"¡Qué prepotente! ¿Era necesario que nos hablara así delante de toda esta gente? Lo único bueno es que finalmente, gracias a sus indicaciones, pudimos ver dónde estaba el famoso tucán", le dijo Paola a Laura un poco enojada. Estaban de vacaciones en Iguazú, en la provincia de Misiones, y habían coincidido con Alejandro en un tour del lado brasilero de las cataratas. Era cierto el comentario de Paola. Quizás Alejandro se había excedido un poco en la forma en que se dirigió a las chicas, pero luego tuvo una buena idea y, para compensar a sus compañeras de recorrido, les ofreció tomarles fotos con las cataratas como escenario. Ya de regreso al hotel y aprovechando la buena predisposición del argentino, las colombianas le preguntaron dónde podían cenar esa noche. ¿El resultado? Un encuentro de a tres que se tornó muy ameno, en el que Alejandro y Laura intercambiaron miradas cómplices y que finalizó con la promesa de volver a verse en Buenos Aires, donde él oficiaría de guía local.
Ya en la gran urbe y de la mano de Alejandro, las colombianas pudieron hacerse una idea bastante completa de las principales atracciones turísticas de Buenos Aires. Recorrieron los lagos de Palermo y también su movida nocturna, pasearon por Recoleta y conocieron La Boca entre otras zonas. "La noche antes de viajar, Alejandro nos invitó a cenar a su casa y cuando volvimos al hotel le dije a mi amiga que sentía algo extraño: es como si no quisiera separarme de él", recuerda Laura.
Pero el viaje estaba llegando a su fin. Al alba partieron hacia el aeropuerto de Ezeiza y como el vuelo había sido cancelado y cambiado para el día siguiente, Laura acordó con Alejandro pasear por Puerto Madero. "Ahí ya fue evidente el flechazo. Nos besamos. Fue súper romántico. Y desde ese momento empezamos a caminar de la mano. No puedo explicar mucho qué pasó pero quedamos conectados".
Se mantuvieron en contacto por messenger y correo electrónico. Las llamadas entonces eran muy costosas. Pero lo peor era sostener el vínculo a la distancia. Finalmente en 2007, Alejandro consiguió reunir el dinero para viajar a Colombia. Esta vez, él era visitante: recorrieron el Amazonas, visitaron Cartagena y San Andrés y tuvieron una suerte de luna de miel. "Pero, de regreso, la distancia nuevamente nos jugó en contra y cortamos definitivamente. No fue fácil para ninguno de los dos. Pasaron varios meses sin saber nada de él hasta que me pidió amistad en Facebook y conversamos un poco, él ya tenia novia, así que pensé que no había nada más que hacer"
Con el corazón partido, Laura intentó seguir adelante. Tuvo varias oportunidades de conocer gente nueva, incluso de entablar alguna relación, pero el recuerdo de Alejandro no la dejaba soltar lo que ya era parte de su pasado.
En 2009 ella volvió a Buenos Aires para seguir con sus estudios en psiquiatría y hacer una maestría en terapia cognitivo conductual en la Universidad de Buenos Aires. Retomaron el contacto y, aunque Laura ya no guardaba esperanzas de estar junto a él, cuando se enteró que Alejandro había terminado su relación, supo que quizás esta vez tendría su oportunidad. "Yo vivía sola, empezamos a vernos cada vez más seguido y, sin darnos cuenta, iniciamos una convivencia". Todo marchaba sobre ruedas, de modo que decidieron mudarse a un departamento en el barrio de Belgrano.
Pero la inestabilidad económica del país los llevó a tomar la decisión de mudarse a Chile. Allí comenzarían una nueva vida y, quizás, tuvieran la suerte de conseguir trabajo rápidamente. "Fue una adaptación difícil en un país donde ninguno de los dos tenía familia. Además perdimos un embarazo y vino una nueva crisis en la pareja". El bebé tan deseado no llegaba y el malestar se hizo más profundo.
Alejandro dio un paso más allá con la intención de seguir fortaleciendo el vínculo. "Fue una sorpresa y algo bastante inusual. Ya vivíamos juntos en Santiago. Estábamos en casa, yo iba camino a la cocina. Él se arrodilló y pensé que se había caído. No creía que me iba a proponer matrimonio hasta que vi el anillo que le había dado su abuelo materno a su abuela. Y lloré de felicidad". Se casaron en Bogotá por ceremonia católica y en Buenos Aires, según las leyes judías.
Pero lo que siguió les planteó nuevos desafíos. "Estábamos listos para agrandar la familia pero la vida nos puso más pruebas, perdimos tres embarazos más y acudimos a un tratamiento de fertilidad en Colombia que no resultó. Pasar por todo el tema de clínica, las cirugías, la tristeza, sentir que tal vez no íbamos a poder ser padres fue lo más difícil que nos tocó vivir. Salimos adelante a través del apoyo de nuestros seres queridos y de las ganas de seguir intentando porque había esperanza". Hoy Laura y Alejandro viven en Chile junto a su bebé de un año.
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