SOCIEDAD. FALSIFICADORES SOCIEDAD ANONIMA
Desde un reloj hasta un bombero, pasando por las monedas y las obras de arte, todo se falsifica. El control es muy difícil. Casi imposible. A veces, la cosa da para chiste. Otras, como cuando se trata de remedios, es para tomársela muy en serio
En la Argentina se falsifica de todo. Hasta diputados: hace poco murió Juan Abraham Kenan, el recordado diputrucho que, durante la privatización de Gas del Estado, quiso dar quórum al oficialismo. Se falsifican también ropa, billetes, arte, bomberos voluntarios, lubricantes, remedios, repuestos de autos, etcétera. En el caso de Kenan, se supone que lo falsificó la bancada justicialista. En todos los otros casos, muy pocas veces se ha sabido quiénes eran los falsificadores.
No es que sea difícil toparse con algo falso. Basta con recorrer el centro de Buenos Aires; en diversos puestos callejeros se pueden comprar relojes de grandes marcas por unos pocos pesos. Desde hace un tiempo empezaron a proliferar los puestitos que venden camisas Polo. Un poco más lejos del Centro, en el Mercado Central, ya la variedad de ropa falsa es mucho mayor. Hay Wrangler, Nike, Polo, Chevignon, John L. Cook y Calvin Klein por todos lados.
En estos casos, el que compra sabe, en general, que la legitimidad de la mercadería es dudosa. Y el bajo precio que se paga no da lugar a reclamos por un pantalón que destiñe o por un reloj que atrasa dos horas y media.
El problema es más complicado cuando se trata, por ejemplo, de disyuntores eléctricos. El comisario Rubén Canitano, jefe de la División Leyes Especiales de la Policía Federal, señala que tres importadores trajeron al país disyuntores falsos que hoy están en varios comercios. Si una persona instaló uno de esos aparatos en su casa y alguien mete los dedos en el enchufe, el disyuntor se quema, no interrumpe el paso de electricidad y la persona deviene cadáver morocho. Los importadores aseguraron que los habían comprado de buena fe.
El problema es un problemón en el caso de los remedios. Al que falsifica un cuadro se lo puede calificar de vivillo o pícaro, pero merece otra adjetivación el que pone agua destilada donde debería ir un remedio contra el cáncer. Cosa que ha ocurrido.
-Con los remedios el problema es grave -dice Eduardo Tettamanzi, director ejecutivo de la Cámara Argentina de Especialidades Medicinales-. Antes se falsificaban vitaminas, calmantes o productos para dolores estomacales. Hoy se falsifican antibióticos y antiparkinsonianos, por ejemplo.
Lo curioso es que, muchas veces, los falsificadores hacen el remedio utilizando la droga que corresponde. El dueño de una droguería mediana -son los negocios que proveen a las farmacias- exije anonimato y cuenta que, en general, los remedios falsos poseen la droga que debe tener el legítimo.
-Me han ofrecido varias veces. Hay gente que viene y te dice: Esto es trucho. Lo hice yo. El dolor de cabeza se te va a pasar en veinte minutos y no en diez, pero tiene lo que debe tener . Y ofrecen de todo: Amoxidal, Buscapina, Hepatalgina...
Los falsificadores hasta pueden arrogarse el papel de hombres interesados en el bien común. Pueden alegar, por ejemplo, que hacen felices a los niños. Es el caso de los miles de falsos jueguitos electrónicos Nintendo que existen.
Otros, quizá con la misma intención, trucharon el juego tiki-taka -dos bolitas unidas por un hilo que se golpean entre sí-, aunque esto es otra historia: nadie va a comprar una marca específica de tiki-taka.
Hay productos falsos en los que la diferencia con el original es casi inexistente, como los compact disc. Es grande la similitud entre el sonido de un compact falso de Soledad o Luis Miguel y el de uno legítimo. "Esto ocurre porque es tecnología digital. La diferencia sí se nota en la presentación gráfica -dice Roberto Piay, director ejecutivo de Capif, la Cámara Argentina de Productores de Fonogramas y Videogramas y sus Reproducciones-. En cambio, en las cassettes falsas la calidad del sonido es muy mala."
Las diferencias entre el producto falso y el original a veces no saltan a la vista. Pasa con el whisky, por ejemplo. Mariana Núñez Cordó y Walter Bastien, de la Cámara de Destiladores y Productores de Whisky, comentan que los falsificadores utilizan las botellas vacías y las rellenan, muy artesanalmente, con alguna bebida alcohólica barata o con agua y alcohol. El color del whisky lo consiguen con colorante caramelo.
