Fotografías útiles
Durante sus nueve años en Paraguay, registró las durezas del servicio militar y las de la cárcel. Quería que sus fotos sirvieran para cambiar algo. Hoy muestra sus obras en el San Martín
A Jorge Sáenz le gusta pensar que las fotografías tienen una utilidad que va más allá de la estética, que hay ocasiones en que la realidad retenida en el papel puede pelear contra la injusticia y la ignorancia, e incluso ganar la contienda. Dos de sus trabajos más extensos, un ensayo sobre el servicio militar obligatorio en Paraguay y otro sobre la cárcel de menores de ese país -que se presentan reunidos en la fotogalería del Teatro San Martín- son prueba de eso.
Resultado de su paso por distintos medios periodísticos ("Muchas de las fotos que integran la muestra son negativos que iba guardando sobre los temas que más me interesaban", dice), su archivo personal le permitió a Sáenz darse cuenta de que tenía intereses recurrentes. "Empecé a ver que había guardado muchas fotos del servicio militar, de la degradación de los soldados, de la cárcel de menores", relata.
Sáenz, que había llegado al Paraguay siguiendo los pasos de la que hoy es su esposa y que había dejado atrás su trabajo como fotógrafo de Página 12, pronto se convirtió en editor del diario ABC Color, por entonces el más importante de aquel país.
"Como tenía la ventaja de ser el jefe, cuando aparecía una nota en el diario sobre estos temas, decidía mandarme a mí mismo a cubrirlo. Así, a través de los años, me di cuenta de que tenía una historia contada, que sólo dependía de cómo se la editara." Cuando ese tema estuvo resuelto, el fotógrafo tenía un libro entre manos. "Me contacté con la gente del Movimiento Objetores de Conciencia, que militaban dentro del Servicio Paz y Justicia del Paraguay, porque me pareció que se les podía dar una utilidad a esas imágenes. Más allá de la cuestión estética, podían ser útiles para la lucha de ciertos sectores en contra de lo que yo creía injusto en ese momento, que era el servicio militar obligatorio. A ellos les interesó mucho la idea, consiguieron el dinero de agencias internacionales y así salió el primer libro."
Claro que fue de utilidad. Debido a los altos índices de analfabetismo en Paraguay, "toda cuestión de propaganda audiovisual de un determinado problema es muy útil". Las fotos sirvieron para que miles de campesinos tomaran conciencia de lo que implicaba el servicio militar. El libro se convirtió en muestra itinerante y recorrió varios países, entre ellos España, Suecia y los Estados Unidos.
"Después empecé a ver el tema de los presos, que había sido hecho paralelamente con el tema de los soldados -continúa Sáenz- con la misma intención. Me contacté con una organización de jóvenes que utilizó el libro para influir entre los parlamentarios que estaban discutiendo la nueva ley del código del menor." La fiscalía del menor, en Paraguay, asumió el trabajo como suyo y se encargó de la difusión. Incluso en la biblioteca de la cárcel, donde se hicieron muchas de las imágenes más crudas, el libro puede consultarse. "Al cura de la prisión, el libro le gustó tanto que lo usa para charlar con los chicos y para que vean", agrega. De que fueron provechosas, a nadie le quedan dudas.
Claro que Jorge Sáenz no pudo presenciar ninguna de esas reuniones en las que se enseña a partir de su trabajo. "No fui a ninguna porque ya no dejaron entrar a más periodistas a la cárcel. Una vez que salió el libro nos echaron a patadas." Lógico. Lo extraño es que nadie interfiriera con su trabajo mientras lo realizaba.
"Yo creo que los años de impunidad de un régimen como el que tuvo Paraguay hacen que la gente crea que nada puede cambiar nada. Entonces, que haya un fotógrafo haciendo su trabajo les da igual, porque la impunidad va a seguir, la injusticia va a seguir. Había bastante inconsciencia por parte del poder con respecto a la fotografía." Eso fue antes del libro.
De regreso en la Argentina como editor fotográfico de la revista Veintidós, Sáenz sintió la necesidad de mostrar lo que había hecho durante los nueve años que estuvo afuera, y así surgió esta exposición que hoy cuelga de las paredes de la fotogalería del San Martín.
Al recorrer la muestra por primera vez, Sáenz sintió la satisfacción de haber logrado su objetivo. "En el caso de los soldados pude mostrar que atrás de toda esa parafernalia militar hay mucho sufrimiento de los adolescentes, tanto psicológico como físico. De hecho, morían entre cuatro y seis por año, y lo más curioso es que no fallecían en situación de entrenamiento militar, sino por las patadas de un oficial, por un tiro de un suboficial borracho, por las torturas." La satisfacción proviene de haber probado su idea: sus fotos fueron de utilidad. Un oficial paraguayo se lo confirmó poco tiempo antes de que regresara a Buenos Aires. "Por tu culpa, ahora tenemos que estudiar más", le dijo. Cuando el fotógrafo le preguntó por qué, el militar le respondió que en sus programas de estudio se había incorporado una bolilla nueva. "Se llama Rompan filas, Jorge Sáenz " (igual que el libro). "No supe si sentir alegría o miedo: mi trabajo fue tan útil que hasta el enemigo lo usa."
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