Mediáticos, divertidos y con un sentido del gusto bastante peculiar. Acá te traemos 4 cocineros que podés seguir por TV y vovler a sentir amor por las cacerolas
Por Javier Alcacer.
Olvídense de Doña Petrona (a sesenta años de la edición de su opus magnum, ¡dejémosla descansar!). Basta de padecer a cocineros insufribles haciendo monigotadas en vivo desde un caserón de San Isidro, mientras se termina de cocinar un pan de carne. Si la televisión acostumbra mostrarnos autos, casas, ropa... bah, vidas enteras que nunca vamos a tener, ¿por qué no hacer lo mismo con las comidas que nunca vamos a probar? Y, de paso, lo combinamos con un poco de turismo exótico. Del cruce de géneros nacieron los primeros cocineros estrella: guías especializados aptos para recorrer rincones perdidos del planeta en busca del sabor perfecto, o visitar un sucucho a la vuelta de alguna capital primermundista. Y aunque sólo una selecta minoría pudo probar sus platos para confirmar su talento culinario, ellos despiertan amores y odios por igual. ¿Cuáles son sus secretos?
El Tony
En el año 2000,
se ganó el odio de los chefs más prestigiosos de Nueva York: en su libro
describía con lujo de detalles la roña de algunas de las mejores cocinas del mundo. Comida en mal estado (nunca, nunca, nunca pidas el especial de los lunes), guerras entre los cocineros, esclavización, discriminación, excesos... Por entonces, llevaba veintidós años como chef, tarea que le había permitido, según ha declarado,
"probar todas las drogas conocidas por el hombre".
A pesar del odio del gremio, Tony se convirtió en una estrella de la noche a la mañana; el libro llegó a la lista de los más vendidos del New York Times y su escritura resultó una grata sorpresa: ingeniosa y, por momentos, de un cinismo visceral.
A partir de entonces –crisis de la mediana edad a cuestas–, Tony (modelo 56, increíblemente parecido a
) decidió tomarse una licencia de la cocina de
–el
cuya cocina supervisa hasta el día de hoy– y viajar por el mundo acompañado de un valiente equipo de camarógrafos. Quería, dijo, alejarse de la rutina del chef y vivir sus aventuras en busca de las mejores comidas en los rincones más recónditos del mundo. Los viajes dieron lugar al programa A Cook’s Tour y al libro Viajes de un chef. Desde entonces, Tony fue por más: con
Anthony Bourdain: No Reservations,
que va por su sexta temporada, hace lo que quiere: viaja con sus amigos, se burla de los vegetarianos, escucha a los Ramones y, cuando se le da por cocinar, invita a los Queens of the Stone Age a probar sus manjares.
El hombre del estómago de lata
no le tiene miedo al
sashimi de sapo,
ni al útero de pollo, ni al pene de
. Estos son sólo algunos de los platos repugnantes que probó en su programa Comidas exóticas, en el que recorre el mundo animándose a experimentar la versión más desagradable del shock cultural. Sabe que esto no es nada después de lo que le tocó vivir. Mucho antes de empezar sus viajes,
Andrew era uno de los chefs de mejor reputación de Nueva York, hasta que los excesos (esas noches que su amigo Tony Bourdain describió sin pelos en la lengua) lo perdieron y terminó en la calle.
Sobrevivió vendiendo el contenido de las carteras que robaba en los bares. Decidió alejarse de
y se mudó a Minnesota, donde con ayuda de su familia se internó en una clínica de rehabilitación. Unos años después, volvió a las primeras planas gracias al éxito del restaurante donde trabajaba. Luego llegarían la radio y libros, y finalmente el programa de televisión que lo haría famoso en el mundo. Además, escribe un blog contando sus experiencias (
). Mientras acumula sellos en su pasaporte, el estómago de Andrew es una especie de
occidental de la gastronomía. Haciendo de tripas corazón, nos recuerda en cada pocilga que visita los miles de sabores que nos estamos perdiendo. Eso sí, de ahí a que nos contagie las ganas de comer hígado de ternero crudo siempre habrá un abismo de distancia...
Mr. Perfect
Un equipo de camarógrafos filma para un documental en el restaurante
de Londres. En el fondo de uno de los planos, aparece un chico de lo más canchero preparando pasta. Al día siguiente de la emisión, el teléfono del River Café no para de sonar: son los productores de la
que quieren hablar con el chico de las pastas. Su nombre es
y pronto estrena su primer programa de cocina en la BBC (
), con el que se convierte en uno de los cocineros más influyentes de Inglaterra. Criado en la cocina del pub de sus padres,
Oliver ganó fanáticos gracias a su acercamiento práctico a la gastronomía: recetas simples para un mundo que cada vez cuenta con menos tiempo.
Su otra gran preocupación es la alimentación saludable: ideó proyectos para mejorar las comidas servidas en las escuelas y terminar con la fast food, entre los que se cuenta
Además, creó la
cada año, quince presos jóvenes reciben entrenamiento de chefs de primera. Jamie puso su casa como garantía de la fundación, obviando comentárselo a su mujer, pero por suerte para su matrimonio fue un éxito y se extendió a otros países de Europa. Como si fuera poco, hasta 2003 tocó la batería en
–una banda que había formado a los 13 años– y recibió ofertas para posar desnudo (las rechazó). Recién cumplió los 35 y ya tiene a Europa a sus pies. Ahora, va por el resto...
La pesadilla escocesa
Conozcan a
el chef más temido de Inglaterra. Nacido en Glasgow, una rotura de ligamientos cruzados lo hizo dejar el fútbol a los 19, después de dos temporadas en los
La lesión lo acercó a la gastronomía. Estudió hotelería y trabajó de aprendiz de cocina hasta que el dueño del restaurante se enteró de que Gordon se acostaba con su mujer. En Londres, conoció a
el Padrino de los chef ingleses. Trabajó con él durante dos años, pero un buen día se hartó de ser maltratado y huyó a París para especializarse en la cuisine francesa. A su regreso, se amigó con White y tuvo restaurantes con él hasta que se volvieron a pelear y Gordon se cortó con la apertura del Gordon Ramsay.
Niño mimado de la guía Michelin, se convirtió en el chef favorito de los ejecutivos. Al mismo tiempo, nacía la leyenda con el programa Ramsay’s Kitchen Nightmares, en el que visitaba restaurantes en decadencia y, después de destruir anímicamente a los chefs, ayudaba a mejorarlos.
Claro que un par de meses más tarde volvía para destrozarlos otra vez. A su temperamento se le agregan las líneas que se le dibujan en la frente cuando algo no le gusta: Gordon es comedia pura. Sus programas se multiplicaron; sus restaurantes y las malas palabras, también. Dice White:
"Gordon y yo tenemos maneras distintas. Yo elegí poner mi especialidad en la cocina en vez de hacerlo en los insultos".
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