Allá, por el año 1982, Rubén sufrió un accidente que le lesionó la médula espinal y lo destinó a permanecer en una silla de ruedas hasta el presente. Por aquella época tenía 16, vivía en el campo y soñaba con el amor, como cualquier adolescente.
Tras una larga internación, le tocó encarar una intensa rehabilitación, algo engorroso para llevar a cabo en el campo, por lo que Rubén y su familia se trasladaron a la ciudad de Junin para un recomenzar. Nuevo barrio, nuevos miedos, nuevos desafíos.
"Recuerdo que enfrente de mi casa vivía una familia muy numerosa. ¡Eran 10 hermanos! Eran de los pocos vecinos con los que apenas sí teníamos contacto. Había varias chicas y chicos de mi edad, todos muy simpáticos, pero jamás una charla ni mucho menos", cuenta Rubén.
Hasta que, en una navidad del año 84, el grupo "más saludador", decidió emprender el cruce de calle y acercarse a desear lo mejor para las fiestas. A partir de aquel instante, quedó sellada la amistad con la familia completa. "Así conocí a Claudia, la de los ojos lindos, como le decíamos. Fue un flechazo a primera vista", revela.
El día que Rubén camine
Sin saber bien cómo fue que comenzó todo, de pronto Claudia y Rubén se hallaron envueltos en un ir y venir colmado de sentimientos. Eran jóvenes, ella 16 y el 19, y habían creado su mundo mágico, con sus propios códigos, inaccesibles para la comprensión ajena.
Inevitablemente, se dejaron llevar por sus emociones y le dieron comienzo a su historia de amor, una a la que el padre de Claudia se opuso rotundamente. "El día que Rubén camine, podés estar con él", le dijo a ella en una ocasión y dejando todo bien en claro.
Así, con la negativa familiar, el noviazgo llegó a su fin a los nueve meses, pero dejó sus huellas profundas.
Separados, la vida para Claudia y Rubén siguió su curso con algunos cruces esporádicos. Él se mudó de barrio y comenzó a trabajar en su negocio y, cada tanto, recibía la visita de ella que, con el pretexto de ir a tomar mates con la madre de Rubén, se cruzaba para verlo. Sin embargo, pronto todo cambiaría.
Claudia emigró hacia Buenos Aires, donde conoció a quien luego fue su marido. Ella siguió su vida allí y él en Junín y su historia pareció haber concluido por siempre.
Décadas después
24 años pasaron y, cierto día, en el año 2009, Rubén recibió un mensaje privado por su red social que decía: "Hola, soy Claudia. ¿Te acordás de mí?"
"¡Cómo no recordarla! Había sido "La Mujer" para mí, pero yo estaba saliendo con otra persona y, nobleza obliga, eliminé el mensaje sin siquiera contestar. Ese fue su único intento de contactarme, más sabiendo que yo estaba en otra relación", revela él.
Transcurrieron otros 7 años hasta que un buen día Rubén, que se encontraba otra vez solo en el amor, decidió escribirle al ver un comentario de ella en la publicación de un amigo en común. "¿Por qué no?", se dijo. "¡Hola!", le puso simplemente. La respuesta de ella fue inmediata. "¡Qué alegría me das! Ha pasado tanto tiempo. Siempre fuiste especial para mí". Y después de un poco de charla ella le preguntó si era feliz, a lo que él respondió que estaba bien con su vida. "¿Vos?". Por parte de ella tan solo hubo silencio.
A partir de entonces, las charlas virtuales no cesaron hasta el día en el que ella le contó que iría de visita a Junin a ver a la familia. "¿Tomamos unos mates?"
Aquel día, él estaba en la vereda. Era un domingo después de almorzar, cuando vio a un auto detenerse y su corazón dio un vuelco. Era ella. "Ese encuentro fue todo nervios", rememora Rubén, "Tantos años, tanta vida 31 años después. Jamás olvidaré el abrazo que nos dimos, que dijo mucho más de lo que las palabras pueden expresar. Fue un encuentro breve, pero intenso en emociones", continúa.
Claudia había ido de visita a Junín con su marido y en su viaje de vuelta todo había cambiado. Ella ya no era la misma que al llegar. ¡Había visto a Rubén! El breve encuentro y el chat no alcanzaban y pactaron un nuevo encuentro con la certeza de dejar fluir y que pase lo que deba pasar.
Gracias a la vida
Y sucedió que su primera noche les cambió la existencia y ella, sin dudarlo, tomó la decisión de separarse de su marido. "A partir de allí, comenzamos nuestra relación a distancia, con la lejanía como principal escollo", explica Rubén con una sonrisa.
Con el tiempo, ella le fue contando cómo había vivido y le confesó que había estado buscándolo durante 30 años sin animarse, y que había pensado en hacer locuras con tal de volver a verlo.
"Los hechos hoy dicen que somos esas personas que, con solo mirarnos a los ojos sabemos todo del otro...Que nos escribimos la misma palabra al mismo momento... Que si al otro le pasa algo, lo intuimos...Que nos miramos a los ojos y nos vemos el alma", confiesa conmovido, "Doy gracias a la vida por haber tenido la posibilidad de vivir esta historia increíble. Una relación plagada de sentimientos, recuerdos... Llegar a los 50 y tener esta historia con tanto sentimiento por ambas partes es, simplemente, ¡vivir! Pero hoy la vida vuelve a separarnos, como si hubiésemos "quedado debiendo" algo en algún lado y hay que pagarlo estando lejos... Hoy toca la distancia nuevamente. Ella eligió su vida en Buenos Aires con sus hijos y no se animó a una nueva vida juntos. Los sentimientos están, cada uno tiene su vida. El tiempo dirá. Para mí fueron dos años exactos de felicidad en el alma. Solo el Universo sabrá qué hacer con esta bonita historia", concluye Rubén en paz.
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