Ficción y realidad se suben al ring sin perder el rímel
Trazar paralelos puede resultar -en la mayoría de los casos- una tarea demasiada forzosa. Lejos de esos juegos truncos Marcela Tigresa Acuña, la primera boxeadora profesional argentina, encontró en Girlfight, golpes de mujer varias escenas que le recordaron a su propia vida.
Cuchicheando entre risas y lágrimas con Ramón Chaparro, su entrenador y marido, en una función privada del film que se alzó con el premio del jurado a la Mejor Película y Mejor Director en el Festival de Cine de Sundance 2000, la formoseña y Ramón no pudieron esconder su emoción. "Me hizo acordar a tantas cosas. A mí también no me tomaban en serio, en el colegio me tildaban de machona y los chicos no querían pelear conmigo", dice la Tigresa con la aprobación de su DT apenas comienzan a correr los créditos.
Y no es para menos. Girlfight es la historia de una adolescente que encuentra la fuerza, la dignidad y el amor en un lugar atípico: el ring. La opera prima de la guionista y directora Karyn Kusama -que desde el vamos contó con el padrinazgo de John Sayles- y que se filmó en 26 días, va más allá de la simple anécdota tipo Rocky para meterse en un relato que da cuenta -sin caer en el toque feminista- de lo que significa ser mujer en un mundo de hombres. Diana Guzmán, en la piel de Michelle Rodríguez, una especie de versión femenina del primer Marlon Brandon, sufre las consecuencias de sentirse en el cuadrilátero como en casa.
"Prejuicios -hace una pausa la boxeadora- siempre se sufren, pero de a poco uno se va ganando el respeto." Es que Diana y Marcela fueron objetos de menosprecios y maltratos. "¿Pelear con una chica?", "Andá y noqueala", se escucha desde la pantalla. Marcela sólo se ríe y asiente.
"Sabés las veces que tuve que enfrentarme, no sólo en el boxeo, también cuando practicaba full contact con pibes a los que le decían: andá, noqueala y vámonos a casa", recuerda la Tigresa . "Esto no es cosa del pasado -dice indignado Ramón-, ahora mismo nos enteramos de que algunos de los chicos con los que guantea quieren reventarla. "
No sólo en el ring debió defender su honor. "En la calle tuve que hacerle frente a tipos malhablados, que querían pasarse de listos, pero supe cómo defenderme-dispara la joven boxedora-. Hasta fui a las piñas estando embarazada del primero."
Al igual que Diana, la Tigresa se jacta de tener una quijada fuerte y la misma fuerza de voluntad por conseguir lo que se propone. "Cuando veía esos entrenamientos tan duros, en realidad me parecía estar viendo a Marcela", confiesa con total admiración Ramón.
Pero a diferencia de cualquier historia de película, por lograr su sueño Marcela perdió una casa. Ahora vive con lo justo en Wilde, sin contrato y en busca de un sponsor. "Viaja hasta Isidro Casanova para entrenarse y sólo toma una vitamina de las cuatro que debe -cuenta indignado su admirador número uno-. Y eso no es todo, cuando llega a casa es mamá y ama de casa. Nuestra fe en Dios nos mantiene fuertes."
Una historia de amor
Ramón tiene 47 años, Marcela 24 y hace diez que están juntos. Se conocieron en Formosa, en el gimnasio que Ramón tenía. Ella sólo tenía 7 años y quería practicar full contact (a las 12 fue cinturón negro y a los 14 campeona Sudamericana. El título lo defendió 16 veces). Fue por aquel entonces que comenzó a entrenarla y ante tanta garra la bautizó como la Tigresa. Cuando cumplió los 15 decidió irse a vivir con su entrenador a pesar de la prohibición de su padre. Al tiempo nació Maximiliano, ahora tiene 8, y después Josué, de 6. "Papá nunca me perdonó la decisión, él siempre me apoyó en mi vida profesional, pero no en la personal -reconoce Marcela-, nos mantenemos en contacto, conoce a mis hijos, pero a Ramón no le habla."
En su búsqueda por hallar respeto y dignidad, la protagonista de Girlfight, golpes de mujer también encuentra el amor en el cuadrilátero, en este caso en Adrián (Santiago Douglas), un joven boxeador que será capaz de brindarle la armonía y comprensión que tanto necesita.
"Del otro lado necesitás a alguien que realmente te conozca y sepa de qué va -cuenta la formoseña-. Como en la parte esa en la que ella quiere tener sexo y él le explica que no puede, porque tiene una pelea. Quién puede bancar que durante 30 o 40 días no puedas hacer nada porque te estás preparando para el título mundial, o 20 si es para cualquier otra pelea, como la que voy a tener mañana en Formosa. Es o no es apoyo." Ramón sólo sonríe.
La feliz pareja está convencida de que este tipo de películas sirve para difundir un deporte que en la Argentina ya se está haciendo notar. Desde que Marcela obtuvo este mismo año la licencia profesional número 1, por haber peleado en los Estados Unidos contra rivales de primer nivel, como la estrella Christy Martin, la Federación Argentina de Box reconoció el interés que existe por el boxeo femenino.
"Si el día de mañana algún productor quiere hacer una película sobre la Tigresa bienvenido sea. Su vida es riquísima y en el cine Marcela se vería bien ¿o no?", tira el anzuelo Ramón, el mismo que sueña con comprarle, algún día, a la coqueta de Marcela (sin rouge no sube al ring), el trajecito negro de cuero, igualito al de Emma Peel. "¡Ay Ramón!", dice una tímida felina. Creánlo o no, se puso colorada.
Girlfight, golpes de mujer
2000, EE.UU.
Dirigida y escrita por: Karyn Kusama
Protagonizada por: Michelle Rodríguez, Jamie Tirelli, Paul Calderon y Santiago Douglas.
Música: Theodore Shapiro
Productor ejecutivo y padrino: John Sayles.
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