El viaje que terminó de unirnos
Empecemos a desmitificar. O a contar otras historias. ¿Se puede viajar a la India y elegir como compañera de viaje a tu suegra? Sí, rotundo. Con mi suegra Silvina, desde el primer momento en que la conocí, supe que teníamos una forma parecida de ver la vida. Hacía varios años que yo tenía ganas de viajar a la India y un par de intentos frustrados en el camino. La última vez que el plan se cayó, el mismo día que mi amigo me llamó para decirme que no podría viajar, la vi a Silvi. Tenía que pasarla a buscar para ir juntas a un curso y le conté lo sucedido. Casi sin pensarlo ella me dijo: "¿Y si vamos juntas?" Y casi sin pensarlo, yo también, le respondí que sí. Nunca me había imaginado el viaje de esa manera. En mi cabeza, la India tenía que ser con mochila, hippie, movilizada, haciendo cursos en los ashrams, no sé, pero el destino nos puso de frente la realidad y empecé a darle forma a esta nueva aventura.
Desde el inicio fue un aporte mutuo. Tal vez yo, por mi carrera, estoy acostumbrada a llegar a los viajes más a último momento, pero con Silvi y su energía pudimos organizar y planificar mejor la ruta desde antes, elegir los destinos, los hoteles, los lugares que queríamos visitar. Debo confesar que recién empecé a tomar real conciencia de lo especial que era todo cuando se lo comentaba a mis amigos y me decían: "¡Te vas con tu suegra?!" Silencio. "Sí", contestaba yo. Para muchos era extraño, para mí no.
Y bueno, finalmente viajamos. Estábamos en la India las dos solitas, batallando, disfrutando, compartiendo experiencias muy fuertes y, sobre todo, cuidándonos una a la otra. Una de las cosas que más me sorprendieron fue la naturalidad con que vivimos todo. Buenas compañeras, y complementarias. Yo aportaba cosas desde mi experiencia en viajes, ella sumaba su conocimiento y su forma de manejarse. Yo le daba pilas y le contagiaba mi curiosidad, ella me protegía y me daba mucho amor. Pero hubo en especial un momento mágico, en Varanasi, una de las ciudades más famosas a orillas del río Ganges, donde va mucha gente a rezar y realizar las cremaciones de sus familiares. Una ciudad muy antigua y emocionalmente muy intensa. Ahí estábamos, era la última noche -ella volvía al día siguiente y yo seguía el viaje con otra amiga-, y al atardecer fuimos a una celebración a orillas del río. Había gente cantando y rezando; llovía y una mezcla de sensaciones extrañas recorrían nuestros sentidos. Recuerdo que nos abrazamos y lloramos juntas, en agradecimiento, en bendición, en sanación. Juntas. Fue muy bello. Un reencuentro de almas, la sensación de otras vidas.
Por eso digo: hay relaciones que sólo tienen mala prensa.
La autora es modelo y fotógrafa
Florencia Fabiano
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