El aspecto espiritual de la experiencia
A veces nos pasa que fijamos la mente en una meta y todo lo demás se diluye. Es un momento de concentración, de certeza, de determinación beatífica que se da poco en este mundo moderno lleno de relatividades, dudas y enigmas.
La dispersa mente del hombre contemporáneo, dado a abarcarlo todo desde un asiento en la oficina, de repente, en el escenario natural que ofrece una montaña o un camino que se extiende entre rocas y escenarios inhóspitos, se enfoca de modo absoluto.
El desafío se da dentro del vínculo con algo puro y, a la vez, implacable, como es una montaña. El propio cuerpo, sin ir más lejos, ofrece de sí todo, con tal de alcanzar la meta.
La tarea de aquel que se enfoca para el desafío, entonces, se hace ritmo y, a la vez, creatividad que sortea obstáculos. El cuerpo se prepara, la mente se unifica con el organismo en una comunión desconocida para muchos, lo cual genera un efecto que los entendidos asocian al goce profundo.
El que acepta el desafío del esfuerzo hace un movimiento en doble dirección: por un lado, el movimiento se extiende por la geografía propiamente dicha, esa dimensión de pura naturaleza, la que se ve a la luz del sol y se torna, a veces, en metas cuantificables como son los tiempos de una competencia o los metros de la montaña desafiada. El otro movimiento va hacia los recovecos del espíritu del deportista, sorteando los valles del desánimo, los entusiasmos y las caídas en ese camino interior que es fuente de sentido para la continuidad de la empresa.
Las actividades deportivas en general ofrecen ciertas similitudes en lo que implica esfuerzo y ampliación de las propias capacidades a partir del desafío de los límites. Sin embargo, posiblemente la nobleza de la naturaleza tenga algo muy singular y único que ofrecer en aquellas disciplinas que transitan a puro cuerpo, sus extensiones y alturas. En este sentido, no son pocos los que señalan el aspecto espiritual de estas experiencias, un aspecto que trasciende lo competitivo y se relaciona directamente con el hecho de atravesar paisajes de maravilla, pisando piedras milenarias, en medio de escenarios únicos que contactan con ese "algo más" que le ofrece sentido a todo.
Si a lo antedicho se le suma el beneficio de pertenecer a un grupo de personas unidas por idénticas pasiones, seguramente se entenderá tanto entusiasmo por actividades que hacen que la vida se sienta con una intensidad y una belleza inigualables.