Al Dr. Mariano Masciocchi hay algo que lo desvela: "Cada día me duermo pensando en qué más podría haber hecho. La palabra está buena, pero la acción es mejor", se exige este sensible profesional de la salud de 41 años al que la energía le brota con el decir, pero, sobre todo, con el hacer. Fue a partir de esa lógica del manos a la obra cuando apareció ¿Me regalás una hora?, su iniciativa solidaria sostenida en el trabajo, la constancia y, fundamentalmente, en el tiempo dedicado a tender un lazo con el otro.
No siempre la solidaridad se ejerce con dinero o la donación de bienes materiales. Tampoco es condición sine qua non concretar la tarea en beneficio del prójimo en comunidades alejadas a nuestro lugar de residencia habitual. Eso está muy bien, pero también se puede dar una mano a la vuelta de la esquina y ofreciendo algo que todos tenemos, a veces malgastado: nuestro tiempo. "¿Y si en lugar de dinero donamos minutos?", se planteó el Dr. Mariano Masciocchi hace cuatro años en medio de una de esas crisis que nos hacen tocar el fondo para darnos impulso para emerger con aires renovados, con la mirada ampliada y sacando el eje de nosotros mismos. "En 2014 me divorcié y se murió mi viejo. Todo junto y en poco tiempo. Y fue ese mismo año cuando comencé con ¿Me regalás una hora?", explica el cardiólogo a LA NACIÓN.
La ONG ¿Me regalás una hora? nació luego de un proceso previo en el que Masciocchi se dedicó a colaborar en la Parroquia San Carlos de Almagro, que le quedaba a pocas cuadras de su casa y a la que había concurrido toda su vida: "Me acerqué y le dije al párroco que podía ayudar desde lo que yo sabía hacer: medicina clínica y cardiología. En la charla me entero que, en esa parroquia, había un comedor comunitario que da de comer a 1500 personas. ¡Y pensar que yo iba ahí a tocar la guitarrita! Pero como vivía en untáper, no sabía nada de eso. Así que cuando me enteré, me propuse hacer algo inmediatamente". Las marcas de un año complejo desde lo personal, una profunda fe católica y el impacto de descubrir un universo carente en un sitio conocido de manera incompleta, lo llevaron a ponerse en acción desde un lugar solidario diferente al habitual: "Yo donaba a la Fundación Huésped, a Unicef, pero necesitaba poner tiempo. Una hora por mes no es demasiado para nadie". El latiguillo fundacional fue claro y directo: "Convocaba a mis conocidos y les pedía: ´che, ¿me das un poquito de tu tiempo para ayudar a otro?´ Así se fue sumando gente".
Lo que hacemos, lo hacemos con el tiempo de los voluntarios. Acá no se trata solo de poner la tarjeta de crédito y donar. Se necesitan minutos. En este momento estamos en el comedor de San Expedito y acá hay gente que hace cosas con tiempo y con amor. Solo con amor se coloca el vaso en la mesa, con su servilleta limpia y doblada. Con amor se cocina. Y eso trasciende lo religioso, no es una cuestión de chupacirios", explica el médico que luce un crucifijo en su pecho que lo define tanto como su estetoscopio. A pesar del vínculo con la feligresía católica, la ONG cuenta con colaboradores de diversos credos porque "la ayuda no tiene que ver con una religión por más que estemos en una Iglesia. Este proyecto es apolítico y areligioso", apunta el profesional.
Tu mano, tu tiempo
Mediodía de sábado de temperatura otoñal en Balvanera. Un barrio que todos bautizaron como Once, por la cercanía con la estación ferroviaria. El ir y venir de compradores es incesante. Las angostas veredas atiborradas dan cuenta de una materialidad consumista que le gana la batalla al espíritu. Sin embargo, en la esquina de Bartolomé Mitre y Azcuénaga el ritmo parece ser otro, con el foco divisando hacia otro lado. Las numerosas velas encendidas en la puerta de la parroquia Nuestra Señora de Balvanera son el preámbulo a un templo marcado por la devoción a San Expedito, el patrono de las causas imposibles y urgentes. Y vaya si tras los gruesos muros de este templo la premura es lo que prima. Allí funciona un comedor que le facilita la alimentación diaria a decenas de personas. Y es una de las sedes donde la asociación civil presidida por el Dr. Masciocchi atiende a sus pacientes, esos que de tan abrumados y desclasados ni siquiera acceden al sistema de salud pública, por una cuestión de hábitos ausentes, falta de información, carencia de dinero para utilizar el transporte público o por la imposibilidad de trasladarse más allá de las pocas cuadras que le son familiares por desconocimiento o dificultades físicas. Muchos de ellos viven en la calle. La mayoría. Y esa es una de las dolorosas características de los pacientes que acuden a ver al doctor Mariano, como le dicen todos. Así, a secas. Con el amor y cercanía de un familiar querido: doctor Mariano.
