"Estás desayunando, te tocan el timbre, atendés con una medialuna en la mano. Te encontrás con un hombre disfrazado de He-man que te roba la medialuna y sale corriendo. ¿Qué hacés?", fue el mensaje que recibió Laura Muollo (41) en su cuenta de OkCupid. Quedó completamente descolocada. No sabía si se trataba de la broma de algún conocido, de un test o si era víctima de un sociópata que estaba jugando con ella. Curiosa, no pudo contenter la intriga, y se lanzó a ver el perfil de quien la estaba provocando.
Su historia personal la había convertido en una experta en plataformas para conocer gente. Había conocido a su marido con apenas 23 años. Contrajo matrimonio poco después, a sus 28. "Eramos muy diferentes. Yo lo admiraba, pero sentía que él no me dejaba entrar en su mundo. Me sentía muy sola a pesar de estar en pareja y no era bueno para ninguno de los dos". Entonces decidieron poner fin al lazo que los unía y Laura entró en una fuerte depresión. "No entendía cómo el para toda la vida había durado apenas tres años".
Los dos años siguientes le costaron y durante ese lapso, pasó los fines de semana en pijama jugando videojuegos online, sin salir de su casa. Hasta que un día se dio cuenta que estaba harta de desperdiciar los sábados puertas adentro y recurrió a internet para encontrar gente con quien salir. De hecho, conoció a quien hoy es su mejor amiga por Twitter y tuvo diferentes experiencias en OkCupid.
Se había hecho un perfil en inglés y disfrutaba mostrándole la ciudad a extranjeros. En su mayoría eran hombres, pero también oficiaba de guía local para algunas chicas. "Al menos en aquellas épocas, la plataforma no era como un Tinder, sino una herramienta para conocer gente. Muchos que venían de vacaciones o por trabajo, buscaban quien les mostrara los lugares de la ciudad que los turistas habitualmente no ven. También buscaban compañía para cenar, a mucha gente no le gusta cenar sola en un restaurante. Y a mí tampoco". Además, había comprobado que esa forma de vincularse le evitaba malos ratos. Definitivamente Laura no estaba emocionalmente preparada para empezar otra relación ni mucho menos tener nada serio.
Por eso, cuando recibió el llamativo mensaje que tenía a He-man como protagonista, no dudó en revisar el perfil de quien lo enviaba. Se llamaba Ezequiel Wittner, tenía 28 años (ella 35). Le llamó mucho la atención que le gustara Terry Pratchet, uno de sus autores favoritos. "De todas maneras para mi la diferencia de edad era demasiado grande. Así que cuando me invitó a salir el viernes le dije que estaba ocupada. ¿El sábado? También. ¿El domingo? Voy a ver a mi familia. ¿El lunes? Y no se me ocurrió qué podía tenerme ocupada un lunes a la noche así que lo cité a 5 cuadras de casa como para tomar una cerveza y sacármelo de encima rápido".
Pero Ezequiel sabía imponerse. En cuanto se vieron, decidió que el lugar donde Laura lo había citado no valía la pena. Entonces paró un taxi y la llevó a un bar de su agrado. Charlaron durante horas, hasta que los echaron del lugar. Y, muy caballero, la acompañó 40 cuadras caminando de regreso a casa.
Volvieron a salir el jueves y ya nunca más se separaron. Todos los días Ezequiel iba a la casa de Laura y las pocas veces que no pudo, ella iba a la de él. "Eso era incómodo porque siempre éramos visita o estábamos de visita y la ropa sucia se apilaba (uno no lava cuando hay visita). Así que decidimos que lo más sensato era dejar de ser visita y mudarnos juntos. Como ambos teníamos años de vivir solos, nos mudamos a un tercer departamento, para que ninguno de los dos fuera amo y señor de la casa y el otro el invasor".
Al cuarto mes, Ezequiel le propuso matrimonio y festejaron el año de noviazgo con el casamiento ¡de temática medieval! El usó una cota de malla y Laura un vestido verde. Varios de los invitados se sumaron a la propuesta y fueron ataviados también. Incluso hubo una tanda de canciones y baile medieval. La familia estaba en shock, al punto que en la invitación tuvieron que aclarar que Laura no estaba embarazada.
"Lo que más me gusta de él es que es amable, tiene un espíritu inquieto, es geek y ama los juegos de mesa como yo. Más de una vez chateábamos desde la oficina: estaría bueno hacer un viaje, ¿no? Sí, a la noche nos sentamos juntos y lo vemos. Diez minutos después yo le enviaba costos de pasajes a tres ciudades y él me enviaba una lista de hoteles. Ninguno de los dos había podido esperar horas para poner en marcha el plan. Con él me siento libre. Uno propone ¿te parece qué? y el otro siempre responde: ¡y dale! Nos potenciamos constamente".
Y fue con ese mismo espíritu que pasaron de una frase a un proyecto con nombre y apellido. "¿Dónde encontramos otros 4 locos para jugar Game of Thrones?", fue el disparador que los llevó a liderar la comunidad de juegos de mesa más grande de Argentina, fundar El Dragón Azul, una editorial de Juegos de Mesa y el Espacio Geek Out, una suerte de centro cultural geek (con foco en los juegos de mesa). Todo lo hicieron en poco más de 4 años. De locura en locura, como les gusta decir, siempre de la mano. "Cuando uno menos lo espera, en los lugares más insólitos, te puede estar esperando el amor. Aun cuando no lo buscás ni lo necesitás".
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