A Evelyn le diagnosticaron depresión y ansiedad como consecuencia del estrés postraumático que sufrió. A pesar de eso elige transformar el dolor en aprendizaje.
El año pasado, unos meses antes de que se decretara la pandemia, Evelyn Acevedo (28) se había mudado con su novio, Santiago, y se encontraba muy entusiasmada por ese paso que estaba dando. Instalados en Villa María, en la provincia de Córdoba, como ella misma dice, su vida estaba en calma. Sin embargo, al poco tiempo esos sentimientos de felicidad y de bienestar por concretar su proyecto dejaron paso a la preocupación y a la amenaza que el virus traía consigo.
Evelyn cuenta que el día que su papá se enteró que era contacto estrecho de una persona que se había contagiado de Covid se alertó muchísimo. Tenía miedo de contagiar a su abuela, con quien compartía la vivienda. Por esa razón decidió realizarse un testeo que arrojó un falso negativo. Pero con el paso de los días los síntomas fueron apareciendo de forma muy grave. “Tal es así que un día decidí llevarlo a la guardia de una clínica de mi ciudad para que lo revisaran, pero lo enviaron nuevamente a su casa. Pasaron cinco días, llegó el Día de la Madre y a pesar de que mi papá me decía que estaba mejor, algo en mi interior me dijo que fuera a saludar a mí abuela. Cuando fui, vi cómo la enfermedad había avanzado en ambos: estaban flacos, con mucha fiebre, mi abuela apenas podía respirar, tenía una mirada con mucho temor”.
“Con mi papá hablábamos todos los días por WhatsApp”
Inmediatamente, Evelyn se comunicó con el servicio de emergencias y una vez que llegó al domicilio el médico le mostró su preocupación ya que los valores de oxigenación de su papá eran extremadamente bajos. Le manifestó que no sabía si llegaría a la clínica y que podría entrar en un paro cardiorrespiratorio. Finalmente, quedó internado en Terapia Intensiva durante siete días por una neumonía severa. Su estado era crítico.
“El mismo día llamé a emergencias nuevamente para que revisaran a mí abuela. Cuando el médico la vio, decidió llevarla y también quedó internada. Con mi abuela no teníamos posibilidad de comunicarnos, solo recibíamos el parte diario de la clínica. Y con mi papá hablábamos todos los días por WhatsApp. Él intentaba hablarme siempre, aunque por su debilidad el celular le pesaba como si fuera una enorme piedra”.
Evelyn cuenta que esos días de espera se despertaba muy temprano para rezar por la salud de ambos, mientras aguardaba los partes diarios. Pasaron los días y su abuela, que tenía 86 años, falleció sin tener contacto durante una semana con su familia y sin saber sobre el estado de salud de su hijo. “Luego de la muerte de mi abuela, me costó muchísimo sobrellevar la carga de la mochila que significaba esconderle a mi papá que su madre había muerto. El proceso fue muy duro, no podía entender que la casa de ellos estuviera, de repente, tan sola. Lloraba todos los días, creo que poco a poco iba entendiendo que ya estaba haciendo un duelo. Pero lo más duro fue hacer un duelo cuando aún una persona estaba con vida y con muchísimas ganas de vivir”, se lamenta.
“Sentí que mí corazón se destrozaba”
Mientras tanto, junto con los médicos acordó no informarle a su papá sobre la muerte de su abuela ya que tenía la esperanza de que pudiera recuperarse y de ninguna manera podía recibir una noticia de esa magnitud. Lamentablemente, tras 23 días de permanecer internado, su corazón dijo basta y falleció.
“Me envió un WhatsApp diciéndome que se iba a descansar porque se sentía muy cansado. A las tres horas nos informaron que, finalmente, iban a intubarlo porque ya no podía respirar por sus propios medios. Al otro día, yo estaba en su casa llorando con una remera de él y apareció mi mamá para darme la peor noticia de mi vida. Y así abandonó este plano. Ahí conocí lo que significa la tristeza y la angustia desde lo profundo del alma, sentí que mí corazón se destrozaba”, llora.
