La cantante y percusionista Mariana Baraj presenta ¡Churo!, un álbum de orquestación lúdica donde incursiona por primera vez en la música infantil.
Por Alejandro Lingenti
A fines de 2009, Mariana Baraj fue convocada por las autoridades del Parque Nacional Nahuel Huapi para participar de la grabación de Florcita de Amancay. Canciones de los bosques patagónicos, un disco dedicado a remarcar la importancia de la preservación de la flora y la fauna del sur argentino que impulsaron con entusiasmo alumnos, padres y docentes de la Escuela N° 324 de Villa Los Coihues (Río Negro).
Baraj, quien nació en el porteñísimo barrio de Almagro y hoy vive muy lejos de la Patagonia, en El Carril, un pueblito de Salta cercano a Cafayate, arregló e interpretó con su particular estilo los temas compuestos especialmente para la ocasión por la pianista Marisa Di Giambatista. Quedó tan contenta con la experiencia que terminó transformándola en el antecedente necesario de ¡Churo!, álbum que acaba de editar S-Music con 11 canciones para niños que compuso con Mauro Rodríguez, su pareja, manager y compañero de aventuras musicales.
“Aquella vez no pude interpretar en vivo los temas que grabamos, así que me había quedado pendiente y ahora lo saldo con este disco, que sí voy a tocar para el público todas las veces que pueda. Creo que las canciones tienen todo lo necesario para despertar también el interés de los adultos”, dice la artista, que empezó ella misma a relacionarse con la música desde muy pequeña. “En casa se escuchaba todo tipo de música”, recuerda. “Mi papá (el conocido saxofonista y clarinetista Bernardo Baraj) tenía muchos discos de jazz y de world music. Y creo que conocer a artistas con una aproximación tan lúdica a la música como Hermeto Pascoal me terminó marcando mucho. Eso y haber formado parte del coro de niños de Festilindo con mi hermano Marcelo”, sostiene.
Según Baraj, hablando estrictamente en términos de producción, este disco poblado de sapos gigantes, tiernos roedores, cándidas vicuñas y coloridas mariposas es muy similar a los que suele grabar para adultos. “Claro que elegí un tipo de orquestación que me permite jugar un poco más”, señala. “Pero el infantil es un público muy exigente. Yo he tenido suerte: muchos padres que vienen a mis shows con sus hijos me dicen que no pueden creer lo bien que se portan en esos conciertos. Creo que les llaman la atención los instrumentos que uso, cómo me muevo, las tobilleras con semillas... Ojalá estas canciones que estoy haciendo para los más chicos puedan tener la virtud de las de María Elena Walsh, que son atemporales y por eso fueron parte fundamental de la banda sonora de mi infancia y también de la de mis hijas”.
Los chicos no solo son los destinatarios principales de ¡Churo! Además tuvieron protagonismo en la grabación: la Orquesta del Bicentenario Cuchi Leguizamón, dirigida por Martín Bonilla (en “Al quirquincho de lata”), y la Banda de Sikuris de Santa Bárbara de la Casa del Tantanakuy, Humahuaca (en “Tata Suri”), a las órdenes de su fundador, Juan Cruz Torres, sumaron su aporte instrumental y vocal al proyecto.
“Este disco está alejado de las modas pasajeras y de la ambición comercial”, asegura Baraj. “Es una oportunidad para que los niños se acerquen a otra cosa. La música infantil comercial existió siempre. Cuando yo era chica, estaban Los Parchís y Menudo. Pero es un error creer que los pibes solo pueden escuchar eso, que no tienen capacidad para digerir otras propuestas. Los niños no tienen prejuicios. Su universo es más sano, natural y orgánico que el de los adultos. Y pueden conectarse muy fácilmente con cualquier tipo de música. Es cuestión de darles la chance”.
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