Fabio Posca: "Soy un cirujano de la risa"
CONVIERTE PERSONAJES SORDIDOS Y MARGINALES EN MOTIVO DE DIVERSION. DICE QUE NO ADMIRA A NINGUN HUMORISTA, QUE LO QUE HACE ES UNICO Y QUE INVENTO LA TRASNOCHE UNDER, PERO EN EL MAINSTREAM
La lengua se le tiñe de adrenalina en pocos segundos. Su discurso es como un auto de Fórmula 1 en un trazado sin curvas. Favio Posca tiene un piercing muy cool, una bohemia boina gris y un toque rockero que le da la remera blanca con la imagen de Jimi Hendrix. Causa entusiasmo la posibilidad de estar ante alguien que extrae risas de la gente como si encarnara una virulenta cosquilla. Pero Posca dice que está triste. Acaba de morir un fox terrier que lo acompañaba desde hacía 16 años. Y hasta que calienta su garganta, la charla recorrerá todas las características de la decrepitud canina.
Su verborragia tiene más que ver con un frenesí dialéctico y tremendamente egotista que con la realidad brutal que muestra sobre el escenario. Aquí Posca no ofrece varias caras, sino una única y visceral, salpicada de narcisismo. La suya. No exagera el tono fanfarrón y burdo de El Perro; ni adopta el tono clasista y execrable de Angelito, el abogado drogón; ni suelta la sensualidad de Sindi, la travesti que se quitó los dientes para trabajar mejor; ni apura la ciclotimia esquizoide de Pitito, el pibe abarrotado de pastillas. Esos son rostros que deja para el fin de semana, cuando el vértigo lo secuestra y lo devuelve al Paseo La Plaza. "Alita de Posca" es un espectáculo en el que la estética compite cabeza a cabeza con su oscura y habitual mordacidad.
"Los personajes que interpreto en algún lado están, pero no todos juntos. Hablo de locura, de adicciones, de fobias, del comportamiento humano. Mis shows son como un auténtico trip. Te hablo desde un lugar de códigos y de historias que tratan la risa no desde un lugar común. Por ahí la gente está acostumbrada desde la tele a la historia simple, chiquita, con remate. Yo los abordo desde mundos totalmente diferentes de los que están acostumbrados a escuchar y, sin embargo, son súper reales. Esos personajes existen. Y eso es lo que les da la credibilidad suficiente para llevarlos a la risa. Yo no hablo de extraterrestres. Hablo de lo que pasa en el mundo", se presenta Posca, y deja en claro el concepto de la obra: "Es como una reivindicación de los seres fallados. Por eso es «Alita de Posca». Es una sola ala, vuelo bajo. Los personajes están todos fallados. Sin embargo, no la reman. Son como son y están felices de serlo. No es que son dignos; reivindican desde la naturalidad. Se la creen y no sufren.
-¿Cómo notaste la evolución de tu público? Ya no hay más gente que se retira espantada...
-Eso me pasó en espectáculos puntuales. Por ejemplo en "Boster Kirlok", mi segundo show. Siempre hice espectáculos de vanguardia, pero tuve que pagar por eso: que la gente se parara y se fuera asustada. También me pasó en "Mamá está presa". En "Lagarto blanco" no ocurrió, pero ahí necesité cumplir a ultranza mi misión en este mundo, que la gente se divierta. Yo podría, con el tipo de historias truculentas que manejo, llevarlo al extremo del llanto. Podría ser un perfecto actor dramático. Pero no me considero un actor cómico, me considero un artista. El artista puede navegar sobre el drama y el humor de una manera diferente que el actor cómico o el actor dramático. Por elección, preferí volcarlo todo a la risa desde un lugar totalmente original y único. Esto puedo decírtelo: lo que hago yo, no lo hace nadie. Esto de deformarme, cantar en vivo y recrear mundos casi de cine... porque yo laburo con el cuerpo, pero te meto en un trip que tiene más que ver con el cine que con el teatro. Te llevo de la moda y el glamour al travesti sin dientes que tiene que hacer una fellatio para poder vivir. Bizarro y terrible, pero con el vestuario de Churba, y con un sonido increíble y música de Capri de fondo.
-Hay ciertos códigos o tics de los personajes que no todo el mundo entiende, quizá porque no vive esa situación.
-Es cierto. La mayoría de la gente se queda fuera de todo el discurso. Entiende menos de la mitad. Pero pasan dos cosas. Una: vuelven más de una vez; dos: si no entendieron algo, al toque viene otro personaje que seguramente van a entender y si no lo entendieron, viene un dancing increíble, que por los menos mueven la cabeza y todo se transforma en un recital. Algo van a entender... Tiene que ver con el ángel. Yo, hace once años, a la 1 de la tarde en el programa de Repetto hacía personajes originales y la señora del otro lado del televisor no entendía nada y, sin embargo, decía: "Guau, este pibe. Qué energía".
