De memoria
La cultura actual, que desprecia la memoria, sostiene que las computadoras almacenarán los hechos para cuan-do los necesitemos. Pero se vaciará la mente
lanacionar"El varón que tiene corazón de lis,/alma de querube, lengua celestial,/el mínimo y dulce Francisco de Asís,/está con un rudo y torvo animal..." Aún escucho a mi padre recitándome Los motivos del lobo, de Darío, cuando era niño. Tanto él como mi madre habían recibido de la educación pública argentina de entonces ese regalo que les permitió recordar durante su vida grandes poemas aprendidos de memoria. La escuela les había ido acumulando dentro párrafos de literatos, citas de pensadores que, años después, volvían a la superficie. ¡Qué lejanos parecen aquellos días hoy, cuando ya hemos abandonado todo esfuerzo de poblar a niños y jóvenes por dentro!
La cultura actual, que desprecia la memoria, sostiene que las computadoras almacenarán los hechos para cuando los necesitemos. Sin embargo, corremos el riesgo de que esas memorias digitales terminen por despojar a los humanos de su capacidad de establecer relaciones, recurriendo a vivencias y conocimientos, específicos y singulares para cada persona, que consigue incorporarlos trabajando sobre sí misma. Nuestra memoria no es un banco de datos, sino más bien un entramado peculiar de experiencias afectivas, sensoriales y cognitivas. Ese conjunto, único y complejo, es el que confiere originalidad al pensamiento y la cultura personales.
El gran intelectual George Steiner, aconsejando a jóvenes estudiantes, señala: "Aprended de memoria, noche y día, no con el cerebro, sino con el corazón, como se dice en francés o en inglés (par coeur, by heart). Aprender con el corazón es fundamental porque así seréis ricos, muy ricos. Seréis como una nave llena de tesoros. Nadie puede quitaros lo que sabéis de memoria, nadie... En torno de nosotros, la escolaridad y la educación universitaria se están convirtiendo en amnesia organizada. No se recuerda ninguna fecha, ninguna obra, ningún nombre, ninguna cita de la Biblia, ni siquiera lo hacen mis mejores estudiantes de Harvard o de Cambridge. Es un misterio. Por eso es preciso alertar a los jóvenes: ¡Escuchad! Tal vez algún día deberéis atravesar períodos muy difíciles, pero vuestra memoria os hará muy felices y muy, pero muy fuertes. Estoy convencido de que el olvido de las letras, de las ciencias humanas, equivale al suicidio. Y estamos ante la inminencia de ese suicidio. Creamos generaciones vacías, totalmente vacías en las que todo puede entrar: la barbarie, la indiferencia. Si hay algo dentro de nosotros, eso nos será de gran ayuda."
Joseph Brodsky, Premio Nobel de Literatura 1987, advertía a sus alumnos de la Universidad de Columbia que deberían aprender de memoria extensos poemas para luego recitarlos en público. Los estudiantes se resistían con vigor, pero concluían el curso con la gran poesía latiendo con sus corazones, circulando por su sangre. "Ahora yo poseo esos poemas", decía uno de ellos. Incorporaban la lengua de la literatura, trascendían el habla popular. A propósito de la tendencia creciente a utilizar esta última en la creación literaria, Brodsky decía que "esto sólo puede sostenerse si se ha decidido que el Homo sapiens detenga su desarrollo. De no ser así, es la gente quien debería hablar la lengua de la literatura".
Como no hemos dejado de utilizar nuestra memoria, en lugar de bellos versos aprendidos con esfuerzo, hoy la habitan los detalles más insignificantes de la realidad mercantil y vulgar que se nos impone como presencia cotidiana. En realidad, lo que rechazamos es el disciplinado trabajo que requiere cultivar la memoria para vestirnos mejor por dentro. Lo más grave es que ya ni siquiera nos interesa transmitir a las nuevas generaciones la trascendencia de hacerlo.
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