Evelyn cuenta que más allá del apoyo y del amor incondicional que recibió por parte de su mamá, de su novio y de mucha gente que estuvo a su lado, a medida que los meses iban pasando comenzó a tener dolor en el pecho, “muchísima” taquicardia y pulsaciones elevadas. Confiesa que estaba extremadamente triste y que los fines de semana solo quería dormir y descansar. “Hasta que un día fui a una guardia porque sentía que mi corazón iba a salir corriendo. Me hicieron un electro, me calmaron y el médico me hizo entender que debía ir a un psiquiatra, estaba teniendo un ataque de pánico y mi cuerpo había disparado una señal de alarma porque no podía más”.
La importancia de la terapia
Evelyn entendió lo importante que era realizar una terapia que con el correr de las sesiones le terminó aportando muchas herramientas para comprender lo que le estaba pasando y aprender a vivir con esa situación. Además, comenzó a ir de un psiquiatra que luego de una extensa charla la medicó con un ansiolítico y un antidepresivo. A su vez, el tratamiento psiquiátrico la ayuda para transitar el “enorme” estrés post traumático que le quedó tras las muertes de su papá y de su abuela.
“A una semana de que mi papa falleciera tuve una charla conmigo misma. Me hice un planteo fuerte y determinante: si quería irme con él al cielo o si deseaba seguir viviendo la vida que él me había regalado. Y así fue que elegí atender lo que me estaba pasando emocionalmente y empezar a preguntarme para qué me había pasado eso y dejar de preguntarme el por qué. Me fui dando cuenta de que tenemos una vida un poquito prestada y que hay que disfrutarla. Entendí que quedarme tiraba en la cama no era la solución. Aunque aún esté batallando contra la ansiedad y la depresión diagnosticada y medicada, le voy a dar batalla”, se emociona.
Estudiar con el corazón
Evelyn cuenta que se trató de un proceso para volver a encontrarse con ella misma ya que estaba “bastante perdida” en medio de un doble duelo que estaba transitando y de replantearse qué quería hacer con su vida. Por esta razón fue que se dejó ayudar por su novio, su mamá y su tío. De hecho, fueron ellos tres los que la motivaron para que estudiara la licenciatura en Recursos Humanos para que tuviera su mente activa y la ayudara en el día a día para superar su angustia.
“Siento que mediante esta actitud le estoy haciendo un homenaje a mí papá por todo lo que él me dio a mí. Comencé a estudiar Recursos Humanos en abril de 2021, totalmente virtual, así que puedo cumplir con mis demás actividades y me está yendo muy bien. Estoy haciendo la carrera con el corazón, siento que cada vez que me pongo a leer el material de estudio, ellos me están viendo y se deben sentir orgullosos de mí”.
Evelyn dice que actualmente se siente con mayor fortaleza y que estas vivencias traumáticas que tuvo que afrontar la hicieron madurar mucho más rápido y de golpe. “Elegí transformar el dolor en aprendizaje, en fortaleza, en resiliencia, en amor. Siempre elijo abordar mi ansiedad desde la risa, cada vez que puedo, porque es algo que mi cuerpo en este momento está pasando, está reaccionando y yo lo respeto, no lo padezco si no sería mucho más pesado. Aprendí que nada nos pertenece, que estamos en este plano de paso. Elijo creer que cuando dejamos la vida terrenal, no se muere el alma, si no que se eleva a otro plano, y que en algún momento vamos a volver a encontrarnos. Me encuentro intentando vivir el presente, reformulando toda mi vida, pero con mucha energía para avanzar y crecer”.
Detrás de cada una de las más de 116.000 muertes por coronavirus en la Argentina se encuentran historias que describen quiénes fueron esas personas, qué hicieron de sus vidas y, fundamentalmente, los recuerdos que dejaron en los corazones de sus familiares y seres queridos.
La pandemia se llevó a dos de las personas más importantes de su vida: su papá y su abuela. Más allá de la depresión que transita a raíz de esos acontecimientos, tiene un instante de paz para concentrarse en los hermosos momentos que vivió junto a ellos. “Mi abuela me dejó el legado del amor, de la entrega sin importar recibir nada a cambio, del buen trato, los buenos gestos, la paciencia. De mí papá aprendí la sinceridad, la fidelidad, el compañerismo, me dio otro punto de vista de la vida y me enseñó a tomarme los problemas con mucha soda. Pero el denominador en común de ambos es el amor y la sinceridad y todos los buenos valores que me dieron. Soy lo que ellos me inculcaron”, dice.
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