El potencial de la impresión 3D se despliega en una muestra fabulosa
A veces podría parecer que es un tema lejano o materia de noticias futuristas, algo todavía experimental y más bien propio de foros especializados. Pero no. La impresión tridimensional ya está -y desde hace tiempo- entre nosotros, y a través de esa presencia inquietante promete revolucionar las industrias, bajar en forma estrepitosa los costos de manufactura y variar desde la apariencia hasta la ubicación de millones de fábricas, todo en un proceso que alterará de raíz la forma en la que como sociedad diseñamos, producimos y hacemos llegar los productos al consumidor.
Ahora todo el potencial de esta tecnología tan disruptiva puede apreciarse de cerca y no en otro documental, ni en un nuevo libro, sino en una fabulosa muestra que reúne historia, vanguardia, arte, técnica y variedad de formatos y volúmenes. La puesta se vuelve así interesante tanto para expertos como para ajenos y ostenta, además, una estética en profunda sintonía con el tema que presenta.
"3D. Imprimir el mundo" es el nombre de la exposición que hasta el 7 de diciembre podrá verse en el Espacio Fundación Telefónica (Arenales 1540) de lunes a sábados entre las 14 y las 20.30. "La propuesta tiene que ver con tomar conciencia de todas las oportunidades y cambios de la tecnología de impresión 3D", señala la directora de Fundación Telefónica Agustina Catone, quien destaca la mirada amplia, casi panorámica, del proyecto.
Es que la muestra, curada por los arquitectos y diseñadores españoles Carmen Baselga y Héctor Serrano, gira en torno al impacto de la impresión tridimensional en disciplinas tan variadas como la arquitectura, la medicina, la moda, la educación y la gastronomía. "Una verdadera transformación que permite al ciudadano fabricar cualquier cosa -subraya Catone-, reformulando en ese camino conceptos clave como la autoría, la sostenibilidad, la educación o la accesibilidad".
Nuevo juego, nuevas reglas
Más flexibilidad y libertad para diseñar productos como no se había hecho nunca antes: de eso se trata. De ahí que la exposición abre con una frase del ingeniero en robótica Hod Lipson y la experta en inteligencia artificial Melba Kurman: "Si el final del siglo XX fue sobre la información haciéndose digital, el siglo XXI será sobre acercar el mundo virtual y el físico".
Luego la muestra avanza sobre un entorno de luz tenue (la iluminación es, definitivamente, protagonista) por un derrotero de objetos sorprendentes, textos que incluyen definiciones, preguntas o reflexiones y pequeños cortos en video para abrir aún más el panorama.
La exposición se organiza en cuatro grandes bloques temáticos. En el primero, "Del bit al átomo", se explica de manera sencilla en qué consiste la impresión 3D, qué técnicas y materiales se utilizan y los principios que la guían, en tanto "El espejo retrovisor", el segundo bloque, permite descubrir el origen, los hitos y la evolución de esta tecnología. En "La huella tridimensional" aparecen los ejemplos concretos de aplicación en varios ámbitos, piezas mundialmente comentadas como "La otra Nefertiti" (de Nora Al Badri y Jan Nokolai Nelles), productos de la firma neoyorkina Othr (cuyos objetos "no existen físicamente hasta que alguien decide darles entidad") o la ya célebre silla Solid C1 que en 2005 diseñó el francés Patrick Jouin. "En cierta manera -describe uno de los textos que acompaña las vitrinas- los bits son el barro digital que utilizan los escultores de la nueva generación de artistas".
En el cuarto y último bloque -titulado "Un paso más allá"- se plantean, a modo de epílogo, predicciones y expectativas de futuro de la impresión 3D. Se trata de un espacio donde casi es posible "estar cara a cara" con los máximos expertos en la materia para reflexionar sobre cuestiones como el palpable fin de las grandes infraestructuras de fábricas y líneas de producción o el fenómeno (ya en curso) de los Fabs Labs: talleres digitales en los que es posible producir de forma individual y personalizada cualquier producto, lo que podría ser el embrión de los centros comerciales del futuro.
Tal vez uno de los objetos más dramáticos de la exposición sea la “Piece of ocean” en la que el artista israelí Eyal Gever buscó imprimir en 3D nada menos que la superficie ondulante del mar. La obra capta un fenómeno natural y lo congela, causando en quienes observan la misma intensidad que si lo estuvieran viendo en tiempo real. No por nada la ficha señala que el océano de Gever se hace eco de esta afirmación del filólogo estadounidense Albert Gelpi: “La conformación física y el efecto psicológico de un paisaje sublime superan con creces la presencia física del espectador, de manera tan abrumadora que este queda reducido psicológicamente hasta el punto de la aniquilación o la inmersión en el sobrecogimiento de lo contemplado”. Una afirmación que, por lo demás, tranquilamente podría imputarse al conjunto de esta muestra imperdible.
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