La enumeración de sus hits como productor empieza con Charly García y llega hasta Violetta en Europa. En el medio fundó radios, trajo a las bandas que todos queríamos ver y regenteó un zoológico. Un recorrido por los éxitos y los fracasos que moldearon al hombre que supo reinventarse en cada tiempo.
Por Humphrey Inzillo / Fotos De Ignacio Arnedo
Si la vida de una persona se midiera únicamente por su palmarés, empezaríamos por enumerar algunos de sus grandes logros. De él diríamos que fue manager de Charly García, de Los Abuelos de la Nada, de Los Twist. Que a mediados de los 80 inventó la Rock & Pop, la emisora que revolucionó la radiofonía argentina. Que en los 90 trajo primero a Keith Richards y luego a los Rolling Stones, y que también fue el hombre detrás de las visitas de Paul McCartney, Michael Jackson, Madonna, Prince, Guns n’Roses, Phil Collins, Megadeth y los Ramones, entre muchos otros. Que produjo musicales como La bella y la bestia y Chicago para Iberoamérica. Que puso la piedra fundamental de la Metro y que, ya en el nuevo milenio, fundó FM Kabul. Que produjo otras tres visitas de los Rolling Stones y que representó a Violetta en Europa, el espectáculo que más recaudó en ese continente en los últimos dos años.
Puede sonar apabullante que al frente de todos esos emprendimientos haya estado la misma persona: Daniel Grinbank. El hombre que se hizo rico haciéndonos felices. Y, por sobre todas las cosas, un sobreviviente que, en tiempos en los que muchos diagnostican una crisis crónica para el mercado de la música, logró reinventarse y adoptar un nuevo modelo exitoso de negocio.
“En la industria del entretenimiento la única variable estable es la dinámica absoluta. El gran desafío es tratar de interpretar para dónde va esa dinámica, sabiendo que lo único que no se puede detener nunca es el tiempo y los cambios. Entonces tenés que ver cómo te adaptás y cómo usufructuás de la mejor manera posible esos cambios”, explica. “Pero eso es absolutamente impredecible. Aunque vos podés tomar elementos informativos, sigue prevaleciendo una cuestión intuitiva. Porque si hay algo que está claro, es que no tenemos una fórmula. Si hubiera una fórmula no nos equivocaríamos tanto. Y si nos equivocamos tanto es porque esa fórmula no existe. Uno puede decir «me va bien» cuando de diez pegaste siete. Nunca pegás diez de diez. A pesar de eso, uno siempre es optimista y ambicioso cuando encara un proyecto. Y eso genera una adrenalina de timba, porque aunque aplicás una serie de variables, el éxito nadie lo tiene garantizado”.
DISCOS Y ANIMALES
Pasaron dos horas desde que empezó la charla en su escritorio. Cae la noche señorial en Belgrano R y Grinbank no está hablando ni de Jagger, ni de Richards, ni de Charly García. “Cuando gerenciamos el zoológico de Buenos Aires viví una experiencia alucinante porque recorrí zoológicos de todo el mundo”, dice. “Me pareció increíble el recinto de los gorilas de Animal Kingdom, que a la vez incluía un proyecto conservacionista extraordinario en África. Yo soy bichero y disfruté mucho el contacto con los animales, con sus cuidadores y con los biólogos, en Buenos Aires. Además, pasaban cosas increíbles. En Palermo, todas las noches se escapaba un orangután y hacía desastres en las casas vecinas. El cuidador era un tipo muy mal pago que seguramente tenía otro laburo, viajaba dos horas y cuando llegaba estaba muerto. Así que el mono le tomó el tiempo para escaparse: subía por los balcones de los edificios que dan a la calle República de la India. Pero como estaba criado en cautiverio no sabía cómo manejarse. Así que se metía en las casas, saqueaba algunas heladeras y volvía. Hasta que finalmente lo descubrieron. Pero también pasaron cosas muy piolas. Por ejemplo, logramos reinsertar un cóndor en la montaña. Había nacido en cautiverio, pero lo alimentaban con títeres con cara y olor de cóndor. El proceso de llevarlo a la cordillera, reinsertarlo, fue muy emotivo”.
Regentear un zoológico fue una de las tantas aventuras inesperadas por las que pasó el productor de 62 años en una carrera de cuatro décadas vinculado a la industria del entretenimiento en todas sus formas. “Los shows en vivo han sido el gran hilo conductor, pero haber producido obras de teatro como Agosto y trabajar con talentos como Daniel Veronese o Claudio Tolcachir lo tengo en el inventario de las cosas positivas”, celebra.
–¿Siempre quisiste ser productor?
–Mi tío Herb, que vivía en Estados Unidos, fue uno de los tipos que más influyó en mi vida profesional. Era un tipo muy lúcido, un ícono y referente que acompañó la irrupción del rock en la costa Oeste en los 60. Me dio información a la que me hubiera sido muy difícil acceder si no era a través de él. Ahí empecé a ver la música desde el otro lado del mostrador. Es decir, desde la producción. Ventaja o desventaja, nunca fui músico. No llegué siendo un músico frustrado. Yo era disc jockey, y siempre amé esta profesión: la respeté y la respeto.