Conservar la esencia
Para "Alita...", Posca apostó por los videoclips -algo que nunca había hecho- y se jugó por una estructura musical para la que contó con el DJ Capri y los grupos Arbol y Los Látigos. "El laburo que hice fue muy intenso. Porque tenía que meter los clips sin que resintieran el vivo y la adrenalina a la que está acostumbrado mi público. Que no matara el ritmo. Y creo que lo logré, porque los temas son muy arriba, muy dancing y tienen una historia muy consistente. Soy músico, pero también productor. No compuse las canciones para alguien. Yo tengo un tango y se lo doy a Arbol porque, como productor, considero que estos pibes pueden hacerlo bien. La parte electrónica se la di a Capri porque me parece que el pibe hace un sonido 2010. Y la cosa más glam rock se la di a Los Látigos", explica Posca, que en Mar del Plata, su ciudad natal, dio los primeros pasos en escena hasta que se dio cuenta de que tenía que dar el gran salto. Y llegó a Buenos Aires en 1989. Tuvo una fugaz aparición televisiva en "De la cabeza", aquel genial engendro de Roberto Cenderelli en Canal 2 (que devendría en Cha Cha Cha) y luego formó parte de "Del tomate", en Canal 9.
Tras un par de meses en el Parakultural y de trabajar en el San Martín y el Rojas, Posca se adueñó de las medianoches de La Plaza. "Yo inventé la trasnoche en un lugar mainstream. Puedo hacer televisión, algo popular o infantil, pero cuando hablamos de mis shows, sigo teniendo un discurso underground. Lo diferente es que lo metí en un lugar como La Plaza, empecé a reventar las salas a las 12 de la noche y no con un discurso comercial. Y la gente valora que conservé la esencia. Lo que pasa es que mi concepción del underground tiene que ver con tener el mejor sonido, una buena escenografía, mezclar con la moda. Y aun estando en el Parakultural tenía ese concepto."
-¿Hay temas en los que evitás meterte? ¿La religión, por ejemplo?
-No me meto con las cosas que no me divierten. La religión no es un tema que me subyugue. No va por ahí mi discurso. O con la política, que tampoco me interesó. Mi arte va por otro lado. Es mucho más escabroso y difícil. Sacar risa de mundos en los que aparentemente no hay nada de humor. Soy un cirujano de la risa.
-Hay situaciones que son durísimas y la gente se ríe.
-Lo que pasa es que una cosa es contar el texto y, otra cosa, verlo en vivo. Eso pasa con casi todos mis personajes. Cuando cuento la estructura, por ahí se quedan pasmados. En el show, la energía va con esa densidad, pero en el aire se transforma en risa. Seguramente algo de mí habrá en cada personaje; por algo me interesa hablar de eso y no de otra cosa. Pero eso es demasiado psicoanalítico...
Los personajes de Posca carecen de características que le son muy propias. No hay ninguno que salga a pasear en roller con su perro ovejero, que sea fanático del snowboard, practique yoga o sea un ávido consumidor de música. Y también de cine, justamente el rubro en el que le encantaría incursionar. "Me gustaría hacer cine. Pero hacer por hacer no me interesa. Tiene que haber una buena producción, me tiene que gustar el elenco, el libro, tiene que haber moneda... Si no hay plata, no lo hago. No me interesa laburar por amor al arte.
-¿Nunca trabajaste por amor al arte?
-No. Esto podría entenderse como "ah, el pibe hace todo por plata". A mí me llaman todo el tiempo de la tele y yo digo que no, porque no me gusta el producto. Y ahí, también, le estoy diciendo que no a mucha plata. Siempre va a estar por delante lo artístico. Por eso nunca seré rico (se ríe), pero dormiré feliz. Pero por más que lo artístico sea genial, si tampoco hay guita, no va. Esa cosa hippie, no.
Posca cuenta que ama Londres y París ("estoy seguro de que allí viví en otra vida", se ríe), y que Nueva York no cuaja en su paladar. Dice que su show tiene muchos más puntos de contacto con lo europeo que con lo norteamericano y que le crea contradicción el hecho de que sus dos hijos, de 5 y 10 años, quieran ir a sus shows.
-¿Admirás a algún humorista?
-La verdad que no. No podría darte un nombre. Soy bastante duro para reírme. Es más, no tuve un referente. Te mentiría si te dijera... no sé, Los Tres Chiflados. Yo a los 17 años no sabía qué iba a hacer. No tenía proyecto de vida, ¿entendés? Después, pintó estudiar teatro y me puse a estudiar todas las disciplinas. Porque si hay algo en lo que nunca creí es en la cosa autodidacta. Me parece que no existe. Por más talento que tengas, si no te perfeccionás no vas a lograr nunca hacer lo que vos querés en el camino que quieras. Creo que el talento es innato. Siempre tuve talento, pero si hubiera sido un vago, habría terminado en otra cosa que no tendría nada que ver con lo que estoy haciendo.
De jueves a sábado, amparado en la inmunidad que otorga la medianoche, sigue transformando la sordidez en carcajadas, las miserias en lágrimas sardónicas. Enamorado de la estética y apasionado de la perfección, Posca podría derrotar a cualquier ejército apenas munido de su autoestima. No por casualidad se define: "Soy un ser que necesita divertirse. Y la gente viene a verme a mí porque sabe lo que yo le ofrezco".