A unos 40 kilómetros de Ezeiza, Lucas Morales se prepara para acompañar, como casi todos los miércoles, a V31, el club de rugby y hockey que nació y funciona en el Barrio Padre Carlos Mujica, en Retiro. Sus amigos le dicen Luquitas, o Luqui. Tiene 27 años y vive al lado de la sede transitoria del CeSAC 25, en el sector YPF. Para llegar a su casa, hay que entrar en la villa por la calle Carlos Perette en la zona Güemes, caminar 400 metros, doblar a la izquierda en Calle 10, y luego a la derecha en av. Presidente Ramón Castillo. De ahí, seguir otros 500 metros por un camino custodiado por imágenes de Mujica en los muros y ermitas del Gauchito Gil, hasta llegar a la casa 10 de la manzana 33.
Después del partido, vuelve lo más rápido que puede al barrio: a las 18.30 tiene entrenamiento con los infantiles y necesita cambiarse. Se saca su uniforme de entrenador –gorro de lana blanca y marrón, pantalón de gabardina camel y zapatillas verde oscuro–, se pone un jogging. "Ahora sí soy yo. Estoy más cómodo", dice al salir de su habitación hacia la canchita de pasto sintético. En el camino pasa por El Campito, el club social en el que el rugby tuvo su inicio en el barrio, hace 10 años. Luqui cuenta que la ovalada llegó a sus vidas gracias al médico del lugar: "Un día a Martín Dotras se le ocurrió traer una pelota de rugby y se dio cuenta de que los pibes se entusiasmaban. Entonces empezó a armar entrenamientos los sábados. Y se fue gestando de a poquito un primer equipo con juveniles-plantel superior, porque éramos pibes de 17 años que jugábamos contra equipos de pibes de 30".
Durante los tres primeros años, El Campito funcionó como sede del equipo. Además, como este tenía personería jurídica, pudieron participar en el torneo empresarial de la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA) –en el cual salieron campeones–. Pero Lucas explica por qué decidieron dar un paso al costado: "Nuestros ideales y energías no estaban alineados con los de El Campito, que estaba atravesado por una impronta más de militancia. Nos considerábamos apartidarios, así que nos retiramos y empezamos a gestar el V31 Club".
Botines puestos
En el país, el rugby es amateur. Sin embargo, la Unión Argentina de Rugby (UAR) es quien mantiene a Jaguares, el único equipo profesional de Argentina, financiado principalmente con plata de patrocinadores. La UAR se convirtió en 2017 en la federación deportiva con mayor presupuesto anual, rondando los US$25 millones. Estas cifras siderales están lejos de los parámetros del equipo de la Villa 31.
Los primeros años, el V31 Club contó con el padrinazgo de Botines Solidarios, una fundación que intenta transmitir los valores del rugby –juego en equipo, esfuerzo, tenacidad– a jóvenes y adultos en barrios vulnerables o condiciones de encierro. "En el primer año se sumaron muchos profes de la primera de clubes como Champagnat y Pueyrredón –cuenta Lucas–. Además de bancar a los profes, Botines coordinaba traslados y generaba recursos para poder viajar y competir en otros lados".
Botines ya no es parte de V31. Lucas aclara que el padrinazgo generó lo que tenía que generar: enseñarles a ellos a tomar decisiones.
Ahora somos nosotros los que nos contactamos con otros clubes, armamos encuentros y convocamos. También hacemos ferias y rifas para bancar todo.
La canchita
Luego de caminar varios metros por la av. Presidente Ramón Castillo y cruzar algunos charcos, hay que doblar a la derecha para llegar a la cancha de sintético con caucho. Algunas casas rodean uno de los laterales y el arco que da al interior del barrio. Detrás del otro arco hay un paredón enorme que dice Club Social y Deportivo Cancha 9. Y en el otro lateral está el Edificio Movimiento, de 1954, al que llaman "Correo Viejo", porque en aquel momento iba a funcionar la Dirección General de Correos y Telecomunicaciones. Pero actualmente funcionan oficinas de la Policía Metropolitana.
