Un destino al que fueron nuestros padres, pero que los jóvenes encuentran irresistible: un recorrido para descubrir las joyas que tientan a todos a volver a las sierras.
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Tandil es un vergel. Un sitio donde los aventureros encuentran inspiración. Después de años de tradiciones religiosas y de la ineludible visita a la que fue la piedra movediza, la ciudad inició un camino de transformación que la convirtió en seductora para los viajeros de escapada, tentadora para pasar vacaciones largas, imperdible para los gourmand errantes y con tantos atractivos que indefectiblemente uno se queda con ganas de más.
Una de las condiciones más llamativas de este tiempo es la modernidad. Si hace un par de años que no pasás por ahí, te va a sorprender con el diseño, la originalidad de la puesta en los locales, una diversidad de ideas que se aplican a todas las experiencias, hoteles y estancias preparados para darle rienda suelta a la exigencia del bon Vivant, opciones para todas las edades e intereses, una gastronomía con profundidad en la raíz local y proyección digna de competencia internacional, los primeros emprendedores que potenciaron el sello de origen y una organización codo a codo para volar hacia arriba y no competir tapando los costados.
La ciudad está renovada. Hay aire fresco en sus plazas limpias, con diseño armonioso y abierto; con el lago hecho foco de atracciones. Una serie de barrios nuevos que se derraman a su vera y una cantidad de prácticas deportivas asociadas a este espejo. Tandil está muy tentadora. Está cerca (lástima la ruta de camiones, que por eso mismo debería ser autopista), pero nada más llegar, los ojos no paran de encontrar opciones.
Descanso asegurado: una experiencia para perderse en el verde
Experiencia es una virtud que se ha elevado a categoría mágica en materia de viajes. Eso es lo que creó Asunción Pereyra Iraola. Una dama con aire de tradición que, a pesar de eso, lleva la osadía en las venas. Se había soñado hotelera a los 13 años en un viaje por Alemania. Luego la vida la llevó al campo, a acompañar a su marido, a intentar la carrera de medicina… hasta que la insatisfacción pudo más.
Asunti, como la llama todo el mundo, compró algo más que un albergue. Se sumergió en una estancia que había pertenecido a la familia Santamarina, construida en 1962 por Tía Mecha o la Srta. Mercedes, como se la conoció por Tandil, con su refinado gusto francés. Estaba derruida y su parque tomado por la maleza. “La compré por los árboles -cuenta-, porque las casas se reconstruyen, pero la vegetación tarda años en crecer. Su camino de araucarias, su macizo de piedra que sostiene a la Virgen de Lourdes, su experiencia de huerta, sus posibilidades de sumarse a las actividades rurales, sus cabalgatas sin tiempo… Todo esto a 5 minutos en auto del centro propio de Tandil. Un espacio que, como una melodía, tiene letra y música.
La experiencia es renovadora. Hay campo, verde, bosque, pan caliente amasado a mano, caminata, arroyo, hierbas que vas a probar por primera vez, gruta, caballos, huerta, galería, bici, amaneceres lerdos, ganado, arquitectura, gastronomía de cercanía, pileta, ventanas al horizonte, cobijo cuando llueve, frutas, crujir al caminar, charla larga, dormir sereno, concierto de aves, pimpollos en todas las etapas, avistaje de fauna, tranquera, caminos sinuosos, conservas terminadas ayer, ganas de que lo goces, tiempo interminable, atardeceres perezosos… Slow, genuino, pensado con amor.
Picadita querida
Históricamente convertida en el reino del salame, hace una década comenzó una reformulación de su industria con la reconversión en dos sentidos. El sello de origen encaramado en la gestión de Carlos Panighetti y su familia, tal vez de los emprendedores profesionales más amados de la región con su marca Las Dinas, se ha convertido en sello de calidad hasta en los menús porteños, que señalan la presencia de sus productos como un quiebre de atracción para el comensal. Por otro lado, la configuración del cluster quesero que ha dotado de identidad colectiva a una industria potente, pujante e innovadora.
