El estrés de febrero
Preparativos escolares, exámenes pendientes, calor extremo, retorno laboral y un año que recién comienza: cómo transitar el mes de la crispación fácil
Desde hace años, para Julia Szejnblum febrero es sinónimo de libros, estudio y largas horas de lectura en la Biblioteca Nacional o en la del Palacio Pizzurno. "Para mí está lejos de ser un mes de descanso. Es el más fuerte a nivel estudio. Como este año quiero recibirme, además del final estoy haciendo una materia en el verano para adelantar la cursada".
Estudiante de Letras, Julia, de 22 años, asegura que éste es, por lejos, el "mes más estresante e intenso" del año, no sólo por las horas de estudio, sino porque se combina con su trabajo como coordinadora de una maestría en la Untref, el calor y la incómoda sensación de que lo mejor ya pasó (las vacaciones) y lo más duro está por comenzar. Y para colmo, sin el incentivo de un nuevo descanso "largo" en el corto plazo. "Esta vez me tomé vacaciones en enero. Pero los dos veranos anteriores me fui en marzo porque terminaba muy agotada. Cuando deje de cursar la materia de verano me voy a ir aunque sea un fin de semana al Tigre. Realmente lo necesito."
En el caso de Andrea Max, de 42 años, mamá de Gael, Benicio y Milo de 11, 9 y 5 años, este febrero se le está haciendo especialmente pesado, y no sólo por el clima. "Todavía tengo que terminar de comprar algunos útiles del colegio, aunque muchos ya los compré en diciembre en un mayorista, en parte para ahorrar y en parte para sacarme ese temita de encima -dice-. Pero hay cosas, como el uniforme, que es mejor dejar para último momento. Y me queda pendiente la visita a algún médico que me fue corriendo el turno. En general veraneo en febrero, pero este año lo hice en enero y se me está haciendo interminable", reconoce Andrea, a cargo de su propia empresa de catering.
Para el ingeniero en sistemas de Información Lucio Loiacono, el aterrizaje en su puesto de trabajo después de sus vacaciones tuvo que ser veloz. Responsable de la universidad IT de Despegar.com, donde capacita a jóvenes estudiantes en desarrollo de software e innovación tecnológica, no bien llegó de su idílico descanso tuvo que ponerse a dirigir un nuevo programa de capacitación. Y sin anestesia.
Aunque en un imaginario e hipotético ranking de meses más estresantes diciembre se alzaría con el primer puesto, febrero no se queda para nada atrás y hasta le compite mano a mano con fin de año. Entre los preparativos de la vuelta alcolegio -programada para el 29 de febrero-, el regreso de las vacaciones (con el retorno al trabajo incluido) y los exámenes en los niveles secundarios y universitarios que ya se están tomando, el mes que estamos transitando se parece bastante a diciembre. Pero con una desventaja: las vacaciones ya no asoman en el horizonte cercano.
"Febrero es un mes absolutamente estresante pero socialmente pasa desapercibido porque nadie se anima a decir, al comienzo de año y después de volver de las vacaciones, que está estresado -señala Mirta Petrollini, psicóloga, docente y supervisora de la Institución Fernando Ulloa-. Es un mes demasiado corto, no sólo poque tiene menos días sino porque en pocas semanas hay que armar una organización anual familiar, escolar y laboral".
A diferencia del último mes del año, en el que la gente reconoce y hasta comparte con pares, amigos y familiares su alto grado de estrés, en febrero la angustia y el desánimo van por dentro, de forma individual y lejos del colectivo social. "En diciembre, todos parecen compartir esos estados alterados, es algo socialmente aceptado; pero en este mes no existe esa exteriorización porque no está contemplado que estés cansado o estresado si encima volviste hace poco de vacaciones -dice Petrollini-. Pero si repasamos los factores objetivos de este mes, como la planificación y el inicio real del año, la puesta en marcha de la casa después de las vacaciones, la compra de útiles si no tuviste previsión de hacerlo antes, los exámenes de los chicos y la vuelta al trabajo, sumados al intenso calor, febrero es un mes por demás complicado", sostiene la especialista de la Institución Fernando Ulloa.
Por eso mismo, para Roberto Sivak, médico psiquiatra y docente del Departamento de Salud Mental de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA), el mes que estamos transitando demanda para todas las personas, en menor o mayor medida, "una exigencia adaptativa".
