Arquitecto y artista plástico, Juan Riboloff construyó su mundo personal con objetos recuperados y ojo de lince.
Producción: Matías Errázuriz | Fotos: gentileza de Mauro Ramírez.
Parece mentira que tantos objetos hayan estado a la sombra durante tantos años, pero así fue. Durante más de una década descansaron en cajas en las bauleras de los padres y tías de Juan Riboloff, dueño de este loft que respira historias de vida y mucha dedicación. Arquitecto y artista plástico, este soñador trabaja a diario en maquetas y miniaturas forjando lo que será, según aspira, un museo itinerante. "Es un vicio, todo lo que tengo en grande también está en chiquito".
A Juan le llevó un buen tiempo encontrar este lugar en Parque Chacabuco, con un living de doble altura y una disposición de los ambientes tal que le permitieron acomodar y lucir gran parte de lo que colecciona: candelabros, cajitas (de variado tamaño y procedencia), bobinas de porcelana, tablas de lavar la ropa, palmetas para limpiar alfombras, vajilla y teteras. Y eso, para empezar a hablar nomás.
Ideas
* "Si algo tengo que hacer, es ingeniármelas para generar lugar de guardado. Así, el apoyapiés que está en living es también un cajón en el que se guardan los marcos que están sin usar. Lo revestí con un brocato de una cortina antigua que combiné con un terciopelo de tono claro. Hay una casa que se ve y otra escondida".
* Siguiendo este razonamiento, también el bajo escalera se transformó en un espacio para guardar. Además, el segundo escalón se prolongó para que formara un banco y brindar asientos sin ocupar mucho espacio en la cocina.