Al doctor Mariano llegan a verlo con un abanico de patologías potenciadas y agravadas por la falta de medicación y tratamiento; la ausencia del higiénico baño diario; la imposibilidad de la cama digna; la utopía de un techo propio que queda justamente en eso, en utopía; y, como si esta enumeración no fuese suficiente para retratar el dolor impúdico, se trata de personas atravesadas por la ausencia de contención familiar y vínculos sociales. "Uno ve un bulto tapado con una manta y piensa que es chorro. O directamente no paramos, seguimos. No le decimos: ´che, necesitas algo´. Son parte del mobiliario urbano. Si naturalizamos que ese bulto que está debajo de una manta o un cartón está bien que esté ahí, nos estamos perdiendo a un ser social y la posibilidad de darle dignidad".
En 2014, el Dr. Masciocchi atendía a uno o dos pacientes por sábado. Una cifra irrisoria ante la cantidad de gente que necesita de sus servicios. "Al principio me frustré porque yo iba y no concurría nadie a atenderse. Me preguntaba por qué, hasta que entendí. En San Carlos, todos iban a comer de lunes a viernes y yo aparecía los sábados. Ahí me di cuenta que yo era el que tenía que acercarme a los comedores comunitarios. La gente necesitaba que le dé una mano ahí mismo. Quien está en situación de calle se despierta y no sabe si se va a bañar, si ese día se alimentará, dónde va a dormir por la noche. Mucho menos va a pensar en ir al médico, por más que sea gratis, atienda en la parroquia de la esquina y le de los remedios. Si no vas vos a acercarte al otro, es muy difícil que el otro, en su escenario desesperado, se vaya a acercar a vos. El paradigma lo tenía que cambiar yo". Claro como el agua clara, diría el poeta.
El cambio de modalidad rápidamente generó la asistencia de pacientes. Pero, además, unas líneas en las redes sociales irradiaron el emprendimiento. Aquella carta pública llegó a 80.000 personas: "Buen día... si conoces a alguien que no tenga cobertura médica, que este en una mala situación y necesite atención médica gratuita y medicamentos, contale que en la Parroquia San Carlos, de Almagro (Quintino Bocayuba 144) hace 2 años que atiendo un consultorio gratuito a la comunidad los sábados desde las 10 am. Contale, también, que disponemos de medicamentos que ha donado la gente para regalar... Decile que desde las 15 hs. hasta las 22 hs. de lunes a viernes pueden llamar a Mauro, portero de la parroquia, y anotarse para el sábado próximo. Atiendo 10 personas por día, pero me apena, a veces, no ver más que una... ¿Será que la gente no necesita controlar su salud, ni hacerse chequeos, será que todos andan bárbaro, será que la gente prefiere ir a Farmacity y gastar fortuna en remedios…? Nos quejamos mucho, pero... bue, qué se yo. Si tenés ganas y te parece que esto puede servir... Contale. Abrazo". Estas palabras cambiaron el rumbo de la iniciativa de Mariano. En realidad, lo fortalecieron. "La ONG pasó de 1 a 80 personas. No somos sólo médicos. Necesitamos a todos los que quieran dar una mano".
Una causa urgente
En la puerta de Nuestra Señora de Balvanera se comienza a armar la fila para ingresar al comedor. En el patio central, a un costado de una de las naves laterales del templo, un grupo de pacientes espera en una silla ser atendido por el doctor Mariano y por otros médicos, enfermeros y asistentes que colaboran en la misión. La hermosura del histórico edificio religioso se contrapone con la humildad de ese patio descascarado, del comedor comunitario, de la cocina de campaña (pero muy pulcra y efectiva) y del escueto consultorio donde los pacientes son atendidos con una calidez inusual.
Juan tiene 56 años y llegó con un pico de presión que agudiza la delicada movilidad por una gangrena que tiene en su pierna. Sale sonriente y hasta haciendo chistes a pesar del cuadro. Solicita agua para tomar urgente la pastilla que le acaban de ofrecer gratuitamente. Son varios lo que corren para asistirlo.