Tampoco es fácil detectar el lubricante falso. En un allanamiento en Lanús, la policía descubrió una banda que tenía almacenados 140.000 litros de lubricante adulterado. En el galpón también había miles de envases de lubricantes marca YPF, Esso y Shell, listos para ser llenados. Los envases eran idénticos a los originales.
"En carteras de cuero Dior, a los falsificadores lo único que les importa es copiar el aspecto exterior. Y lo imitan bastante bien. Pero la materia prima es pésima", dice con sonrisa de indignación Lionel Rondouin, que supervisa las actividades de la firma francesa en América latina y en Sudáfrica.
En la ropa pasa otro tanto. La tela de un jeans falso puede ser la misma que la del original, pero las diferencias se notan en las costuras, o en la calidad de los procesos de teñido o gastado. Algo clave: todos los jeans falsos, sean de la marca que sean, tienen más o menos el mismo corte.
En los relojes hay diferencias claras. Los falsos suelen estar pintados, no son sumergibles, están cerrados de tal manera que no son reparables, llevan partes de plástico y el oscilador de cuarzo, que es el que da la precisión, es de mala calidad, con lo cual es muy fácil que atrase o adelante. En los mecanismos que usan rubíes, por ejemplo, éstos suelen estar pintados o son sintéticos.
Los que odian la falsificación recomiendan desconfiar de los precios muy bajos. Los muchachos de los Nintendo truchos vendían a 50 pesos jueguitos que valían 150. "El precio bajo es el gancho", dice Cordó. Las camisas Polo del Centro están a 30 pesos, menos de la mitad que las originales. Los relojes Rolex, símbolo de distinción, son vendidos a 20 en plena calle Florida.
Como es previsible, a las empresas no les gusta para nada esto de la falsificación. No sólo porque dejan de vender, sino porque las marcas se desprestigian. Alguien compra un reloj de marca. No tiene idea de que es falso. Si no le funciona bien o lo sumerge en agua y se le ahoga a pesar de ser sumergible, es probable que esa persona nunca más opte por esa marca.
La suma de dinero que dejan de facturar las empresas no es nada despreciable. La cuestión parece grave en la ropa: la Cámara de Indumentaria estima que cerca de un 12 o 13 por ciento de lo que se vende es falso; es decir, unos 70 millones de prendas por año. Esto, en una industria que factura 9000 millones anuales, significa mil millones en ese mismo lapso.
En ninguna otra industria quieren hacer estimaciones, salvo en la del medicamento. "Mundialmente, el porcentaje de remedios falsificados va del 0,5 al 2 por ciento. Creo que esos porcentajes son, más o menos, los que se dan en la Argentina", dice Tettamanzi, y agrega: "En algunos países de Africa, esa cifra llega al 10 por ciento".
Si bien la sensación es que se falsifica de todo, hay empresas que aseguran no tener este problema. En Samsonite, la firma de valijas, no tienen constancia de productos falsos, aunque están muy enojados porque dicen que otras marcas les copian las innovaciones. En la empresa de cassettes TDK aseguran que no han observado productos truchos. La abogada Claudia Iturralde, asesora legal de la bodega Cinba, dice que sólo han tenido problemas de falsificación con unas botellitas de merchandising del whisky JB.
Las nuevas tecnologías les han resuelto algunos problemas a los falsificadores, sobre todo a los que se dedican al dinero. Hasta mediados de la década pasada, el que quería hacer pesos falsos debía contar con una imprenta offsett y realizar un trabajo muy meticuloso, de artesano.
Ahora, el 99 por ciento de los billetes falsos está hecho con computadora o fotocopiadora láser -dice el subcomisario Alberto Morales, del área de falsificación de moneda de la Policía Federal-. Lo que no pueden conseguir es el mismo papel que se usa para los billetes originales. Lo fabrica a pedido una empresa extranjera bajo condiciones de seguridad muy rigurosas. De todos modos, los falsificadores tienen hoy una gran variedad de papeles en el mercado, mientras antes sólo había hojas oficio.
Aunque es muy fácil falsificar dinero, no es tan fácil introducirlo en el mercado. Los productores les dan los billetes a un pasador, que inicia un trabajo hormiga o, por qué no, gusano: "Se mueven de noche, pues se nota menos la falsificación y, además, la gente está más cansada. Se aprovechan de la gente mayor. Van haciendo distintas compras menores", sostiene Morales.
