Cuando la mala fe se tiñe de violeta
Lo llaman "flor de la abundancia", "mandala de la prosperidad", o "telar de los sueños". Es el mismo esquema con el que hace cien años el italiano Carlo Ponzi engañaba a inmigrantes que, como él, habían llegado con una mano atrás y otra adelante a los Estados Unidos y trabajaban para mandar cada centavo a su tierra natal. Ponzi descubrió que los cupones de respuesta internacional de correos se podían vender más caros en América que en Europa, por lo que la diferencia podía dejar ganancias considerables. Convenció a sus conocidos de que apoyaran su sistema y les ofreció un retorno del 50% en una inversión a 45 días. Pero el paraíso prometido encerraba una trampa: Ponzi usaba parte del dinero de los nuevos inversores para pagarles a los antiguos. Cuando la burbuja estalló, muchos perdieron todo.
Con variantes más o menos creativas, todos hemos escuchado alguna vez sobre amigos estafados con sistemas piramidales. Seguros de vida de dudosas compañías, publicidad por internet, batidos nutricionales para perder peso, terapias alternativas o la corriente espiritual o estética de moda. Todos tenemos preguntas existenciales y la plata es una respuesta posible, sobre todo si llega fácil y rápido. Quizás era previsible que en la era de la revolución de las mujeres alguien pensara que un buen baño feminista haría la estafa más atractiva. De hecho, el purplewashing es una práctica habitual con la que instituciones, empresas y personas lavan su imagen. Marcas con ejecutivos acusados de acoso lanzan comerciales con contenido feminista. Figuras públicas declaman agenda de género aunque sean famosas por su historial misógino.
El telar de los sueños, sobre el que hubo varias denuncias en redes en las últimas semanas, funciona de manera parecida. Atrapa a mujeres con el mismo cuento de los retornos extraordinarios y una mística bañada de violeta. Se comparten historias de violencia machista y empoderamiento. Quien convoca es siempre una conocida que tiene pruebas concretas de las ganancias. Algunas lo hacen de buena fe, porque las primeras en llegar siempre salen beneficiadas: la burbuja estalla después. Un argumento muy usado es que, gracias al telar, "muchas mujeres han logrado independizarse y salir de círculos de violencia". Las ganancias se basan en la colaboración entre iguales, sorora y solidaria. No participan del sistema bancario, dicen, porque son anticapitalistas. Es un método basado "en el amor y la confianza". El mismo amor que exige a las aspirantes un "regalo" en dólares que ronda, como mínimo, los 65.000 pesos. Como parte de la solidaridad, se indican técnicas para alcanzar esa suma (que la mayoría no tiene para regalar) mediante préstamos.
Como las hipotecas de los inmigrantes italianos del sistema Ponzi, pero con una causa mejor que vivir de rentas: "Unirse y compartir un hermoso proceso de empoderamiento".
Los pedidos de asociación llegan por redes sociales y se borran instantáneamente cuando la destinataria declina la propuesta. ¿Señal de que quienes convocan participan del engaño? No hay razón para que lo desconozcan: la Procuraduría de Criminalidad Económica y Lavado de Activos (Procelac) ya alertó sobre la estafa en 2016. Dentro de la red, las culpables son las estafadas: como ocurre con la violencia machista, se les dice a las víctimas que quienes provocaron lo que les pasa son ellas. En este caso, porque no se empoderaron lo suficiente.
Que no se malentienda. Los feminismos tampoco son culpables de las canalladas que se hagan en su nombre: es positivo estar unidas en la lucha por nuestros derechos y oportunidades. Muy diferente es confiar en estafadoras disfrazadas de hermanas.