Marta tiene cáncer de piel, pero no abandona el nocivo hábito del cigarrillo. "Lo tenés que dejar hoy, mañana es tarde. Hoy es hoy", la conmina el médico firme, pero con buenos modos. Con cariño. Es que esa es otra de las características de este grupo solidario: el trato afectuoso con cada uno de los pacientes. No es un tema menor. Eso también habla de salubridad y respeto. Dignidad.
Más allá de la contención médica, el Dr. Mariano Masciocchi sabe que hay medicinas que no elaboran los laboratorios y que van en dirección idéntica a aquello que planteaba la Madre Teresa sobre el peligro de arrebatar la esperanza a los que solo tienen eso, una ilusión en medio de la carencia. "Hacemos más con una sonrisa, con el mimo, con el abrazo, que con el antibiótico. Es tan importante tocar, abrazar, escuchar. ´Gracias por darme la mano´, me dijeron alguna vez".
Mariano hace una pausa. Siente pudor ante los ojos enrojecidos. A pesar de su experiencia como médico en lugares convencionales y en sitios periféricos, aún se percibe en él la posibilidad de la emoción, el llanto, y la no aceptación de una realidad injusta. Su alma no se endureció a pesar de la experiencia. "Uno de los casos que más me conmovió fue el de una señora que trabajaba en un geriátrico y que la echaron por un problema en la columna. Al no cobrar un sueldo, no pudo seguir en su casa y terminó en la calle. Me decía que extrañaba lavarse los dientes", rememora el inquieto médico. Algo tan sencillo como cepillarse la boca o tomar una aspirina, se transforman en gloriosos lujos para lo que no tienen nada. Por otra parte, la calle acelera las enfermedades y las depresiones. "Siempre hay que pensar que el que está en la vereda abandonado podría ser uno mismo. Y que, en ese caso, nos gustaría que alguien nos diera una mano".
El médico no deja de remarcar lo nocivo de los estigmas sobre las personas en situación de calle. "Es más fácil decir que son todos chorros y se drogan, en lugar de salir a ayudar. Hay decenas de casos de gente que, solidaridad mediante, pudo superar esa instancia y rearmar su vida. Gente que estaba tirada en la calle, víctima de adicciones, hoy ayuda a los que más necesitan. El que se encontraba en el fondo del tarro, en la máxima oscuridad, hoy forma parte de nuestra ONG. Eso es posible. Se puede salir y estar mejor. También nos encontramos con vecinos que quieren alquilar para salir de los paradores y por lo menos tener una piecita digna. Muchos no desean estar en el parador porque ese no es un lugar seguro como para hacer una pijamada", vocifera el galeno de manera bien gráfica.
Operativo solidaridad
Atención médica, contención emocional y medicación gratuita. Un buen combo para que el paciente ocasional salga reconfortado y con una luz más clara sobre su futuro o posible recuperación física. "Los remedios, las muestras gratis, la donan colegas y visitadores médicos. Somos muy cuidadosos y buscamos que estén perfectas, no vencidas. No somos una farmacia, pero tratamos de ser coherentes. Esto significa que si viene una persona en situación de calle, le digo que tiene una neumonía y no le doy la medicación, le estoy haciendo un chiste. El tipo no tiene un cobre para ir a comprar el antibiótico, así que si no le doy el medicamento, el trabajo que hice está perdido. Yo le tengo que dar la muestra médica. Y se la doy en mano. Es la única forma que tiene esa persona de salir adelante".
"Vamos a donde nos necesitan", explica Masciocchi. ¿Me regalás una hora? no tiene una sede fija, pero si varios espacios donde desarrolla su tarea. Los viernes por la noche, la ONG se suma a la Red Solidaria de Juan Carr y atiende a la gente que se acerca a cenar en la mismísima Plaza de Mayo. Además, la asociación civil funciona en cinco parroquias diferentes. Además de las mencionadas San Carlos y Nuestra Señora de Balvanera, el doctor Mariano y su gente desarrollan su obra en Nuestra Señora del Valle, Sagrado Corazón y Nuestra Señora del Rosario. Además, asisten, una vez por mes, al merendero Un sueño más de General Rodríguez.