"Todos sabemos que la actividad real empieza en marzo. Febrero es la transición entre un período marcado por el descanso y las vacaciones y otro dominado por la vuelta a la actividad laboral o académica -explica Sivak-. Esto implica una exigencia adaptativa, es decir, un esfuerzo adicional por parte del sujeto. El problema es hasta qué punto esa exigencia nos desborda o no encontramos los recursos necesarios para sortearla."
¿Ejemplos de exigencias adaptativas de febrero? Los más típicos son los relacionados con la vuelta al trabajo después de un período de desconexión, o las vinculadas con factores económicos, como la inflación en relación con las compras de útiles escolares, que demandan un esfuerzo monetario extra, o la búsqueda de alternativas que ayuden a paliar esa erogación de dinero, como compras anticipadas, visitas a mayoristas o la espera de las salvadoras promociones con tarjetas de crédito. Otra exigencia adaptativa clásica de este mes en curso es la que demanda la preparación de exámenes, en muchos casos definitorios de la situación académica del estudiante.
A pesar de las dificultades que puedan presentarse, hay maneras de atravesar febrero sin grandes colapsos emocionales. Para Andrea Max, mamá de tres hijos en edad escolar, el recurso para atravesar la exigencia adaptativa que demanda la compra de útiles fue anticiparse. ¿De qué manera? Compró los básicos -esos clásicos infaltables que se piden todos los años- dos meses antes para ahorrar y no sobrecargarse de responsabilidades ahora.
"Todavía me falta un cuarto de la lista. En febrero se compran los libros de texto, porque aparecen las promociones de los bancos y es mucha la diferencia, más con tres chicos", dice Andrea, que a pesar de venir bastante bien con las compras escolares quiere que este febrero termine pronto. "En otros años, a esta altura estaba de vacaciones, entonces no sentía esta sensación de agobio -sostiene-. Es la primera vez en muchos años que estoy en Buenos Aires en esta época y se me está haciendo larguísimo, mis hijos están aburridos y con el calor mucho no salen. Por momentos quiero que empiece ya marzo, pero la llegada de la rutina también me asusta", reconoce.
La vuelta al trabajo luego de las vacaciones también es un factor de estrés muy frecuente, sobre todo cuando ese regreso implica ponerse al frente de un nuevo gran proyecto dentro de la empresa, como en el caso de Lucio Loiacono, de 40 años, a cargo de la formación de jóvenes en el área de sistemas en Despegar.com. "El aterrizaje es difícil, cuesta mucho. Más cuando estuviste fuera del ámbito de trabajo y tenés que llegar al microcentro y te cortan los trenes, subtes y tenés que tomar un colectivo con varios metros de cola. Además, se suma el intenso calor. Evidentemente, hay que tener una motivación personal que supere estas condiciones. La mejor estrategia para que uno quiera regresar de sus vacaciones es hacer lo que te gusta", reflexiona.
Además, dice Lucio, quienes trabajan en IT están de alguna manera "programados" para adaptarse rápido. "En mi caso, y quizá para la mayoría de las personas del área, estamos orientados a ser ágiles -asegura-. Lo que sí puede pasar, porque ésta es la época donde muchos volvemos y muchos otros se van vacaciones, es que los equipos queden con menos gente y algunos se hagan cargo de los temas de otros."
Para Fernando Adrover, docente y decano de la Facultad de Psicología y Relaciones Humanas de la Universidad Abierta Interamericana (UAI), conviene bajar las expectativas del regreso. "La vuelta de las vacaciones no siempre es sinónimo de un aumento del rendimiento laboral, al menos no en el corto plazo -sostiene-. La prueba está en que hay varias personas que todavía no se fueron y funcionan mejor que los que nos fuimos. Si realmente te desconectaste, cosa que es positiva, volvés con un ritmo diferente. Los que hicieron vacaciones cortas, contrariamente, rinden mejor porque no hicieron un cambio brusco. Basta recordar todo lo que hacíamos en diciembre y nos parece imposible. En febrero, en cambio, todo cuesta más. El descanso tal vez es bueno y se aprecia en el mediano o largo plazo, pero en el corto no se ven resultados. No hay que creer que por haber descansado se rinde más".
