Adriana y Daniel cruzaron miradas y se rieron mientras charlaban de lo delicioso que había resultado el strudel. De esa historia surgió un emprendimiento exitoso famoso en San Telmo.
Adriana Rusendic está concentrada en su cocina. Sobre la mesada, armó una corona con harina 0000 y luego le agregó agua tibia y un chorrito de aceite de girasol. Con movimientos precisos formó una masa, la golpeó unas cuantas veces (para quitarle el aire) y la dejó descansar. Una hora más tarde, con una técnica sublime, la estiró suavemente con la palma de su mano hasta cubrir una la mesa rectangular. La masa para el strudel quedó finita, traslúcida y con el tamaño similar a un mantel de dos metros. “Disfruto poder transmitir las costumbres de Croacia a través de la cocina. Lo mío con la masa es más emocional que culinario. Es como darle una continuidad a todo el recorrido que hicieron mis padres desde que llegaron a Argentina”, confiesa Adry, como le dicen cariñosamente, en su restaurante familiar “Dobar Tek” en el barrio de San Telmo afamado en todo el país por sus strudel dulces y salados.
“Ivica” o Juan Rusendic, el padre de Adriana, nació en la ciudad de Makarska, en Croacia, en una casona rural de piedra en medio de la montaña. A muy temprana edad se embarcó en un navío (de bandera Yugoslava) como telegrafista y tras varios meses de navegación en 1948 llegó al puerto de Buenos Aires. Al tiempo decidió desertar el barco y se instaló en Avellaneda. Ivica no sabía ni una sola palabra en español, pero se las rebuscó para conseguir empleo en los boliches de los gallegos de Av. de Mayo. Arrancó como lavacopas y luego pasó a mozo y metre.
Años más tarde, en un encuentro de la comunidad croata, conoció a Elizabeth Munger. La jovencita lo cautivó de inmediato y al tiempo se casaron. En la década del 60 se instalaron en Valentín Alsina y allí, en una esquina del barrio, montaron su propio almacén con despacho de bebidas. Lo llamaron “Mar Adriático” en conmemoración a las aguas del Mediterráneo. Tras una gran inundación en el barrio perdieron todo y el matrimonio tuvo que comenzar de cero.
Posteriormente les surgió la posibilidad de presentarse para la concesión en un club croata en Constitución y con mucha dedicación comenzaron a elaborar platos con los sabores de sus orígenes. Elizabeth cocinaba junto a su mamá, Carolina, y sus hermanas, Paula y Jorgelina. Mientras que Juan se encargaba de las compras y de la atención de los clientes. Para su sorpresa, las especialidades resultaron un éxito dentro de la comunidad local.
Un balneario con aires croatas
Allá por la década del 70, los Rusendic, fueron a vacacionar a Mar del Sur, en la localidad del Partido de General Alvarado, en la provincia de Buenos Aires, y se quedaron fascinados con la tranquilidad del pueblo y su pintoresco balneario. Decidieron emprender una nueva aventura en familia: abandonaron la gran ciudad y se instalaron en La Costa donde montaron su propio restaurante en un hotel llamado “Los Pinos”.
Al principio, preparaban platos playeros, entre ellos, rabas, variedad de pescados y minutas. Posteriormente en 1984, se mudaron de locación y llamaron su restaurante “Makarska” (nombre en homenaje a su ciudad de origen). Con el cambio de nombre llegó también una vuelta de tuerca en el menú: tomaron protagonismo los strudels, goulash y platos con chucrut. Y se hicieron conocidos entre los veraneantes: a toda hora llegaban clientes de ciudades cercanas como Miramar o Mar del Plata. Con semejante éxito el restaurante solía estar abierto durante todo el año (tanto en el turno del mediodía como a la noche).
Cuando Cupido se metió en un strudel
En aquella época, Daniel Yorio trabajaba en un reconocido banco y durante los meses de verano lo solían trasladar para cubrir la temporada. En más de una oportunidad había oído recomendaciones de “Makarska” y un mediodía se acercó a deleitarse con las especialidades de la casa. El joven se sentó en una mesa y Adry, quien desde pequeña ayudó a sus padres en el negocio familiar, se acercó a tomarle el pedido. Cruzaron miradas y se rieron mientras charlaban de lo delicioso que había resultado el strudel. Aquel verano se encontraron en salón en más de una oportunidad. Un día, Daniel tomó coraje y la invitó a salir. A los meses se pusieron de novios y fruto de ese amor llegaron sus hijas: Lucía y Clara. Luego la familia apostó a abrir un segundo restaurante en Miramar llamado “Zagreb”. El nombre era para recordar la ciudad donde había nacido doña Carolina, la abuela de Adriana.