La tarea de este colectivo solidario no inhabilita la labor imprescindible de la salud pública. Al contrario, necesita de ella. "No decimos que los hospitales públicos no sirven. Para nada. Pero le sacamos a un sistema saturado, 100 personas por semana. El hospital público es una maravilla. Yo me formé allí. Incluso, cuando el caso es muy grave tratamos de derivar. Acá no hay un quirófano. La parroquia no es un hospital. Tratamos de ser una puerta de entrada al sistema de salud", explica el médico nacido en Almagro y agrega: "Lo que necesito es que Ciudad, Provincia o Nación me ayuden para hacer placas y electros. Es decir, que me acepten a la gente en los hospitales. De acá, los pacientes se van con órdenes escritas, por eso lo que necesito es que les acepten esas órdenes para que puedan hacerse los estudios sin tener que arrancar de cero pidiendo los turnos".
De a poco, la trascendencia de la iniciativa va ganando repercusión y se hace vox populi en la comunidad médica: "Muchos profesionales nos piden que le enviemos gente al consultorio, al hospital, a la clínica. Eso es muy bueno porque, entonces, se arma un tejido multidisciplinario. Mi deseo es armar una red nacional. Buscamos que sea una bola de nieve, que sume a tantísima gente. Queremos que muchos se acerquen a ayudar".
Una vida dedicada a dar
Cuando el doctor le da paso al hombre sin guardapolvo blanco, Mariano se distiende con algunos hobbies, pero no tanto: "¿Me regalás una hora" es mi clase de salsa, es mi crossfit. Me hace feliz. Me emociona. No puedo pasar por al lado de ese bulto que duerme en la calle y no hacer nada. Ese bulto podría ser mi hermana, mi papá, mi mamá".
La vocación le llegó de la mano de Don Alfredo, su padre odontólogo a quien él asistía desde los 16 años como ayudante quirúrguico. Hoy, tomó la posta de la medicina y de la solidaridad inculcada en la mesa familiar y en la escuela religiosa en la que se formó y con la que participaba de las caminatas a Luján, primero como uno más y luego colaborando en las postas cuando ya podía contaba con algunas herramientas académicas.
"Quiero más. Quiero llegar a todo el país. No inventé la pólvora ni soy Superman. La ayuda es hoy. No es mañana ni pasado. Y se puede hacer. No es necesario ir a misionar a África, que también es buenísimo, pero si abrís la puerta de tu casa, vas a ver a toda esta gente que te necesita".
Se acerca la hora de funcionamiento del comedor de San Expedito. La mesa, para más de un centenar de personas, está servida con notable prolijidad y pulcritud. El aroma exquisita del pollo ya listo para saborear invade el espacio. La cocinera invita a almorzar al cronista y al fotógrafo. Se indigna ante la negativa a aceptar el convite. La solidaridad del que menos tiene. El doctor Mariano Masciocchi va en busca de los últimos pacientes de la mañana. Se sumerge nuevamente en el universo de su consultorio montado en una pequeña oficina de la parroquia. Un armario con cientos de medicamentos es catalogado, ordenado, por varios colaboradores. Dos enfermeros toman la presión de dos mujeres. Y Mariano y un colega atienden las más diversas necesidades. Una pequeña gran estructura al servicio del otro.
"Cuando decís no sé qué hacer, vení a a ¿Me regalás una hora? Viví la experiencia. Ayudar libera endorfinas", entusiasma el doctor Mariano y redondea sus ideas con un "mis canas son mis trofeos". En realidad, sus palmas son otras. No regaló una hora sino cientos de ellas cada año. Un médico valioso. Un hombre imprescindible.
¿Cómo contactarse?
Mail: meregalasunahora@gmail.com
Facebook: ¿Me regalás una hora?
Tel. (00 54 9) 11 6305-9661
¿Dónde atenderse?
- Parroquia Nuestra Señora de Balvanera (Bartolomé Mitre y Azcuénaga).
- Parroquia Nuestra Señora del Valle (Av. Córdoba 3329)
- Parroquia San Carlos (Quintino Bocayuva 144)
- Parroquia Del Sagrado Corazón (Av. Vélez Sarsfield 1351)
- Parroquia Nuestra Señora del Rosario de Pompeya (Av. Sáenz 1000)
Este domingo 18 de marzo de 13 a 19 hs. en el Espacio El Dorrego (Freire 51) ¿Me regalás una hora? participará del evento Argentina Voluntaria mostrando su trabajo y compartiendo experiencia con muchas otras organizaciones vinculadas a la ayuda solidaria.
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