Con firma de artista

Objetos utilitarios creados por artistas. De eso se trata Arte & Diseño/Utilitario, la muestra del Pabellón de las Bellas Artes de la UCA que reúne muebles, luces, cortinas, percheros, sillones y cómodas fuera de los parámetros del diseño clásico. En textiles, madera, cerámica, vidrio, metal, cartón, crochet, mimbre, llantas y plásticos reciclados, estos bienes de uso cotidiano llevan el sello de una selección de artistas, arquitectos y diseñadores que crean con mirada de escultor.

Una silla es una silla. Pero la de Marta Minujín, tapizada con un collage de retazos pintados a mano y con dimensiones para un gigante, no es una silla cualquiera. Lo mismo que su sillón de barras de hierro y asiento de acrílico translúcido. El Gato Secretaire, de Edgardo Giménez, ya está inventariado en la historia del arte pop local, pero en esta muestra también tiene un espacio. En un rincón de la sala florece un jardín de cactus, camelias y bananos de cerámica de la artista Marcia Schvartz, representando una flora tan salvaje como la del cuadro enmarcado en cardón que las preside. Más cardones pero blancos e iluminados, de la mano de Desirée De Ridder.

Bony Bullrich creó el living de époque reciclado en torno de un viejo hogar de mármol, con dos sillones de cubiertas de auto doradas a la hoja y varios candelabros hechos con botellas de gaseosa termofundidas. Otro espacio, muy diferente, es el del artista salteño Mariano Cornejo, gran tallador de mesas y sillas de madera policromada, que son en sí mismas esculturas. La pieza de madera maciza de la escultora Margarita Gordyn también es para sentarse y está bien titulada: Simplicidad.

En el nido de mimbre suspendido en el aire de la arquitecta Ana Rascovsky dan ganas de dormir una siesta. Tan tentador como la butaca de aluminio y acero de Fernando Poggio. Los jarrones con motivos geométricos de Rogelio Polesello se relacionan por el material con las piezas de vidrio soplado de la fábrica de Roberto y Gustavo Viau. Una cajonera de estilo del siglo XIX lleva reproducidas las clásicas esferas de Eduardo Pla. Otro cuadro se mete en un mueble, cuando el artista Eduardo Hoffmann pone una tinta en papel de algodón debajo de la tapa de cristal de una mesa. Visten las paredes los entramados de mimbre y totoras tejidas al crochet de Julio Oropel y José Luis Zacarías Otiñano, y la cortina de aluminio y cuero de Poggio. Mención aparte para los laboriosos tapices de la artista cordobesa Clara Díaz, a quien cada pieza le lleva un año de trabajo.

Su coterránea, la ceramista Emma Gargiulo, suma cuencos al conjunto, mientras Mercedes Bernárdez incorpora el acero en percheros de formas vegetales. Patricia Garrido y Astrid De Ridder aportan luminarias. Hay muebles para armar, como la banqueta o mesa circular construida sin clavos ni tornillos de Paola Rossi Pastor, una arquitecta con perfil ecológico. Lo mismo que la silla Marz de cartón corrugado encastrado de Rascovsky.

Este conjunto es el primero de diseño que ocupa el Pabellón de las Bellas Artes. "Hay proyectos con identidad local que reinterpretan su entorno reforzando el valor de la pluralidad cultural; trabajos que tienen en cuenta el cuidado del medioambiente; objetos desarrollados con materias primas y un valor agregado de ingenio; ideas de nuevos productos para diferentes maneras de uso", dice la directora del espacio, Cecilia Cavanagh. Convocó para la curaduría a Andrea Sanguinetti, productora de moda y decoración, que sostiene como lema: "El arte siempre suma".

Dónde. Pabellón de las Bellas Artes, Alicia Moreau de Justo 1300, hasta el 29 de julio. De martes a domingo, de 11 a 19. Entrada libre y gratuita.