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 • HISTORICO

Emprendedora: "Hacía tortas para mi familia y un día se convirtió en un trabajo"


Camisa de jean, Levi’s, $3290. Suéter azul, Levi’s, $3690.

Camisa de jean, Levi’s, $3290. Suéter azul, Levi’s, $3690. - Créditos: Sol Levinas. Producción de Virginia Gándola.



Fernada Valdez (43 años) es una emprendedora a la que vale la pena seguir de cerca. Arrancó con Despacho de Tortas desde su casa. Primero vendiendo en Facebook, y después en Instagram, una vez que explotó esa plataforma, demostrando un gran poder de transformación y habilidades para aggiornarse. Es tímida, pero al mismo tiempo es de esas personas a las que la pasión y las ganas de trabajar la desbordan. Arrancó a dedicarse a la pastelería casi sin darse cuenta y hoy la explota en las redes. Esta su historia, que te invitamos a leer para sacar ideas e inspirarte.
¿Cómo arrancaste?
Fue un poco de casualidad, como la mayoría de las que empezamos por nuestra cuenta. A mí me gustaba mucho cocinar para mi familia, y cuando mis hijas eran chicas y tuve que festejarles los cumpleaños, nada me convencía. Así que empecé a hacer tortas y cosas dulces y mis amigos empezaron a pedirme: "¿Me hacés una?". Fue entonces cuando me puse a estudiar en la escuela de pastelería del sindicato de pasteleros y a hacer cursos de chocolatería y pastelería industrial. Yo veía una receta, la hacía y me salía, pero también quería saber por qué usaba crema y no otra cosa. Cuando estudiás pastelería, aprendés que todo es una reacción química y conocés las funciones de cada ingrediente. Eso te permite hacer reemplazos, inventar recetas y tener menos margen de error. Igual, está bueno tener errores, a mí no me gustan las cosas perfectas.
¿Alguien te ayudó a organizarte?
Al principio hice una consultoría con Rina Di Maggio (@alo_rina). Dejé de trabajar cuando quedé embarazada de mi tercer hijo, y cuando retomé, 3 años después, me encontré con un universo absolutamente distinto y con mucha competencia, porque había mil páginas que hacían tortas. Yo no trabajaba con redes, tenía un Facebook personal y no tenía que salir a buscar a nadie para vender. Venían, me compraban y yo trabajaba un montón. Así que tuve que remarla en dulce de leche.
¿Qué hacés en redes para hacerte notar?
La verdad es que nada en particular. Yo hago la torta y le saco una foto. A mí no me gustan las cosas perfectas, rígidas, sin movimiento, tiene que ser todo mas rústico. Y creo que eso es lo que se ve en mis tortas, algo más familiar, informal y relajado. La cantidad de seguidores me impresiona. Son 27 mil, ¡un montón! Cuando empecé no mostraba cosas personales, pero cuando lo hice, empecé a vender todavía más. Fue muy raro y muy gracioso. Me da mucho pudor, porque yo no soy de mostrarme ni nada.
Pero la gente quiere el reality.
Y es graciosísimo que crean que somos amigos. O que me paren y me digan "Despacho". Porque yo no soy Fernanda, soy Despacho. Ahí se dio un vuelco, eso fue hace dos años. Yo me aburro de las cosas, porque soy inquieta, y necesitaba darle una vuelta al emprendimiento y no encontraba la manera. Ya no sabía qué poner en los pies de las fotos, y entonces empezó a ser todo más personal: las fotos, las historias..., todo. Ahí explotó y se volvió divertido.
¿Dónde hacés las tortas?
Siempre trabajé en mi casa, pero hubo un momento en el que necesité hacer un cambio, apagar la luz e irme. Porque para mí hay un doble mensaje para el emprendedor: hacés lo que querés, lo que te gusta y apasiona, pero es medio heavy. Había momentos en que decía: "Corto acá, llevo al nene al club y sigo a la noche" y quizás no dormía. Cuando trabajás en tu casa, si no te ponés un parate y un horario, es muy difícil. Entonces, hace cuatro años alquilé un local a dos cuadras de mi casa, y ahora trabajo desde el café.
¿Tenés un socio?
Sí, Luciano Álvarez, un chico de Caballito que tenía un local y estaba buscando alguien que le hiciera la pastelería. Nos asociamos y ahora el espacio se llama Despacho de Tortas. No nos conocíamos, estábamos uno enfrente del otro. Un día lo empecé a seguir y al toque me escribió: "¿Ustedes hacen todo ahí?". Pensó que éramos diez mujeres haciendo tortas, jaja. De hecho, todos los que me escriben ponen: "Chicas, podemos hacer una torta para...", y nada que ver. Tenía alguien que me ayudaba en fechas especiales, como Navidad, en las que si no, no hubiese podido, porque es físicamente imposible trabajar con ese nivel de producción. Después hacía todo yo: compras, ventas, redes.
¿Tuviste que invertir mucho para lanzar el café?
No, porque estaba armado. Por eso acepté. Yo nunca había hecho venta al público, un poco por la fiaca de invertir plata, tiempo y energía en eso. En Luciano encontré un compañero tremendo, somos un equipo groso. Yo hago las tortas y el Despacho sigue tomando pedidos como siempre.
¿Cuál fue tu mayor aprendizaje?
Nunca fui muy organizada y ahora siento que definitivamente necesito una estructura para poder con todo. Tengo los pedidos y las recetas en la cabeza, pero ahora que estoy con el café, siento que necesito una estructura más formal, más armada, con Excel, gastos y costos. Siempre manejé todo yo y fui muy celosa de mi libertad horaria. Yo tomaba el pedido y vos no sabías si estaba en Mar del Plata tirada en la playa, pero la torta al otro día la ibas a tener. Eso para mí era fundamental. A medida que el trabajo aumenta, se hace cada vez más difícil, y recién ahora, después de muchos años, siento que necesito delegar. Hasta el año pasado yo sentía que no podía hacerlo, porque pensaba que nadie lo iba a hacer como yo. Las veces que tomaba a alguien le decía: "Mirá que yo trabajo las 24 horas". Se llama Despacho, las cosas tienen que salir.
El nombre es buenísimo, ¿de dónde lo sacaste?
Yo soy muy inquieta, para mí las cosas tienen que salir. Y el despacho es de cualquier cosa, y dije: "Bueno que sea de tortas". Tiene que ver con eso, con que para mí las cosas tienen que salir, caminar.
¿Cuál es el futuro de Despacho?
Que el local camine bien, que avance. Todavía le estamos dando forma.
Maquilló y peinó Luisa Estévez para Estudio Duo con productos Urban Decay.
Fernanda tuvo muy en claro cuáles eran sus fortalezas y debilidades y supo aliarse con otro emprendedor que la complementaba y la potenciaba en lo que ella sentía que podía ayudarla a crecer. Su emprendimiento es un ejemplo de lo que una alianza estratégica puede hacer por tu negocio.

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