En la localidad pilarense de Lagomarsino, según los vecinos, los delitos son moneda corriente y los profesores de la escuela faltan constantemente
Dos colectivos partieron del Club Municipal Lagomarsino “Diego Armando Maradona”. Otros cuatro lo hicieron desde diferentes puntos del municipio de Pilar. Los seis vehículos se reunieron, con sus asientos llenos, en la intersección de la Ruta 26 y Panamericana, y de ahí salieron juntos hacia el estadio de Vélez, en Liniers. En el camino, los vecinos trasladados se sacaron selfies y algunos, incluso, las publicaron en sus redes. La alegría general tenía explicación: iban a ver a Maluma en vivo. Y lo mejor de todo: era gratis.
Esa misma noche, también sobre la Panamericana y a menos de 9 km de donde se reunieron los seis colectivos, Luciano Jesús González, alias “Lucianito”, baleaba hasta matar al empresario Andrés Blaquier para robarle su moto de alta gama. Una vez obtenido lo que quería, escapó en dirección a su barrio, en la localidad de Lagomarsino, Pilar, pero pocos minutos después chocó contra un poste y abandonó el vehículo.
A primera vista, los dos acontecimientos, ocurridos el sábado pasado, parecen tener poco o nada en común. Pero para Laura, vecina del barrio donde vive “Lucianito” y beneficiaria de una entrada gratuita para el recital, los hechos son un claro reflejo de cómo se vive en la localidad de Lagomarsino: allí, dice, falta lo básico y, a veces, sobra lo prescindible.
Ningún vecino niega los avances. El año pasado, el gobierno municipal, a cargo de Federico Achával, sorprendió a todo el barrio con la inauguración de un club municipal (el mismo de donde partieron dos colectivos hacia el recital de Maluma y, en otras ocasiones, hacia otros shows). Allí se practican actividades deportivas y culturales gratuitas para adultos y niños y se brindan meriendas, también gratuitas, para quienes asisten. En las últimos meses, destacan los vecinos, la fisionomía del barrio cambió por completo: se asfaltaron varias calles principales y se colocaron piedritas sobre algunas otras, lo cual permite que las personas puedan salir a trabajar los días de lluvia, algo que antes resultaba imposible. También se renovaron los focos de luz del alumbrado público, que en algunas calles se encontraban fuera de funcionamiento.
Pero las mayores demandas de la que todos se hacen eco todavía están pendientes. Entre estas se encuentran la seguridad, la educación y la salud de calidad. “Hoy mi nena tuvo dos horas de clase en la escuela 47. Solo dos, porque los profesores faltaron. Me dijeron que mañana ni la lleve porque no va a haber clases”, cuenta Soledad Villordo (34), desde su jardín, mientras arregla, junto a su pareja y su hermana, la instalación eléctrica de la casa. Entre sus vecinos, muchos optan por enviar a sus hijos a escuelas parroquiales, aunque ello implique un gran esfuerzo económico. “Es que la escuela pública de acá es terrible. Mi hermana, que tiene 20, terminó el secundario sin saber leer”, suma.
A pocos metros, sobre la calle, un grupo de niños juega a la pelota con un arco improvisado. Más tarde, a eso de las 17, serán muchos más quienes salgan a jugar. También aparecerán los jóvenes, que se instalarán en las esquinas y en la plaza del polideportivo a tomar mate y charlar. Pero a eso de las 19:30, cuando empiece a anochecer, las calles comenzarán a vaciarse.
“De noche no podés salir ni siquiera a comprar porque te roban. Salen drogados, te asaltan. Y, además nadie se anima a defenderte porque todos los chorros andan armados”, dice Ana María Cueva, de 52, quien trabaja en la cooperativa y tiene un emprendimiento de artesanías.
Belén Pérez: el caso que todavía estremece a Lagomarsino
La localidad entera se conmocionó el lunes por la tarde, cuando el rostro de Luciano Jesús González, alias “Lucianito”, apareció en los canales de noticias. En Santa Brígida, dónde él vivía, y en los barrios aledaños, no se hablaba de otra cosa. Algunos de sus vecinos no lo conocían de cara, pero sí conocían su apodo y su fama de ladrón. Otros, los que vivían más cerca, acostumbraban a verlo pasar a toda velocidad con su moto y le temían, no solo por los cuentos, sino también por las fotografías con armas y dinero robado que compartía en sus redes.
Pero hubo otro caso, también con cobertura mediática, que estremeció aún más a los vecinos, y al día de hoy, casi un año después, sigue manteniéndose en boca de todos. Se trata de la desaparición seguida de muerte de la joven vecina Belén Pérez, que fue vista por última vez por su familia el 14 de enero pasado, durante una discusión con su pareja en la vía pública. Ella tenía 22 y estaba embarazada de cuatro meses. A fines de septiembre, la Justicia logró identificar sus restos óseos, que habían sido encontrados meses atrás en un descampado del barrio de Santa Teresa.
“Las cosa está muy difícil. Hace poco, salí temprano de casa el fin de semana y vi patrulleros al lado del jardín de infantes. Habían violado a una chica”, dice una vecina que prefiere resguardar su identidad. “Ayer me enteré que hace unos días mataron a una vecina, una mujer mayor, cuando entraron a robarle -cuenta, desde la puerta de su casa, Paulina Rodríguez, de 47, madre de 7-. A mi hijo una vez lo apuñalaron en una pelea, acá, en la calle. Durante la cuarentena se armaban muchas peleas callejeras. Eran grupos de unos 15 o 20 contra otros grupos del mismo tamaño. Parecían guerras”.
Otra de las grandes deudas de la que hablan los vecinos es el acceso al sistema de salud. En el Centro de Atención Primaria de la Salud (CAPS) San Cayetano, en la intersección de Noruega y Honduras, no hay médicos de guardia. “Para ir, tenés que sacar turno con dos meses de anticipación. Saqué para pediatría ahora y me dieron para enero”, cuenta Villordo.
Según fuentes del Ministerio de Salud de la Nación, el tipo de atención que brindan los CAPS varía según el nivel de complejidad de los mismos, pero todos, como servicio básico, deben garantizar la atención por demanda espontánea del agente sanitario, enfermería y médico. En el CAPS San Cayetano, la guardia existente, informa la recepcionista del centro, es de enfermería.
Según los vecinos, a este factor a veces se suma otro: la falta de insumos médicos. “Antes, ahí te daban los medicamentos básicos. Ahora, te mandan a comprarlos a la farmacia porque muchas veces no tienen”, cuenta Cueva, mientras otra vecina suma: “Hace dos o tres meses, un conocido se cortó apenas el dedo. Fue al CAPS y de ahí lo mandaron a la UDP de Maquinista Savio. Pero ahí no tenían para coserle y lo mandaron a Del Viso, y de ahí lo mandaron a Escobar. Todo eso para hacerle tres puntos”, cuenta.
LA NACION intentó comunicarse en reiteradas oportunidades con las autoridades del municipio para brindarles su derecho a réplica, pero no obtuvo respuesta.
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