GABRIELA ARIAS URIBURU Madre en lucha
Es argentina y tiene residencia en Guatemala. Su ex marido secuestró a sus tres hijos y los llevó a Jordania. Tras intensa batalla legal y espiritual, logró un fallo histórico de la justicia jordana. Además, creó una fundación para ayudar a quienes viven dramas como el suyo
"El tema es así: vos llegás a tu casa, y desaparecieron tus hijos. No sabés dónde están. Tenés que contactar a Interpol, a los Estados parte, a la Justicia. Tenés que salir a mover la democracia entera para defender los derechos de tus hijos."
Gabriela Arias Uriburu ya no habla de su caso como una cuestión personal. Como algo que increíblemente le sucedió a ella. Durante estos dos últimos años desde que se desató lo que ella denomina tragedia , se dio cuenta de que hay miles de casos iguales al suyo. En el mundo hay 350.000 chicos que han sido secuestrados por uno de los dos padres. Sólo en los Estados Unidos hay más de 10.000 casos.
"La globalización hace que la gente salga de su país de origen para trabajar en otro país. De esas parejas nacen chicos en el extranjero, pero si los padres se llegan a separar, los chicos son ciudadanos de ese país. Sin embargo, es común que uno de los padres secuestre a los hijos y vaya a su país de origen. Por ejemplo: una mexicana se casa con un alemán y viven en Japón. Si se separan, surge el conflicto." Esta explicación hace entrever que el problema del matrimonio Shaban-Arias Uriburu va más allá de un conflicto entre la cultura oriental y occidental. La argentina Gabriela Arias Uriburu se fue a vivir a Guatemala en 1989. Su padre era embajador argentino en ese país, y era una buena ocasión para acercarse a él. Al poco tiempo Gaby conoció a Imad Shaban, de nacionalidad jordana, pero radicado en Guatemala desde hacía más de 10 años. Imad trabajaba en las florecientes empresas familiares. El matrimonio se produjo en 1991, y fijó en Guatemala su lugar de residencia.
En 1997 se produjo una gran crisis matrimonial y vino la separación. Había conflictos cada vez más intensos y la justicia de Guatemala le dio la tenencia de Karim, Zahira y Shariff a la madre. Pero el padre no obedeció al juez y salió ilegalmente con los chicos de Guatemala, radicándose en Jordania. De allí en más, el infierno.
Como la protagonista de una novela de Kafka, Gabriela recorrió oficinas, juzgados, estudios de abogacía, consulados, embajadas. Emprendió la ruta hacia la recuperación de los chicos, siempre de cara a la ley. Pero no fue fácil. Había que convencer a Jordania de que, aunque para ese país los chicos son ciudadanos jordanos, el centro del debate es Guatemala, de donde fueron arrancados.
Claro que no fue fácil. Imad Shaban se había encargado de declarar que su ex mujer pertenecía a una secta diabólica y que era básicamente desequilibrada. El pertenece a una cultura en donde si la carroza de la princesa se convierte en calabaza, la mujer termina pasándola muy mal.
Pero la muchacha dulce de ojos clarísimos, que solía ir a cantar a los hospitales cuando era joven, que soñaba con la unión de culturas y razas y que creía en un matrimonio feliz, se despertó y empuñó la espada.
Al principio, marcó su ruta: sería la de la recuperación de los chicos por medio de la justicia. Aunque fuera más lento. Nada de contrarraptos. Fortaleció su espíritu: se puso a pulir las aristas del odio hacia Imad Shaban, el hombre que la había desgarrado en vida.
"Yo he tratado de que no se hable de la custodia. Lo que importa es que los chicos fueron llevados ilegalmente a un país que no era su centro de vida. Se les niega la otra parte de su identidad, que en este caso es su madre, pero que en otros casos es el padre. Pero no es que se les niega un poco. No tienen contacto. Para los chicos, desaparece esa parte. No existe más."
