Erotismo sin edad, lejos de las redes sociales
El taller de literatura erótica que dicto nació como una actividad no pensada para un grupo excluyente en términos generacionales. Tuve la suerte de contar siempre con una asistencia ecléctica en edad, género o nivel educativo. Sin embargo, la última experiencia sucedió con un grupo especial y específico: los adultos mayores. El erotismo en el arte constituye una temática que nos atraviesa desde el comienzo de la humanidad y que nos increpa en el cuerpo, nos hace pensar y, por qué no, nos calienta. Y, por eso, tratarlo frente a una concurrencia de personas a las que se les suele silenciar su sexualidad, duplicó el desafío de estas clases.
Lo que resulta excitante en estos encuentros es, por supuesto, la problematización conceptual, la definición de términos, el rastreo histórico, y el contrapunto con otras disciplinas artísticas. Además, el interés proviene del corpus de textos a analizar: de la ingenuidad sugerida de García Lorca o Rubén Darío a los sonetos lujuriosos de Pietro Aretino y el deseo antropofágico de Wilcock o la pornografía de la crueldad de Sade y Georges Bataille. De eso se trata: abrir la mente como un modo de abrir los vínculos. Aquí y allá la vida puede recomenzar a los 50, a los 60, y más. Porque los asistentes, de una u otra forma, entablan relaciones diversas. De hecho, un matrimonio de alumnos jubilados asiste junto: Norma acompaña a Guillermo en una afición que nació en este mismo taller pero en el Club Cultural Matienzo y que lo convirtió en un prolífico escritor porno queer (su primera novela editada es Ella se llamaba Roberto).
En la Facultad de Filosofía y Letras, por otra parte, el público está ávido de literatura, de antropología o de cine. Y, sobre todo, de interactuar. Como en cualquier actividad y en cualquier espacio de este tipo es espontáneo el diálogo antes y después del taller, el envío de mails, las recomendaciones de películas o libros, la invitación a otros encuentros. Eso: no faltan excusas para conocerse. O seguir conociéndose. Y se han de haber formado amigos y amigas, parejas esporádicas, encuentros definitivos, compañeros de vida, compinches de travesía. "Se miran, se presienten, se desean", leemos a Girondo. Y le creemos: todo puede suceder.