El oficial de policía dice que no conoce casos en los que alguien haya ingresado de golpe una suma grande de pesos, aunque sí de dólares. Este año, en una concesionaria de Chacabuco, Buenos Aires, unos falsificadores de dólares compraron tres autos con billetes que sólo servían para prender habanos.
Las monedas no escapan al afán falsificador. El año último se descubrió una fábrica en la que hacían las de un peso. Utilizaban arandelas del mismo grosor y diámetro y en el centro le ponían una chapita de bronce; luego iba el sello. "Lo hacían con una maquinita pequeña, normal -relata Morales-. No se precisa demasiada inversión para hacer monedas o billetes."
La palabra Paraguay suena en la boca de todos los que hablan de falsificación. Por ejemplo, en la boca de Carlos Misurelli, director de la Acción para la Protección de los Derechos Intelectuales Fonográficos (Apdif).
-En 1997 fue cerrado, en Ciudad del Este, un laboratorio clandestino de cassettes que era mucho más grande que los que Sony tiene en Brasil y la Argentina. Ese laboratorio paraguayo producía anualmente 20 millones de unidades.
La patria del coloso Chilavert exportó a Brasil, durante el año último, sesenta millones de cassettes falsas. Los hombres de Capif, no sin resignación, explican que el mercado brasileño de la cassette legal está perdido: casi todo es trucho.
Paraguay se transformó, hace dos años, en el mayor exportador de jeans hacia la Argentina. El detalle es que las prendas entraban en el país con las marcas falsificadas.
-La industria de lo falso corresponde a una etapa del desarrollo de la capacidad productiva de una nación -explica Lionel Rondouin, de Dior-. Son países con mano de obra barata y, a su vez, no tienen ninguna propiedad intelectual que defender. Entonces, los gobiernos se tapan los ojos, porque es una industria que genera fuentes de trabajo.
Las presiones políticas y económicas que ejerció Francia -el país más afectado por la falsificación de productos de lujo- hicieron que mejorara la situación en Corea y Taiwan, por ejemplo. El relativo éxito se relaciona con esas presiones, pero, fundamentalmente, con el hecho de que ambos países comenzaron a tener marcas para defender. "En los años 50, Japón era uno de los centros mundiales de la falsificación -ejemplifica Rondouin-. Ahora no, porque tiene marcas para proteger."
Hay una ecuación casi matemática. Aquello que más se vende es lo más falsificado. Compacts y cassettes falsos de Luis Miguel, Fito Páez y, actualmente, Soledad han salido al mercado en cantidades. Misurelli apunta que ya hay en marcha un juicio por falsificación de productos de la folklorista de Arequito.
Respecto del dinero, la cuestión es diferente. Se falsifican los billetes de dos pesos y también los de cien, pasando por todas las denominaciones intermedias. Las estadísticas indican que, desde enero hasta junio de este año, se detectaron, en Capital, 13 billetes falsos de 2 pesos, 204 de 5, 981 de 10, 262 de 20, 768 de 50 y 140 de 100: un total de 2368 billetes. En las provincias se descubrieron, en total, 2293.
Los falsificadores están más osados. Eso se nota en la industria de los medicamentos. El año último se supo que los falsificadores habían entrado en el negocio de los remedios de venta bajo receta, porque un laboratorio advirtió que había bajado la venta de un producto contra el mal de Parkinson. Las auditorías de venta revelaron que no habían disminuido los pacientes y que ningún competidor había logrado mayor inserción en el mercado.
A su vez, empezaron a aparecer denuncias de pacientes que tenían problemas con la medicación. Se hicieron investigaciones y se detectaron partidas falsificadas de ese medicamento y de otros. Descubrieron que los había distribuido un droguero de Rosario, que se dedicaba enteramente a los productos truchos. El tipo desapareció y, por supuesto, no se llegó a los productores.
La osadía también se nota en la industria de la ropa. Alejandro Salvador, presidente de la Cámara de la Indumentaria, sostiene que en los últimos tiempos han aparecido centros de comercialización marginales de gran importancia. Desde ya, Salvador menciona el barrio del Once y la calle Avellaneda, pero dice que hay muchas ferias en las que se vende ropa falsa, sobre todo en el conurbano bonaerense.