Después de un año sin ver a sus hijos, finalmente logró que se dieran las condiciones para viajar a Jordania. Shariff, de un año y ocho meses, ya había dejado de ser un bebe. Tenía casi tres años y Gabriela no vivió esa transformación. Zahira estaba preocupada por sus pertenencias en Guatemala y quería saber si su madre se había encargado de resguardarlas. Su muñeca, sus hebillas. Y Karim... Karim estaba mudo, blanco, flaco, sin su brillo vivaz en la mirada. Su madre se dedicó a los mimos, sin signos de rencor hacia lo que había llevado a esta situación. Y volvió aún más decidida a recuperarlos.
Aprendió a hablar de igual a igual con jueces, abogados, embajadores y funcionarios. Se internó en las profundidades del Corán para que el juez de Jordania tomase en cuenta sus dichos. Y finalmente lo logró. En un fallo histórico, la justicia jordana le reconoció hace un mes sus derechos como madre, y no permitió que Imad Shaban legalizara su situación. El camino hacia la recuperación de los chicos parece haber dejado de tener tantas curvas.
Esta experiencia es la que Gabriela ya ha volcado en un libro publicado por Planeta, llamado Ayuda, quiero a mis hijos , y también quiere volcar en su flamante Fundación Niños Unidos para el Mundo, que cuenta con el respaldo de Unicef Argentina. En ella ayudará a familias que pasen por la misma situación. Está sentada en la punta de un sofá. Frente a ella, un mundo de papeles, un fax, carpetas, su agenda. Durante la entrevista, mil llamadas. Ante cada una, abre su agenda y anota. A las 9, el Congreso Panamericano (en el que ella dijo las palabras del cierre); a las 13, almuerzo con gente del Gobierno de la ciudad; a las 17, una entrevista con un embajador.
Hasta ahora, la fundación funciona en la casa de su madre, un punto de reunión para toda la familia. Próximamente se mudará a San Telmo, donde el Gobierno de la Ciudad prometió una oficina.
-Hace poco más de un mes se ha producido en Jordania un fallo histórico, en el que siendo mujer, y extranjera, te reconocen tus derechos...
-Cuando Imad llegó a Jordania, pidió en el juicio que entabló contra mí la custodia de los chicos. Ahora Jordania ha decidido no dar lugar a la demanda, lo cual es impresionante porque lo que le está diciendo a Imad es que no está de acuerdo con el secuestro. Estoy más cerca del punto de encuentro con los chicos a partir de esa resolución. Hay una mayor apertura en el nivel judicial. Ahora Guatemala acaba de hacer una presentación ante Jordania pidiendo la restitución de los chicos.
-¿Cómo surgió?
-Le pedí al juez islámico que aplicara en mi caso la ley del Corán que dice que los chicos tienen que estar con la madre hasta los 14 años.
-Pero según lo que escribiste en el libro, Imad había dicho que eras desequilibrada. ¿No fue difícil revertir eso?
-Había una estrategia de la familia Shaban de repudiar a la otra parte y hacerla quedar muy mal ante la corte. El camino que yo seguí fue ir más allá de lo que Imad dijera de mí. El juez vio en mí no a una madre desequilibrada que gritaba en una corte, sino a una persona que hablaba pausada, objetivamente. Esta manera de encarar las cosas la fui adquiriendo durante todo el año en que no vi a mis hijos. Por otro lado, las cartas del presidente Menem y todas las acciones internacionales que se hicieron fueron mostrando la realidad de la situación. No es que Imad se refugió en Jordania porque Guatemala era un país peligroso, como le había dicho al juez. El se fue desobedeciendo una autoridad que tenía competencia sobre la tenencia.
-El hecho de que tu padre haya sido diplomático, ¿fue determinante para que se te abran puertas?
-Ayudó, pero no en un ciento por ciento. Si yo hubiera decidido meterme en la cama y entrar en una depresión, nadie hubiera podido hacer nada. El me ayudó como padre. Y los abogados fueron fundamentales. Recomendándome diferentes lecturas, comprendí la traición de Imad, y que esto que iba a emprender era como una cruzada.
-¿Cómo te mantenés económicamente? Tantos viajes, hoteles. Debe ser carísimo afrontar todos los gastos, más aún con una fundación que crece.
