaba viviendo con Sergio le confirmaba que era el momento adecuado de dar el paso y terminar con una relación que ya no la hacía feliz. En Buenos Aires, la despedida había sido muy dura y Sergio se había asegurado de dejarle una carta muy emotiva para que la leyera en el viaje. Además le había regalado una pulsera con una condición: el día que no sintiera más las maripositas en el estómago, la tenía que dejar de usar.
Pasaron tres meses y Stella regresó a Buenos Aires para vender la casa de sus padres. En ese lapso se había mantenido en contacto con Sergio a través de Whatsapp y llamados telefónicos esporádicos. Pero el sentimiento persistía. "La fui a buscar a Ezeiza y de allí nos fuimos a un muy lindo hotel en Palermo Soho donde tuvimos nuestro primer encuentro romántico. Ni ella ni yo pensamos que la relación que iniciábamos iba a tener la intensidad y la comunión espiritual que tiene, superó todo lo que habíamos podido imaginar".
Pero los compromisos laborales llevaron a Stella de regreso a París. Aunque, en diciembre, viajó una vez más a la Argentina por la muerte de su madre. "Lo nuestro se convirtió en un amor apasionado que atravesó la distancia y el tiempo. Por eso, unos meses después viaje a París donde vivimos juntos un mes y medio. En este momento ella está terminado de realizar la separación legal, de hecho vive sola, yo estoy dejando todo arreglado para irme en los próximos meses a instalarme definitivamente en París. Nunca sentí las maripositas en mi estómago como las estoy sintiendo ahora, a pesar de la distancia nuestro contacto es diario y lo que sentimos es un amor maravilloso".
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