Las Dinas es un proyecto que se nace en 1980 cuando la familia Panighetti se instala en Tandil radicando un criadero de cerdos, actividad desarrollada hasta 1992 en una propiedad de 31 hectáreas de campo de cerros, a 6 km. de la ciudad. A partir de 1983 comienza la elaboración de chacinados y cortes frescos de cerdo. Hoy instalados, además, en el Parque Industrial que comparte con marcas de referencia como Canolli, se ha convertido en un productor exquisito de salazones, embutidos, hacinados y ahumados, todos realizados en su misma planta, revolucionario en las prácticas artesanales y fundador de un concepto personal que Carlos defiende a rajatabla “artesanal es aquello donde la mano de quien lo crea sigue acariciando la idea antes de salir a la venta, pero con el cuidado y esmero de calidad en todos sus productos de manera igualitaria”.
¿Qué productos no podés dejar de probar en Las Dinas? La Nduja, un embutido parecido a la sobrasada mallorquina pero bastante picante y típica de la región de Calabria. Elaborada básicamente con carne de cerdo, guindilla calabresa y especias, es ideal para aportar un toque picante a tus pizzas, pastas e incluso guisados. Asadito argentino es una asombrosa tapa de asado cocida al mejor estilo campero, adobada, para comer como fiambre. La porchetta es una combinación de carnes de cerdo, una cinta de lomo envuelta por una magra panceta, condimentada con aromáticas y un toque de chile.
El cluster quesero, en tanto, es una revelación que toma fuerza a partir de Lucio Agustín Rancez quien llegó desde Azul, pero se convirtió en una topadora. Más de 20 productores, la mayoría tradicionales, con historia arraigada en la localidad, se convirtieron en una ruta ineludible para saborear quesos con hongos, cremosos, especiados, grana Tandil, hilados serranos
Un tambo de ovejas con quesos tipo “nube”
El proyecto más joven en integrarse a la propuesta ha sido Zampa. Una idea que lleva adelante el matrimonio de Juan Cruz Moy Peña e Isabel Saenz Rozas, dos jóvenes que acarician las ovejas que lactan su queso. Casi de casualidad se alinearon los planetas: asistieron a una charla, se encontraron a la salida con quien quería deshacerse de algunas cabezas, contaban con el campo… Zampa había comenzado. Su tambo de ovejas está cerca de Napaleofú produce casi 100 kg por semana. Crían de manera pastoril sus ovejas, con rotación de parcelas, producen la leche en dos ordeñes diarios y diseñaron una planta con proyección de crecimiento, a medida de sus necesidades. Hoy se encuentran diseñando una gama de productos cada vez más exigentes. Su estrella es el tipo Camembert 100 % de oveja. El pecorino con maduración de entre 9 y 12 meses pide pista. Juan Cruz insiste en un detalle: “es trascendental impulsar la degustación del queso de oveja. Es suave, con profundidad de sabor, sin el impacto del de cabra, la leche de oveja tiene una suavidad al palada que transforma al queso en una nube”.
Cerveza que pide cancha
Una condición que Tandil inspira es la renovación. Esa que no reniega de raíces, sino que las retransforma. Así le ocurrió al predio de la excancha del equipo tradicional de la ciudad, Ramón Santamarina. Luego de imprimir brindis en las tribunas, una vez desmantelado para ser reabierto en otro espacio, volvió a ser protagonista de espuma y celebraciones. Los socios de Tandilia son tres amigos que aman la cerveza artesanal y les disgustaba no contar con una de origen en la ciudad. Matías Yanuzzio, Ricardo Camgros, y Emilio Pardo se establecieron en la excancha y en 2016 hicieron la primera edición de su cerveza. Hoy, con producción a la vista, una barra de bar que devino en proyecto gastronómico y una gama de artesanales que incluyen American Ipa, Session Ipa, Old Ale, Charlie Brown, Rockaway Beach, Honey, Simply Red sea para recarga, en botella pet de 1 litro o la venta de su botellón de vidrio… todo el concepto es gourmet.
Su espíritu lanzó la tendencia y hoy Tandil es uno de los polos artesanales de cerveza del país más activos, con un cluster propio que se lanzó hace apenas unos meses. Entre la recorrida que se puede sumar a OGHAM, Glück, Quarryman, Cheverry o Beer house.
Una experiencia diferente es la que propone Ovunque. Rocío y Sofía Garuso, biotecnóloga y especialista en negocios respectivamente, crearon la primera maltería especializada en granos libres de gluten de Argentina. Basadas en el antiguo laboratorio de sus padres, referente regional en análisis agropecuarios, pudieron evaluar la calidad de los granos que maltean. Así se convirtieron en lo que llaman “maltas inclusivas”, permitiendo que haya en Tandil, antes que en ningún otro sitio, buenas cervezas sin TACC, por ejemplo. A esto suman una serie de kits para hacer la cerveza en casa y un conjunto de opciones para el uso de granos y maltas para la industria de alimentación.
