Tema libre / Antonio M. Battro. Cosa de chicos
Los niños demuestran una extraordinaria capacidad para usar las computadoras, dice el autor. En la era de la informática, que ha revolucionado a la humanidad, esta tecnología puede ser utilizada como una “prótesis cerebral” que abre posibilidades inéditas de educación
Una de las mayores lecciones de humanidad es la que imparten los niños. Por una parte, son la más acabada expresión de la familia humana; forman el sustento renovado de la vida inteligente en el planeta, una inteligencia que no tiene fronteras. Por la otra, revelan el milagro cotidiano del desarrollo, del crecimiento, no sólo del cuerpo, sino también de la mente. Sobre este sustrato se inserta la educación, como una forma de continuar la obra de la evolución biológica en una nueva dimensión, la del espíritu. Somos la única especie que requiere una educación para sobrevivir. Somos, además, los únicos que enseñamos a vivir, porque venimos al mundo bien equipados para aprender.
Las ciencias contemporáneas han descubierto hasta qué punto los recién nacidos son capaces de presentar comportamientos cognitivos muy elaborados, cuyo esbozo comienza en el vientre materno. A escasos días de nacido, el bebé es capaz de diferenciar la palabra humana de otro sonido, al poco tiempo reconoce la voz de su madre y la distingue de otras voces, percibe diferencias entre rostros, expresiones de cariño y sonidos musicales. "Humano se nace", como se podría traducir el título de un celebrado libro de Jacques Mehler y E. Dupoux (París, Jacob, 1990).
El desarrollo del sistema nervioso y de las funciones mentales en el niño es tema de intenso estudio en todo el mundo. Hasta hace muy poco tiempo, sólo se disponía de estudios anatómicos de tejidos muertos. Ahora, gracias a los métodos no invasivos de imágenes cerebrales, se puede indagar en tejidos vivos y realizar estudios del cerebro de niños sanos, y enfermos, durante largos períodos, para estudiar su maduración, es decir, la puesta en marcha de circuitos nerviosos eficientes. Es sabido que el medio ambiente, y en particular la acción sostenida de la educación, tiene efectos decisivos en este proceso.
Un estudio reciente (Mapas dinámicos del desarrollo cortical durante la infancia hasta la primera adultez, N. Gotay y col., 2004) demostró que primero maduran aquellas regiones de la corteza cerebral más primitivas desde el punto de vista de la evolución, comunes con otros vertebrados. Después, las zonas que procesan las sensaciones y controlan los movimientos, y poco a poco maduran las que integran y asocian diferentes funciones, como la atención, la visión, la audición y el habla. En la adolescencia, lo hacen las zonas dedicadas a las actividades cognitivas más elaboradas, como el razonamiento abstracto, las decisiones morales, los proyectos de vida.
Estos aportes de la neurobiología son valiosísimos para sustentar las intervenciones de carácter educativo. Nos muestran que el cerebro y la mente se desarrollan al unísono, que en todo acto mental hay un proceso biológico subyacente, que la materia viva en el hombre es también pensante. Pero también debemos entender que la capacidad intelectual no es una facultad adquirida de una vez y para siempre. Requiere tiempo y trabajo, exige un aprendizaje arduo, crece en ciclos que llevan años y se renueva sin cesar hasta el fin de la vida. Podemos imaginar que algunas escuelas se convertirán en verdaderos centros de investigación neuroeducativa, así como sucedió en el siglo XX con los hospitales escuela que se transformaron en centros de investigación clínica para el bien de la humanidad.
Estos estudios interdisciplinarios se basan, en gran medida, en los prodigiosos avances de las ciencias de la computación, que nos permiten procesar en tiempo real los cambios estructurales y funcionales de un cerebro activo, en especial aquellos que se producen en un cerebro educado. A su vez, el cerebro humano ha encontrado en la informática un complemento ideal para aumentar su potencial. La computadora se ha convertido, en efecto, en un instrumento formidable del cerebro y resulta indispensable en la educación. El futuro dependerá del buen uso de estas tecnologías que han revolucionado a la humanidad. El ser humano, en todas las latitudes, desde muy pequeño ha comenzado a desarrollar una capacidad increíble para usar las computadoras. Ya existe una generación formada en la era de esta tecnología. En gran medida, esta facilidad extraordinaria está "inscripta" en el cerebro infantil. La computación, felizmente, es "cosa de chicos". Se basa en lo que llamamos la opción clic, en la capacidad elementalísima de presionar un botón, una tecla, para producir un efecto concreto.
Un bebé de pocos meses puede hacer uso de la opción clic si se le ofrece un sistema informático adecuado. También un niño discapacitado puede adquirir esta habilidad digital con la ayuda de una interfaz diseñada a tal efecto. La máxima expresión de esta capacidad universal se da en Internet, donde, con una serie de clics, se puede ir recorriendo paso a paso un espacio virtual con infinidad de opciones. Estamos desarrollando de esta manera una habilidad digital globalizada que ya tiene consecuencias personales y sociales incalculables.
Por esta flexibilidad excepcional, la computadora se puede usar como una "prótesis cerebral" que abre posibilidades inéditas de educación en todos los niveles. Vemos en la ilustración que nos ha cedido el profesor Hideaki Koizumi las imágenes cerebrales obtenidas por topografía óptica (OT) de una niña que está haciendo un cálculo mental, y allí observamos la activación (en rojo) de una parte de la corteza cerebral prefrontal. Cuando utiliza una calculadora para realizar esa misma operación, advertimos que la zona mencionada no se activa en absoluto (en azul). Esto se debe a que el cerebro humano emplea esencialmente dos tipos de memoria, inmediata (corta) y de largo plazo (larga). La primera, que se llama también memoria de trabajo, permite, por ejemplo, guardar los resultados parciales de un cálculo aritmético simple, pero es de poca duración y se pierde con facilidad. En cambio, cuando se incorpora una memoria externa, como sucede con la calculadora, aquella memoria biológica ya no es necesaria y podría utilizarse para cualquier otra actividad mental, con lo que la eficiencia del sistema aumentaría considerablemente. En suma, el cerebro humano ha encontrado en la computadora una aliada fiel para desarrollar su inteligencia digital. Es importante ahora que aprendamos a combinar lo natural y lo artificial de la mejor manera posible.
Links
Jacques Mehler
www.sissa.it/cns/lcd/index.htm
Mapas dinámicos
www.pnas.org/cgi/doi/10.1073/pnas.0402680101
Hideaki Koizumi
www.hitachi.com/New/cnews/040311b.html