Tras el furor de los platos croatas en las ciudades balnearias bonaerenses, Adriana y Daniel quisieron probar suerte en San Telmo. El 6 de septiembre de 2007 inauguraron “Dobar Tek”. En la temporada de verano continuaban trabajando en Mar del Sur. “Buscamos un nombre que sea representativo de lo que es comer. Recuerdo que en su momento le pregunté a Adry cómo se dice “buen provecho en croata” y ella me respondió, entre risas, “Dobar tek”. Fue así de simple y sin muchas vueltas”, recuerda Yorio a LA NACIÓN. El pasado septiembre, el restaurante cumplió catorce años y se transformó en un clásico indiscutido del barrio .
Antes de la apertura, acondicionaron el salón y pintaron las paredes de la fachada del local con los distintivos colores de su bandera: azul y rojo. Además, le dieron otra impronta con posters, mapas y láminas con imágenes de las islas más bonitas de Croacia. En un antiguo mueble se conservan varios recuerdos y galardones familiares de todas las épocas.
Directo al paladar: fiambre, goulash y el infaltable postre
Para comenzar la experiencia culinaria Yorio aconseja probar el “Cracovia” (típico fiambre de cerdo ahumado) y el Leber. Luego, una opción tentadora, es continuar con la variedad de strudels salados, una de las grandes especialidades de la casa. “Los que lo prueban quedan realmente fascinados, les encantan. Con decirte que se podría armar un club de fans para cada sabor”, afirma Daniel, orgulloso. Hay de acelga y queso por salud; ricota y crema de leche o de carne picada y crema de leche. Otro hit: el “Dobar Tek” relleno con jamón ahumado, queso por salut, tomate cherry y cebollitas rehogadas en orégano.
Un principal puede ser el codillo de cerdo ahumado con chucrut y papas al natural o el “Cevapčići” (rodillo de picada de ternera y bondiola) cocidas a la plancha con oliva acompañadas de ensalada fría de papas y cebollas y condimentos típicos. Los “Punjene Paprika”, ajíes rellenos de ternera picada, arroz y condimentos, acompañado con puré de papa y salsa de tomate, también despiertan más de un suspiro. En la lista de los imperdibles, no puede faltar el goulash. “Es otro de los favoritos, en La Costa salía muchísimo. Por día, se consumían dos ollas inmensas”, recuerda Daniel y admite que “no importa cuál sea la época del año siempre está firme en la carta.
Cuando llega el momento dulce, el strudel tradicional es la gran vedette. Adriana aprendió la técnica de este arte culinario observando a su madre. “Desde que nací la veía estirar la masa del strudel a mano, creo que fueron tantas veces que cuando me tocó armarlo me salió solo. Comencé a ayudarle con la elaboración una temporada de verano que ella estaba desbordada de trabajo y desde entonces jamás me aleje de la cocina. Después me entrené con mis tías Paula y Jorgelina, que me compartieron más recetas”, agrega.
Durante los veranos en Mar del Sur, llegó a amasar en mesas, de casi 2 metros, unos 20 strudels por día. “Parecía un maratón de strudels. Había momentos en los que cocinaba 48 horas sin parar”, rememora. Adry se emociona cada vez que algún comensal le dice que lo que ella prepara “es un arte”. “Me da mucha satisfacción cuando la gente valora lo que estoy haciendo. Siento alegría, orgullo, como una misión cumplida, la de poder transmitir todo eso con las manos y sin ninguna palabra”, asegura, quien es fanática del strudel de manzana tradicional con azúcar y canela. En su restaurante, también ofrecen el “Especial” con manzana, azúcar, canela, pasas de uva, nueces y ron croata. Puede ir solo, con helado o con crema y hasta bien completo (helado, crocante y caramelo).
Adry estira la masa en silencio y se compenetra con la técnica. En tan solo unos minutos presenta su obra maestra. “El secreto es hacerlo con ganas y con amor”, asegura, entre risas, sobre la receta ancestral. El aroma a manzana en el horno invade su cocina. “Este olor es el que más recuerdo de mi infancia y lo sigo disfrutando toda mi vida”, concluye. “Buen apetito”, dicen en el restaurante de los Rusendic, o mejor dicho, “Dobar Tek”.
Más notas de Todo es historia
Autorechazo y odio. “Tartamudeaba y sufría por una alergia pero las personas se sorprendieron por el cambio drástico en mi vida”
Laura Muñoz. La nueva vida de la testigo fundamental en el caso Boudou: clases de yoga, nuevo amor y la lucha por la verdad
Un pueblo argentino le dio la mejor base. Alcanzó el éxito y tiene una clave: “Los cambios hay que hacerlos cuando las cosas van bien”
Más leídas de Lifestyle
"Como en el Mundial". El emotivo momento en la boda de Sam y Hernán, la pareja que revolucionó TikTok
Un pueblo argentino le dio la mejor base. Alcanzó el éxito y tiene una clave: “Los cambios hay que hacerlos cuando las cosas van bien”
En la Argentina Por qué hoy se celebra el Día del Trabajador Telefónico
Calidad de vida. Tejer es beneficioso para la salud: conocé lo mejor de esta práctica