Cuestionario Sehinkman: Malena Guinzburg
Con el humor en los genes, la comedianta aprendió a reírse de sí misma, aunque preferiría ser más alta. Y cuenta cuando le escribió una cartita a Silvio Rodríguez.
–Completá la oración: "Dentro de un grupo –puede ser laboral o social– mi rol suele ser el de…"
–La graciosa. Y ahora la que consigue canjes (se ríe).
–"Era por abajo, Palacio". Si pudieras volver atrás un momento de tu vida o una jugada donde erraste la decisión. ¿Cuál sería y cómo la deberías haber definido?
–Yo tendría unos 18 años y dije que no a una obra de teatro porque pensé que iba a ser mala. ¡Y terminaron viajando por todo el mundo! Lo que pasa es que tenía que hacer de perro y no me vi. Y otra jugada, donde erré la decisión, fue la primera vez que me le declaré a mi amigo Luciano. Yo debía tener 8 años, le escribí una cartita y él me rechazó con un "no, gracias". De eso me arrepiento. Yo un poco le echo la culpa a ese rechazo de chiquita a que se me formara la idea de que siempre lo sería. Después hubo Lucianos, Mauros, Julianes. Pero bueno, fue el primer rechazo que recuerdo y esa sensación de haber quedado expuesta.
–Escribile una breve carta a tu ego. Contale qué pensás del tamaño que desarrolló (o que no desarrolló) Indicale qué esperás de él.
–Querido ego: Bueno, "querido", tampoco sé si es tan querido. Por momento lo es, incluso es amado y por momentos odiado. Ego: ¿podés no estar tan pendiente de la opinión de los otros! Desde ya, muchas gracias.
–Elegí una foto tuya de la infancia. Con tu experiencia actual, si pudiera hablarle a aquella niña de la imagen, ¿qué le dirías?
–Recuerdo una foto donde estoy muy, muy gorda, a los 9 años. Le diría a esa niña: "No te hagas problema que después te vas a poder reír de esto y va a estar bueno".
–Si la personalidad fuera como una aplicación del celular y uno pudiera "actualizarse", ¿qué mejoras vendrían en una nueva versión de vos misma?
–¡Diez centímetros más! (se ríe) ¿Viste que las aplicaciones te traen una parte gratis, la base, y después, para todo lo demás, tenés qué pagar? La versión gratuita es la que está. Si la actualizamos pagando, traería más seguridad, más autoestima, menos exigencia… ¡Más impuntualidad también! Porque soy muy puntual y la paso muy mal porque todos los demás no lo son. Mi autoestima mejoró horrores, pero una mala función y un jean que no me entró, te lloro un rato. O un pibe que no me dio bola, ¡uh! El otro día hablaba con un amigo que se peleó con la novia y estaba retriste. Al otro día le pregunté: "¿Cómo estás?". "Bien, ya estoy bien". ¡Un día tardó! Yo tardo meses en curarme. En una versión mejorada, tardaría menos la recuperación ante las contrariedades.
–Un momento de felicidad inolvidable.
–Después de alguna muy buena función en donde siento que todo salió bien y que estoy feliz y haciendo lo que me gusta.
–Si te nombraran secretaria o ministra de un área de tu interés, ¿cuál sería la primera medida concreta y posible que instrumentarías?
–Me imagino en un ministerio de Transporte para fomentar el uso de la bicicleta. ¡Más bicis! Para los autos: a los que estacionan en doble fila se les saca el registro. Y los que no ponen guiño, también. Es gratis poner el guiño, no cuesta nada.
–Un recital o concierto inolvidable.
–Te podría decir Paul McCartney la primera vez que lo vi, pero creo que inolvidable fue Silvio Rodríguez. Fui muy fanática, siempre que venía lo iba a ver. Una vez, después de un recital, le dejé una cartita en el hotel, me llamó al otro día y lo conocí.
–¿Por qué creés que te contratan?
–Porque les sirvo, porque soy graciosa y porque no soy tan cara. Cuando era chica hacía personajes dramáticos y se reían mucho, entonces me pregunté: "¿Soy graciosa o soy muy mala actriz?". Preferí quedarme con lo primero.
–Un papelón inolvidable.
–Tenía 16 o 17 años y estaba con unos compañeros de teatro. En ese momento, yo pesaba como 90 kilos. Me había quedado dormida. Estaba el que me gustaba, además de amigas y amigos. Me desperté con el ruido de una flatulencia mía. Todos me estaban mirando y riéndose de mí.