En algún lugar del mundo. El irresistible encanto del espía seductor
Londres
Casamiento de un íntimo amigo inglés. Él estudio en Cambridge y es un barrister , uno de los tradicionales abogados litigantes de Su Majestad que todavía usan toga y peluca en las cortes (y cuyo estereotipo, hiperformal y sexualmente reprimido popularizó John Cleese en Un pez llamado Wanda). No tienen interacción con clientes ni atienden el teléfono. Están asilados del mundo en los Inns of Court, donde pasan días, semanas y meses leyendo pilas literalmente monumentales de contratos y biblioratos. Pero le gustaría ser un hombre de acción que persiga villanos de una punta a otra del planeta. Le gustaría ser James Bond.
Los gadgets los tiene todos. Desde el Aston Martin hasta la pistola de oro de El hombre de la pistola de oro. Para su casamiento, los hombres obviamente tuvieron que ir de smoking y las mujeres de "chica Bond". Fue relativamente fácil. Sólo desempolvamos el atuendo que nos hizo usar para varios de sus cumpleaños, que solían ser amenizados con cantantes estilo Shirley Bassey en Goldfinger, esculturas de hielo de chicas pulposas por donde corría el vodka y demás parafernalia.
No está solo en su obsesión. Un paseo por Londres en vísperas del 50° aniversario de 007 pone en evidencia que todo oficinista gris, todo pediatra de guardia, todo quiosquero de la esquina o conductor de bus de dos pisos en realidad querría ser el hombre con licencia para matar. Después de todo, cuando Danny Boyle quiso sintetizar Gran Bretaña para los Juegos Olímpicos necesitó sólo dos símbolos, uno tan mítico como el otro: la Reina y Bond.
Los diarios británicos buscaron la razón de esta obsesión. Por supuesto que todo hombre querría ser buen mozo, tener chicas lindas y una vida de aventuras. Sin embargo, esas características definen a cientos, si no miles de héroes del cine y la literatura. ¿Qué hace que el atractivo de Bond perdure tanto? Dos interesantes tesis propuso The Guardian. Por un lado sostuvo que hay algo de placer culposo en ver a Bond interactuando con las mujeres, el mismo placer culposo que la serie Mad Men explota. Muestra cómo eran las cosas antes de que el progreso y la equidad entre los sexos arruinaran la diversión. Pocos escritores contemporáneos de thrillers se arriesgarían con un héroe que trata a las mujeres como Bond, pero distintas reglas se aplican a un personaje creado en el pasado.
Por el otro, sostuvo que si bien se supone que las audiencias sofisticadas del siglo XXI quieren sus historias oscuras y con héroes llenos de angustia existencial, Bond les da todo lo contrario. Y en esta era de confesiones, donde es condición admitir vulnerabilidades y dudas para parecer real, la certeza de Bond se vuelve irresistible.
Le pregunto a mi amigo por qué está tan obsesionado con 007 y suma cientos de razones. "Me encantaría ser como él, pero no lo soy. Como mucho, me veo algo más reflejado en la parodia cómica de James Bond que fue el personaje de Austin Powers", reconoce con simpatía.
Sin embargo, en su casamiento la novia fue una misteriosa violinista de Azerbaiján, que habla cinco idiomas y tiene un cuerpo escultural. Hubo odaliscas de Bakú en la fiesta, y hombres de gruesos tapados de piel y anteojos negros hablando en ruso (¿parientes de la novia? ¿glamorosos espías de la KGB confundidos de siglo?) que esperaban afuera de la iglesia. A veces la realidad, si no supera, al menos equipara la ficción.