Salvador dice que el caso paradigmático es el del Mercado Central. "Hay como mil puestos de venta de ropa y atraen a la gente con las marcas. Hay algunos productos que venden que son originales, porque son robados", apunta.
-Si está tan claro que en el Mercado Central se vende ropa falsificada, ¿por qué no hacen algo al respecto?
-Distintas dependencias con las que he- mos hablado no quieren ir si no es con fuerte apoyo policial -mete miedo Salvador-. Es una estructura mafiosa. Incluso, tienen códigos especiales: cierta música que pasan por los altavoces avisa de la llegada de los inspectores.
El cronista le comenta que irá a esa feria. Salvador y Laura Codda, también de la Cámara, le dicen que tenga cuidado. Ellos han ido, con el peor coche y vestidos con la peor ropa posible, y sin embargo los han descubierto. "Enseguida se te acercan unos tipos grandotes -dice Codda-. No sé cómo, pero se dan cuenta que no sos del palo. Y ni se te ocurra filmar o sacar fotos."
El cronista no sabe manejar y nunca ha tenido buena ropa. Es sábado a la mañana y visita los puestos del Mercado Central. No ve sistemas de intercomunicación y los altavoces no emiten música. Está lleno de gente. Hay centenares de puestos, pero no mil. Y hay mucha ropa de marca, supuestamente falsa, pero hay mucha más de marca ignota y de pobre confección. Hay unos jeans de Calvin Klein cuyas etiquetas delatan la copia burda. Unos estampados de Nike que no están bien hechos. Nadie molesta ni sigue al cronista. Para disimular, compra cuatro pares de medias sin marca por cinco pesos. La verdad, le han dado muy buen resultado.
Así como no toda la ropa es de marca falsa en los circuitos marginales, tampoco toda es legítima en los negocios de cierto nivel. Rondouin, con su sonrisa indignada a cuestas, dice que hubo casos en Capital Federal de tiendas de mucha antigüedad y buena fama que han vendido productos falsificados. "Y no sólo de Dior", agrega.
-¿En estos casos se puede alegar buena fe?
-Los dueños de las tiendas saben a quién le compran. Y conocen el precio de la mercadería legítima. Saben que se trata de productos falsos.
El representante de Dior agrega que han descubierto la venta de carteras falsas en tiendas a la calle e, incluso, en centros comerciales. Al menos, esas carteras no llevan encima el delito de contrabando, pues los artículos de cuero sí suelen falsificarse en la Argentina, debido al precio bajo de esa materia prima en el mercado local.
Sin duda, en muchos casos los que falsifican necesitan una estructura mafiosa. Pero en muchos otros se trata de un pícaro o un hambreado que hace su delito en soledad. Walter Bastien recuerda algo que ocurrió hace años.
-Me llamaron de una seccional porque tenían un señor que falsificaba whisky. Yo quería hablar con él, porque las botellas estaban perfectas. El hombre era uruguayo. Y me dijo: "Vine a la Argentina porque me habían ofrecido trabajo. No era así, y entonces me puse a hacer ensalada de frutas. Pero la hacía con papa, y al mes se fermentaba y se reventaban las latas. Como no me salía bien, me puse a hacer whisky".
El que tiene vocación por lo falso quiere vivir de lo que le gusta. Si no es en el área industrial o comercial, puede ser en el área artística. Tipos con vocación se calzan ropajes y cascos y, con credenciales falsas, la van de bomberos. Tipos cuyo único contacto con el fuego ocurrió en asados. Dicen pertenecer a los Bomberos Voluntarios de La Boca o a los de la Vuelta de Rocha.
-Decenas de falsos bomberos recorren la ciudad y solicitan que les compren una rifa o una entrada a un festival, nada de lo cual existe -detalla el comisario Canitano.
Son vivos los falsificadores. Norberto García y Silvio Rosenberg, de la Cámara de Relojería, Joyería y Afines, comentan que los que venden relojes falsos en puestos callejeros tienen un sistema de intercomunicación para cuando aparecen los controles. "Hemos visto, durante un control, que un tipo pasaba en bicicleta haciendo sonar un silbato. Así avisaba a los demás puesteros", dicen. Y tienen el don de la fugacidad. Hoy fabrican Wrangler, mañana Guess, pasado Calvin Klein. "Cuando ven que una marca está realizando procedimientos, dejan de hacer ésa y pasan a otra", sostiene Salvador.