Este centinela de 12 pisos vigila el predio con un cartel muy grande del Gobierno de la Ciudad. Más cerca del suelo, un mural enorme con el Gauchito Gil y dos leones pintados en la pared de un comedor comunitario velan por los que se acercan a hacer deporte. Mientras otros chicos juegan al fútbol, se ve cómo algunos aviones que salen de aeroparque remontan vuelo. Pasan tan cerca como en muchos clubes de rugby de Primera división que están ubicados en las inmediaciones del Aeropuerto Jorge Newbery.
Llega Darío Reyes, el presidente de V31. Lucas, que es el vice, lo presenta. También tiene 27 y conoce a Luquitas desde un programa de Botines Solidarios en Puerto Pibes. Ambos coinciden en que estas formalidades –los cargos– son necesarias para conseguir la personería jurídica, que obtuvieron hace poco, pero que son ficticias porque todos son directivos, entrenadores, jugadores y psicólogos a la vez.
Los chicos que se acercan al rugby viven en distintas zonas de la villa: Güemes, YPF, Viejo Correo y Barrio Chino. Darío dice que el club tiene más de 150 integrantes: "Menores en rugby deben ser alrededor de 20, y mayores, cerca de 24, pero a veces para una gira somos 30 y de repente para entrenar un miércoles a la noche somos 10. En hockey, participan alrededor de 40 chicas, todas menores, no hay mayores. Y, en crossfit, son como 60".
Aunque el rugby siempre estuvo ligado con un sector socioeconómico alto, Lucas dice que ahí tuvo buena repercusión. Por ser un deporte "desconocido" llamó la atención de los pibes del barrio: "Lo emocionante es que algunos de ellos andaban en la mala y después se terminaron transformando y se encaminaron hacia objetivos y propósitos mucho más lindos, que hacían a la convivencia de los sectores del barrio. Y ahí se empezó a consolidar un grupo comprometido".
Empoderados
La UAR está integrada por distintas uniones, y la URBA es la más grande, con 90 clubes miembros que son todos amateurs. Luqui explica que en algún momento quisieron formar parte, pero desistieron porque solicitan muchos requisitos inalcanzables para un club en formación, como un predio, equis cantidad de divisiones con cierto número de jugadores cada una y muchas cosas más. Sin embargo, un integrante de la comisión de rugby infantil de esta unión les propuso participar de los torneos que se hacen cada tanto.
Reciben afecto y terminan creando hábitos de vida lindos, incorporan valores, disciplina, entienden a través del rugby
Como V31 Club no es parte de una competencia formal por no estar dentro de una unión, integra la liga de Rugby Social Metropolitano, que está conformada por 20 organizaciones que hacen rugby social en diferentes partes de Buenos Aires y una vez al mes organizan un encuentro regional. Darío explica que a veces llegan a ser más de 500: "Los chicos vuelven recontentos y fusilados porque juegan tres o cuatro partidos en un día. Es muy lindo ver cómo chicos que si no se formaba esta organización, capaz nunca hubiesen conocido el rugby, y hoy están jugando un deporte que hasta hace poco era para clubes y colegios grandes".
Lucas dice que el principal objetivo de V31 es empoderar y ayudar a los chicos a tomar cada vez mejores decisiones. Considera que el rugby y los valores que pregona son muy importantes para esta cruzada: "Hay muchas familias ausentes acá, y los pibes crean hábitos insalubres. Buscamos generar este espacio de contención en donde los pibes terminan descubriendo un primer hogar, un grupo sano de amigos. Reciben afecto y terminan creando hábitos de vida lindos, incorporan valores, disciplina, entienden a través del rugby. Y lo mismo que practican en un entrenamiento o en un partido lo llevan a sus casas como hijos, padres, en el colegio o en el trabajo".
Algunos de los chicos se toman tan en serio el rugby que se van a otros clubes grandes para desarrollarse en el juego: "No es el principal propósito formar buenos jugadores y que terminen en Los Pumas. Pero es un efecto colateral que nos hace felices". De todos modos, Lucas ve potencial en los jóvenes y está seguro de que, en pocos años, muchos de estos chicos tendrán la oportunidad de jugar en algún seleccionado.
Tomás Deagustini
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