Cómo es pasar la mitad de la vida dentro de un faro
Jorge Nicolás Díaz nació en Tigre, provincia de Buenos Aires, pero el haz de la vocación señaló que su destino no se encontraba ahí sino a miles de kilómetros de distancia, en los faros altos y silenciosos que se levantan a lo largo de las costas del país.
En 1992, con apenas 15 años, llegó a Capital como estudiante de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), convencido por un primo que había tomado la misma decisión. Dos años más tarde, se recibió con la categoría de cabo segundo con especialidad en balizamiento.
Su primera asignación fue el faro San Antonio, ubicado en San Clemente del Tuyú, donde vivía y realizaba tareas rotativas con un grupo de compañeros. "Al principio, fue un shock -reconoció Díaz a LA NACION-. Lo más difícil era salir del barrio de uno, irse lejos a las provincias, pero al final uno se termina acostumbrando".
Eventualmente, vivió y trabajó en otros cinco faros: Punta Mogotes (en Mar del Plata), Segunda Barraca (Carmen de Patagones), Cabo Blanco (Santa Cruz) y Querandí (Villa Gesell) y Río Negro (en la provincia homónima).
No estaba solo. En esas construcciones pueden convivir de cuatro a siete miembros del Servicio Hidrográfico de la Marina. "Nos turnábamos para cocinar, hacer deporte o cubrirnos las licencias y guardias", recordó Díaz.
La rutina
Hoy Díaz es el encargado del faro Río Negro, el más antiguo en funcionamiento de los 60 que existen en el país, inaugurado en 1887
Según él, en la mayoría de los faros la rutina es bastante parecida. Las jornadas arrancan a las 7.30 de la mañana con el desayuno, cuando se plantean las tareas que se realizarán en el día, cómo la reparación y mantenimiento de los equipos, la limpieza del edificio e incluso el cuidado de los jardines circundantes.
Debido a que es una atracción turística, el faro Río Negro también incluye entre sus tareas recibir y dar asistencia a las personas que lo visitan. "Damos charlas y respondemos todo tipo de consultas. Contamos para qué sirve un faro y por qué fue plantado aquí", dijo.
Díaz, que actualmente tiene el rango de suboficial primero, ya no vive ahí. Luego de pasar cerca de la mitad de su vida en los distintos faros a los que fue asignado, se estableció junto a su mujer y dos hijos en una casa cercana.
Sin embargo, recuerda con cariño todos esos años de convivencia con distintos colegas: "Ese compañerismo que se arma de estar con la misma gente las 24 horas es muy lindo. Son como una familia".
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