La fugacidad se da también en el aspecto industrial. Las fábricas de jeans falsos que hay en Paraguay se están trasladando, por las presiones que han recibido, hacia Bolivia. En China funcionaban cien fábricas de compact y cassettes falsos, pero el gobierno las empezó a molestar y se fueron para Macao.
Hay varias razones por las cuales los falsificadores operan con relativa tranquilidad. Una: los que venden al por menor mercadería falsificada alegan, cuando los descubren, que la compraron de buena fe. Ahí es donde se suele cortar la cadena que lleva hasta los productores. Por ejemplo, nunca se ha detenido a ningún falsificador de medicamentos. Es obvio que existen, pero nunca han pisado ni una seccional de barrio.
La cuestión de fondo, como siempre, es la voluntad política. Muchos de los entrevistados creen que no la hay, o que no tiene suficiente fuerza. "Hay toda una trama de intereses por los cuales no existe demasiada voluntad política", dice Salvador.
Las leyes existen. Están la ley de marcas y la ley de propiedad intelectual. Sin contar las otras leyes que actúan sobre delitos que acompañan la falsificación: contrabando y evasión fiscal y previsional, entre otros.
En general, los titulares de las cámaras industriales no están muy contentos con el énfasis que se pone, desde los organismos relacionados con el tema, para acabar con la falsificación. Los que sí sueltan elogios a raudales son los de la Cámara de Relojería, que tiran flores y flores para la Dirección de Lealtad Comercial, que depende del gobierno porteño. "Están haciendo un trabajo excelente y lograron una enorme disminución de la oferta de relojes falsos", declaran.
Hay juicios en marcha, hay denuncias y hay investigaciones, pero muy pocos caen. Nadie cree seriamente que pueda disminuir demasiado la cantidad de productos falsificados. Es algo que va más allá de voluntades políticas y de organismos de control.
-Nunca va a desaparecer la falsificación -asegura Rondouin-. Hay productos falsificados que son del primer siglo de la era cristiana. En Italia y Grecia se encontraron ánforas con sellos falsos que contenían vino supuestamente falso. Por entonces había bodegas con prestigio. Y el vino de tal provincia era mejor que el de tal otra. La falsificación existe desde que hay marcas.
Texto: Hernán Ameijeiras
Fotos: Ruben Digilio
Ilustraciones: Jorge Sanzol
Cuadros recién pintados
Ocurrió hace algunos años. Juan José Mosca, jefe de tasadores de arte del Banco de la Ciudad de Buenos Aires, se puso a mirar por la ventana una casa de venta de cuadros. "Vi que tenían tres grandes Quinquela Martín secándose al sol -recuerda-. Ingenuamente, en un principio creí que se habrían mojado." Los cuadros tenían sus respectivos marcos. "Los habían puesto al sol, con marco y todo, porque el sol quema la pintura. Si se desmonta el cuadro, entonces parece que hubieran estado con ese marco por mucho tiempo", dice Mosca.
No hay números ni estadísticas sobre falsificación de cuadros en la Argentina. Estimaciones de hace algunos años señalaban que la Argentina era el cuarto productor mundial de obras falsas, pero ninguna estimación puede ser demasiado seria.
En general, se cree que los falsificadores argentinos no operan en el marco de organizaciones. Son, más bien, simples pintores con facilidad para copiar lo que le pongan enfrente o para remedar el estilo de algún artista. "Yo tenía un compañero -dice Mosca, que también es artista plástico- al que los Spilimbergo le salían igual. Si hubiese querido venderlos, lo podría haber hecho." Enrique Scheinsohn, propietario de la galería Vermeer, conoció a un pintor de La Boca que podía pintar igual que Romero de Torres, un famoso artista español de principios de siglo.
A pesar de la tendencia al cuentapropismo, en 1989 fue descubierta una organización de falsificadores. Se dedicaban a la pintura argentina -Soldi, Fader, Berni, Quirós y Castagnino, entre otros- y vendían sus obras en una galería de Anchorena al 1500. Cuando se realizaron los allanamientos fueron encontradas 35 telas falsas, algunas de ellas escondidas en un medidor de gas.
Otra organización importante cayó en 1991. Los muchachos tenían, en un departamento de Callao, muy buenas copias de Dalí, Rembrandt y Van Gogh. La banda le había vendido un supuesto grabado de Picasso a un coleccionista que había viajado especialmente desde España. El coleccionista pagó sólo 50.000 dólares por una obra que valía diez veces más; cuando un experto analizó la obra y le dijo que era falsa, el hombre hizo la denuncia.