–¿Cómo te formaste?
–Yo estudiaba sociología y hay muchos elementos de la carrera que me sirvieron. Pero también me sirvió salir a pegar afiches en la calle y saber cómo se pegan los afiches en la vía pública, haber repartido volantes, haber cargado equipos. Cuando hablo de determinada cuestión, no es que lo aprendí en un libro. Es porque estuve en el llano. Cuando te hablo de la rutina de una gira, es porque las conozco a fondo. Cuando hablo del desarrollo de un artista, es porque lo viví. Cuando hablo de las transformaciones humanas, de lo jodida que es la fama si no la sabés llevar, es como haberla vivido. Ojo, podría haber estudiado psicología y me hubiera servido. Ahora hay escuelas de negocios o escuelas de marketing. Es decir, se puede llegar desde cualquier lado y toda formación ayuda. Pero este es un camino donde la experiencia te la da un recorrido y un proyecto. Y la vitalidad te la da ir aggiornándote.
–¿Cómo se logra eso?
–Se da con un recambio de la gente con la cual te rodeás. Como la dinámica es lo único estable, a veces es necesario recurrir a gente más afín con las nuevas tendencias, incluso para ver qué adoptás o qué no adoptás de eso. En este momento, todo es vertiginoso, demasiado. No hubo una generación que haya accedido tan rápidamente a tanta información como esta. Lo que no sé es si acceden a tantas ideas. Y entre la información y las ideas tiene que haber un nexo, un equilibrio.
–¿Cómo te nutrís de nuevas músicas?
–Parte de ese aggiornamiento tiene que ver con cómo nos rodeamos. Permanentemente tenemos gente joven que sigue yendo a recitales. Es importante estar en la calle, porque para escritorio ya estoy yo. De todos modos, hace unos meses estaba en Los Ángeles. Vi que tocaba Empress Of, una chica descendiente de un hondureño, que está en una agencia que tiene buenos talentos. Entonces fui a ver el show. Si no estaba con el BUE, difícilmente hubiera ido. Pero la fui a ver, me transmitió algo, me gustó. Y cuando hice circular el material en la oficina, gustó.
DIEZ AÑOS DESPUÉS
La apuesta que inquieta a Daniel Grinbank por estos días es el regreso del BUE, el festival que se realizó por última vez hace una década, que viene a ser su marca registrada, y que este año tendrá lugar en Tecnópolis, el viernes 14 y el sábado 15 de este mes, con una programación que impacta por su eclecticismo y su alto nivel musical.
–¿Cómo se planea un festival como el BUE?
–Es un evento grande, que dura unas pocas horas pero que demanda una gran inversión económica y de tiempo, y se asumen riesgos. Es un festival que tiene su personalidad. Si me atrevo a volver diez años después es porque siento que la mayoría de los festivales son franquicias o acciones netamente de branding. Eso no quiere decir que yo no tenga sponsors. Simplemente, siento que somos distintos.
–Más allá de la curaduría, ¿qué otros aspectos te preocupan?
–El armado de los escenarios, la dinámica, la circulación de la gente. Estamos trabajando con cuatro escenarios simultáneos que, en realidad, tenés que convertirlos en dos. Entonces hay que conjugar los tiempos, ver cómo hacés la dinámica, las mesitas para que la gente pueda comer y tomar, cómo jugás con los distintos climas, sobre todo porque el BUE es un festival bastante ecléctico desde las variantes musicales y donde prevalece un concepto de buen valor artístico, que es el denominador común que buscamos cuando planeamos el line-up. Obviamente, aspiro a que el impacto económico sea lo más favorable posible dentro de determinadas pautas. Y, fundamentalmente, pensar que la gente, que es mucha y que convive muchas horas, la pase lo mejor posible cuando está ahí.
–¿Cuánta gente trabaja en un festival como el BUE?
–Los días del evento, entre 800 y 1.000 personas.
–¿No te da vértigo?
–Me da mucho vértigo. Tiene una cierta adrenalina importante porque tenés un montón de avatares. La cuestión climática, por ejemplo, en un festival afecta mucho más que en un recital. Tecnópolis, por suerte, tiene muchos lugares cerrados como para afrontar contingencias de ese tipo. Y también hay muchos factores que son ajenos. Estamos atravesando una crisis económica, y muchos apostábamos al famoso “segundo semestre”, que no fue lo que se esperaba y eso modifica los planes originales de algo que uno planeó hace un año. Entonces hay que adaptarse a esa coyuntura que no se puede majear.
–Hace unas semanas, se descubrió que el jefe de seguridad del show de Megadeth en el Luna Park había sido Carlos Blander, el líder de la patota que irrumpió en la redacción del diario Tiempo Argentino. ¿Eso es parte de lo que no podés manejar?
–Para empezar, vos no tenés el ADN de las 400 personas que trabajan en la seguridad de un festival. Yo conozco a esa persona, trabajó muchísimas veces conmigo y para mí fue lapidario. Yo no reniego de mi pasado, pero después del hecho patoteril decidí no trabajar más con esa persona porque cometió errores que no se pueden cometer.
