Detrás del show
Cuando el espectáculo está dentro y fuera de las pasarelas de las semanas de la moda internacionales
Pardon, excusez moi, se disculpan los más correctos. Otros cientos de curiosos se hacen lugar a fuerza de empujones, sin mediar palabra. Todos con una misma misión: lograr un lugar de privilegio para fotografiar a las celebrities que ingresan a los desfiles de moda de París. Saben que no lograrán estar en la primera fila, ni en la segunda. Pero afuera son estrellas, y se visten como tal.
La maquinaria que mueve cada desfile, se sabe, es infernal. En el último fashion week de París, el show de Nina Ricci tuvo 700 invitados, distribuidos en primera y segunda fila, no más, lo que permitió que todos pudieran ver cada pasada sin interferencias, y disfrutar la colección primavera-verano 2016 diseñada por Guillaume Henry.
En el Salón de Honor del Grand Palais el creativo jugó con las transparencias, algunas salpicadas con plumas, y demostró que puede crear piezas de cuero bien femeninas. Al terminar el desfile, de impecable negro y sin nervios a la vista, le contó a La Nacion revista que la preparación del espectáculo había comenzado dos meses antes, pero que la colección daba vueltas por su mente desde hacía mucho tiempo.
Fuera de Jeu de Paume, en Place de la Concorde, todo el revuelo lo generan Anna Wintour, editora de la Vogue norteamericana, y Anna Dello Russo, directora creativa de Vogue Japón. Adentro, cuando se encienden las luces, las miradas se concentran en la colección prét-à-porter de Paco Rabanne, diseñada por Julien Dossena. Un interesante juego de contraste, entre los metalizados dorados y el verde militar, o el deportivo urbano con cortes sensuales. En fin, entre la vanguardia de Dossena y el legado de Rabanne.
Como en todos los desfiles de París, las pasarelas se arman en sitios históricos. Y con puestas en escena que implican un espectáculo aparte de las tendencias de la próxima temporada. Pero más allá de la montaña de flores creada por Dior en el Cour Carrée del Museo del Louvre o del aeropuerto montado por Chanel en el Grand Palais de París, es una fiesta observar lo que sucede en la antesala. Mientras los actores, modelos y famosos intentan ingresar, varios con custodia personal, los fans se multiplican para fotografiarlos, retrasando el inicio del show. Quieren ver pero también ser vistos.
El desafío al mejor estilismo a veces está más puertas afuera. En busca de un clic hay rarezas de todos los colores: vestidos con plumas rosas, vinchas con megaflores y estridentes imitaciones. Los espectadores, mejores que cualquier crítico de moda, saben a qué diseñador pertenece cada prenda, cada accesorio. Como un grupo de amigas españolas que elogia a cada celebrity que pasa:
– ¡Sos hermosa! ¡Guapa!
– No la conozco, ¿quién es?
– No tengo idea. Pero es bella, ¿no?
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