De hecho, hay especialistas, como Petrollini, que ponen en duda el verdadero descanso que se alcanza en las vacaciones. "Muchas veces es cambiar el paisaje y en el mejor de los casos algunas rutinas, como levantarse más tarde. Pero el descanso es relativo si se tienen niños pequeños. La vuelta en febrero no tiene por qué ser la vuelta al abismo. Pero cuesta y no está mal exteriorizarlo y contarlo", dice la psicóloga de la Institución Fernando Ulloa, que en la consulta dice que el tema "febrero" suele surgir de forma habitual.
Julia Szejnblum, estudiante de Letras, confiesa de hecho que ella habla del estrés que le genera este mes con su terapeuta. Para ella, la exigencia adaptativa de este febrero es aún mayor que en años anteriores por la materia de verano que está cursando en paralelo con la preparación de un final y su jornada laboral. "Estoy agotada, acabo de salir de la psicóloga e hice catarsis. Le dije que quería que llegara marzo ya. Empiezo muy a full el año, después, durante la cursada, baja la intensidad", dice Julia. ¿Sus recursos para no colapsar en medio de tanta presión? Mantener una ordenada rutina de estudio: después del trabajo, va a alguna biblioteca y se sienta a leer. "Si me voy a casa, seguro que me tiro a dormir, no puedo estudiar ahí", se sincera.
Transición e incertidumbre
Otro factor que sin dudas contribuye a aumentar la ansiedad en estos días es que, por definición, febrero es un mes de transición y de posibilidades que se abren, de incertidumbres, mientras que diciembre es sinónimo de etapas que se cierran, de balances y de hechos consumados. En una palabra: la incertidumbre que rodea este período del año es peor, en términos emocionales, que las certezas de diciembre. "En febrero hay expectativas, ansiedad, cansancio y los famosos «pendientes» que hay que resolver sí o sí. Una vez que el año empezó a andar, con una mínima rutina en marcha, todo tiende a acomodarse", asegura Petrollini.
Adrover agrega: "Es un mes atípico, corto, de transición. Son todos factores que aumentan la ansiedad. Hay gente que quiere que arranque ya el año fuerte para salir de ese estado de limbo". Lo importante, dice el psiquiatra Roberto Sivak, es cómo se transforma una situación de estrés en una alternativa favorable y positiva. "La clave es la planificación laboral y académica con logros realistas. Sirve ponerse metas a corto, mediano y largo plazo, fraccionar los objetivos en períodos cortos para no sentir que tenemos todo el año por delante."
Otro consejo es planificar un descanso próximo. "Suele desmoralizar pensar que falta un año para las vacaciones. Por eso es importante planificar alguna posibilidad de viaje cercano para que la zanahoria no esté al final", dice Sivak.
Aunque pocos lo reconocen, no hay dudas de que febrero le compite a diciembre en términos de estrés. Es cierto que no tiene el color de las Fiestas, ni los regalos, ni juntadas con amigos. Pero como para reivindicarlo, vale destacar que hay Carnaval, Día de los Enamorados y, estadísticamente, es el de mayor nacimientos a nivel mundial. "Hay que pasar febrero", dicen, un poco en broma, los especialistas en estrés y ansiedad. Ya falta menos. La mala noticia es que este año febrero tiene un día más.
Los disparadores de la crispación
Examenes: desde hace años, febrero es sinónimo de libros, resúmenes y estudio.. Para los que están en el secundario, este mes implica estudiar para pasar de año. Para los universitarios, es época de finales que pueden significar seguir avanzando en la carrera o quedarse estancado hasta la próxima fecha de examenes.
Compras: las interminables listas de útiles salen a relucir en este mes. Aunque muchos colegios las dan a conocer en diciembre, son pocos los que tienen la previsión de comprar antes (justamente porque diciembre es otro de los meses críticos) y dejan esa tarea a la vuelta de las vacaciones. A pocos días del comienzo de clases, no queda otra que salir a comprar y aguantar las colas y los elevados precios.
Planificación: si diciembre es el mes de los balances, febrero es el mes de la planificación anual. Esto sin dudas genera ansiedad por lo que vendrá y porque que queda todo el año por delante y encima sin el incentivo de diciembre de tener las vacaciones a corto o mediano plazo.
Clima: Sin dudas, el clima es otro factor estresor. Las elevadas temperaturas, la alta humedad y la baja presión generan un cóctel explosivo que influye en el conjunto de la población y suele manifestarse en el estado de ánimo. Sobra malhumor y la crispación es generalizada.