–¿Estás alineado políticamente?
–Yo soy de los que claramente no pertenecen al kirchnerismo. Y claramente no voté a Macri. Pero estoy en el medio de la grieta. En general, siempre voté en contra. La única vez que voté a favor fue con Alfonsín, el político que más me representó. Aun así soy de los que pudiendo vivir en el exterior, elijo vivir en la Argentina. Amo este país y me encantaría que a esta gestión de Cambiemos le vaya lo mejor posible. El viajar también te abre la cabeza de cómo funciona el mundo.
–¿Por qué elegís quedarte?
–Está bueno viajar, pero acá está lo mío. Yo tengo claro que, comparado con la Champions League, el fútbol local es una basura. Y me encanta ir a ver la final y sé que los mejores jugadores argentinos están jugando afuera. Pero a mí me sigue importando qué pasa los domingos con Independiente. Aunque, la verdad, la mayoría de las veces lo veo y me duelen los ojos. Acá están mis amigos, mi familia…
–Podrías haberte posicionado como un gran empresario de los medios pero elegiste construir el camino de la experiencia en vivo. ¿Por qué?
–Creo que se fue dando por las distintas dinámicas. La distorsión que fueron tomando los medios, donde el Estado fue tomando un rol tan protagónico como anunciante, fue a expensas de una pérdida de libertad importante. Y, la verdad, nunca tuve una bajada de línea política. En parte porque en la elección vos ya hacés una bajada. Si yo elegía a determinado conductor y no a otro era porque claramente enfocaba a un perfil determinado. Y también porque creo que la segmentación de los medios cada vez me daba menos ganas de construir hechos masivos. Yo hace mucho que salvo fútbol y algún noticiero no veo televisión abierta. Tengo un enorme respeto por Sebastián Ortega y Adrián Suar, por la cruzada por hacer una televisión de calidad que están librando. Pero además yo nunca gané una licencia. Todos mis medios los compré. Las licencias tuvieron componendas políticas y eso tiene un precio. Yo nunca estuve dispuesto a negociar esa libertad.
–¿Te acordás cuando llegaste a tu primer millón?
–Para empezar, lo tuve con el dólar uno a uno, lo cual no era tanto. Segundo, podía ampliar el rango de lo que hacía. No es que me cambiaba mucho. De ninguna manera. Creo que era la consecuencia de mucho laburo. No me lo habían regalado, pero tenía claro que tenía que seguir laburando. No es que cambió la ecuación. No fue un disparador de nada. Por ahí podía comprarme una buena botella de vino y probar algún otro de esos discretos encantos de la burguesía.
–Los Rolling Stones son la columna vertebral de la banda sonora de tu vida. ¿Los querés más por eso o porque gracias a ellos ganaste mucha plata?
–Me acompañaron desde los 12 años y tengo 62. Cuando era disc jockey, pasaba “Satisfaction”. Entonces, el estar mínimamente emparentado con la historia de estos tipos, porque además de las visitas a Buenos Aires produje muchos shows en Sudamérica, es algo que tengo muy alto en el inventario de mi vida. Por otro lado, son muy caros. La primera vez que los traje, a los dos meses lo traje a Phil Collins. Y gané más plata con Phil Collins. Pero la historia grande, la gloria, está con los Stones. Yo no me olvido de que vendía cajas, ni de que soy un empresario, y la parte económica es un factor fundamental y motivacional para hacer esto. Me pone de mal humor perder plata. Pero trascienden más los hechos artísticos y emocionales que el balance económico que te dejó en su momento. En 1982, cuando traje a Mercedes Sosa después del exilio, fue un negocio muy chiquitito. Pero fue excepcional.
–¿Te divierte tu trabajo aún hoy?
–Me divierte, pero me parece que los mejores momentos siguen siendo al lado de mis hijos. Hay una cuestión de simpleza. La posta pasa por otro lado. Es incomparable despertarme y desayunar con mi hija antes de que se vaya a la escuela o juntarme a cenar con mi hijo. Esas cuestiones siguen siendo las más trascendentes. Pero hay que saber dónde está la esencia y dónde está el espejismo. Yo me la paso vendiendo espejismos, así que no me lo puedo comprar yo también.
EL ARTE DE MOSTRAR
LA NACIONDel mismo modo que inventó radios, regenteó un zoológico, produjo shows y festivales, y encabezó la reforma de teatros en Argentina, Chile, México y España para montar una red de musicales, desde hace unos años Grinbank se metió en el armado de exhibiciones. En marzo del año que viene, en Barcelona, planea montar la muestra de David Bowie. “El hecho de producir exhibiciones hace que vaya a ver exhibiciones. Hay algunas muy buenas y otras que te defraundan. De hecho, la semana que viene viajo a Londres para ver una muestra que se llama “Revolution”. Es una exposición integral sobre los 60. Pero no solo sobre la música, sino también Marilyn Monroe, Kennedy, el Mayo francés, el Che Guevara… Me genera muchas expectativas porque es en el Victoria Albert Museum, que suele tener muy buenas muestras. Acá tengo la invitación, va a estar todo el jet set de Londres”.