Si te animás a intentar una cerveza tandilera en tu casa podés elegir entre los estilos Golden, IPA, Amber Ale, Porter y Pale Ale. Contienen 5 kg de maltas (enteras o molidas) y rinden entre 16 y 18 lts. Las maltas base y especiales van fraccionadas por separado y selladas al vacío. Además incluyen instrucciones para que puedas hacer tu cerveza libre de gluten de una manera sencilla, receta, enzimas, levadura, lúpulo y clarificante.
El mundo gourmet
Algo que creció entre las serranías es un cúmulo casi interminable de buenos sabores. Inquietos, con chefs que innovan, emprendedores de años, pero que apuestan a la vanguardia de la cocina de km. 0, productos frescos, de temporada, cocina de hogar y de mercado. Con ese perfil emergen decenas de ideas que se encaminan una tras otra.
Tierra de Azafranes es una inspiración de cocinas italiana y mediterránea. Imperdibles sus gambas al ajillo, sorprende el risotto de salmón o sus tablas de embutidos y quesos locales. Pastelito de manzana y panna cotta casera son dos ideales para el postre, aunque los helados propios compiten de igual a igual. Por supuesto, en un sitio donde reina el azafrán, los risottos son la gloria.
Si de llevarte a casa algunos encurtidos se trata, los locales recomiendan que elijas Filomena, fábrica de conservas y dulces que arrancó en 2005. Alcauciles en escabeche, champiñones, berenjenas y marrones en aceite, naranjas y membrillos, peras y manzanas, zapallos.
La joyita gastronómica de la zona es la torta movediza, el emblema local de edición exclusiva en la ciudad. Tandileza es una torta de fácil conservación, natural, sin aditivos ni conservantes químicos, inspirada en la naturaleza de la región y de las colectividades que volcaron a la cocina local sus propios condimentos. Así nace una especie personal de torta galesa que puede consumirse como se presenta (en caja o lata) o bien bajo alguna de las modalidades de postres que en el mismo producto se proponen. El último lanzamiento es una opción de alfajores con corazón de la propia torta.
La receta tiene dos partes: la salsa que surge de una mezcla de licores y condimentos locales que se utilizan para macerar las pasas de uva. Luego, la base cuenta con nueces, semillas de girasol y más pasas. Como un buen vino, con el tiempo enriquece su humedad, su sabor y la textura.
Paisajes de siempre
Aunque muchas de las opciones turísticas de paseos para hacer son tradicionales, hay una vuelta de tuerca en las atracciones que permiten redescubrirlas aún para quien es reincidente en la visita.
El turismo religioso siempre ha sido una clave con el Monte Calvario y su Vía Crucis. El recorrido lleva una hora y media. Se trata del tercer centro de peregrinación más importante del mundo.
El Parque Independencia, en el centro, tiene un ascenso central de unos 300 metros lo que permite, en la cima, acceder a una vista privilegiada de la ciudad. En lo alto se encuentra el castillo Morisco, una donación de la colectividad andaluza española que, entre otras cosas, incluye un restaurante.
El Lago del Fuerte cobró vida debido a la construcción de la represa del río Langueyú. Allí se desarrollan todo tipo de actividades náuticas.
El Cerro La Movediza conserva los vestigios de la célebre piedra que hasta 1912 hacía equilibrio en la cima de esta colina. Hoy se observan sus restos y se emplazó una réplica en su sitio.
El Cerro El Centinela es otro de los parajes célebres que esconde una leyenda: dicen que allí yace el alma del cacique Yanquetruz, convertida en roca (la piedra colgante) que espera el regreso de su amada Amaike.
El Camino de los Pioneros es un sendero e 3,5 kilómetros que conduce a la cima del cerro El Mate, se puede hacer a pie o en vehículo.
En el Valle del Picapedrero, que rememora la histórica tarea de los trabajadores de la piedra, hoy se encuentra un parque con decenas de atracciones como tirolesa, rappel, puentes colgantes, etc.
El Cristo de la Sierra se encuentra en la cima del cerro de Villa Don Bosco, frente al campo de golf de Valle Escondido. Se puede llegar hasta el estacionamiento y de allí encarar una caminata de 20 minutos que permite ver todos los atractivos de Tandil desde lo alto.
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