Las maneras de introducir una obra falsa en el mercado son diversas. Un pícaro pintorcillo pinta un Quinquela Martín. Le hace una documentación falsa -el cuadro perteneció a Fulano, fue adquirido en la galería Mengano, y así- y lo envía a una casa de subastas para ser rematado. En el peor de los casos, la obra no se venderá, pero, al menos, engrosará su currículum: ha sido expuesta en la casa de subastas.
Otro ejemplo, más osado: el Quinquela Martín es expuesto en una muestra en Bellas Artes y figura en un catálogo, con prólogo de prestigiosos críticos. El cuadro trucho ya está legitimado. En estos casos se requiere de cierta impericia por parte del que seleccionó los cuadros.
En esta década, hubo una exposición de Fader en Mendoza con una obra cuestionada, una muestra de Figari en el Bellas Artes con dudas públicas y una de Qinquela Martín, también en el Bellas Artes, con alguna pieza sospechada, aunque no de manera pública. Un especialista del museo, luego de una recorrida por esa exposición, bromeó:
"Hay alguna que todavía tiene la pintura fresca".
Pasa en las mejores familias. La sede neoyorquina de la casa de subastas Christie´s ilustró en 1993 la tapa del catálogo de un remate con una obra de Fernando Botero. Se dieron cuenta tarde de que era una obra falsa, y tuvieron que reimprimir todos los catálogos.
Frans van Riel, con casi medio siglo de galerista, no le otorga demasiada gravedad al problema de la falsificación de arte en la Argentina. Cree que cada vez es menor.
-A la Argentina vino mucha pintura durante las guerras mundiales. Luego, empezó a retornar a Europa, y ahí se vio que, en realidad, muchos de esos cuadros eran falsos.
En cuanto a la pintura argentina falsa, Van Riel cree que es de muy mala calidad. "En general, son falsificaciones torpes", dice. Lo mismo piensa Scheinsohn: "En cambio, las falsificaciones que se hacen en Europa son maravillosas", detalla.
Scheinsohn vio varios Quinquela falsos, y eso ocurrió en el propio taller del pintor boquense. Dice que lo fue a visitar, a fines de los años 70, y que le llamaron la atención unos Quinquela que no parecían pintados por él.
-Quinquela me explicó que eran falsos y que los coleccionaba, hasta el punto que cada falso que aparecía él lo cambiaba por un original. Hasta que se avivaron y todos le empezaron a llevar cuadros falsos.
A veces, hasta el propio autor de una obra tiene dudas sobre si él es el autor o no de un cuadro.
-Nosotros teníamos dudas con una obra y llamamos al pintor para que opinara -recuerda Mosca-. El tipo vino y dijo que no, que no era de él. Se nos venía el mundo abajo, porque estábamos casi seguros de que era suya. Le expliqué por qué pensaba que era de él, y finalmente empezó a acordarse y se dio cuenta de que era de su autoría.
Los autores también pueden decir que una obra no es suya aunque sea suya. Por ejemplo: una obra mala que el pintor no quiere asumir como propia; Horacio Butler, por caso, tuvo la delicadeza, antes de morir, de destruir todos los cuadros propios que no le parecían buenos. O también: un pintor le regala una obra a su amante. Ese pintor está casado y su esposa lleva un metódico registro de todas sus creaciones. Si la obra aparece en el mercado, el pintor tiene un problema para explicar de dónde surgió esa pieza.
La Argentina ha dado grandes hombres en la literatura, la ciencia, el teatro y, por qué no, también en el campo del engaño. Oreste Caraggiolo Semper se llamaba un argentino que vivía en París a principios de siglo. Estaba vinculado con el ambiente rico y, para esos amigos, era el conde de Valinferno, tal como se presentaba. Este conde falso había logrado vender, sin problema, alguna que otra obra falsa entre sus relaciones. En 1911, un italiano robó La Gioconda del Museo del Louvre y la escondió en un ropero. Caraggiolo Semper, hombre rápido, aprovechó para vender cuatro muy buenas copias del cuadro de Leonardo a sendos coleccionistas norteamericanos. Cuando La Gioconda original volvió al Louvre, los norteamericanos se dieron cuenta de la estafa. Caraggiolo Semper, flor de pícaro, nunca más apareció.
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