-Es carísimo. Hay una persona que no puedo nombrar que nos da los pasajes y los viáticos. Después hay toda una estructura familiar en la que cada uno utiliza su creatividad para tratar de solucionar problemas. Y para la fundación, la diputada Carrió prometió hacer una comida para recolectar fondos en noviembre. Necesitamos, entre otras cosas, comprar un programa para computadora en el que escaneás una foto de un chico y te aparece la imagen de cómo se va transformando a lo largo de los años.
-¿Cuáles son las implicancias del fallo?
-Si uno tiene sentido común, todos deberían regresar a Guatemala. Ahora ha surgido que Jordania sugiere que inicie allí un juicio civil para hacer valer mi tenencia, pero como es un tema tan complejo, no puedo asentar mi domicilio en Jordania porque sería rebelarme contra la justicia guatemalteca. No puede haber dos instancias judiciales. Estamos viendo cómo lo resolvemos.
-¿Alguna vez pensaste en vivir en Jordania?
-Mucha gente me ha preguntado por qué no me voy a vivir ahí. En el momento en que vaya a vivir a Jordania, paso a ser propiedad de la familia Shaban, porque así lo marca la ley. Deciden, por ejemplo, cuándo entro o salgo del país. Además, ése es un mundo más para hombres que para mujeres. Yo el día de mañana quiero que mis hijos formen su familia libremente, y es sabido que en los países árabes se arreglan los matrimonios. Si hay sentido común, todo debería volver a Guatemala. Allí, las empresas de la familia Shaban funcionan perfectamente. Nosotros decidimos de común acuerdo cuando nos casamos que íbamos a vivir en Guatemala y que los chicos crecerían ahí.
-Si hay un arreglo, ¿cuál es el impedimento para que esto suceda?
-En diciembre, Imad me dijo que no quería volver a Guatemala porque al haber sacado el tema a la luz públicamente, él quedó muy mal parado. Entonces busqué algún otro país neutral. Pero me dijo que qué iba a hacer él en otro país... Yo rezo para que antes de que los gobiernos de los diferentes países digan lo que hay que hacer, Imad pueda sentarse conmigo y arreglar la situación.
-¿Cómo es tu régimen de visitas en Jordania?
-El juez me permite ver a los chicos una vez por semana. Pero en la práctica esto no se puede realizar porque no se sabe cuál es el domicilio de los chicos. A Imad, para avisarle sobre las visitas, tuvieron que publicárselo en el diario. Además soy extranjera, no tengo residencia, es imposible. Si acá a algunas personas les cuesta que se cumpla con el régimen de visitas, imaginate allá. Si decido hacerlo de todas maneras, Imad podría esconderse en otro país vecino. Lo que los abogados de ambas partes están tratando de hacer es llegar a un arreglo sobre el régimen de visitas. Es lo más lógico para los chicos.
-La situación legal de Imad en Guatemala es complicada.
-Si hay un arreglo y los chicos vuelven a Guatemala, se levantan todos los cargos.
-No es tu intención que vaya a la cárcel.
-¿Cómo voy a querer que el padre de mis hijos vaya a la cárcel?
-Asistís a reuniones con personalidades. Das conferencias. Te transformaste de ama de casa en ejecutiva de tu propia causa.
-A veces siento que no soy yo. Hay alguien más, como mis hijos, adentro mío, levantándome. En cuanto al tratamiento del tema en el nivel internacional, este año se han ganado miles de batallas. Hay una concientización mayor en los congresos y hasta en las Naciones Unidas. El otro día hablaba con la viuda de Pochat y concordaba en que en estas situaciones extremas, uno saca a relucir una fuerza que está, pero que sale a flote a partir de la tragedia.
-¿Por qué hay tantos casos como el tuyo?
-A veces vivir en un país que no es el de origen es algo que se cuestiona, especialmente cuando hay una crisis matrimonial. No pasa solamente por el islam. Mis hijos nacieron en Guatemala. Tienen a sus ancestros en la Argentina y en Jordania. Para la Argentina, son ciudadanos argentinos. Para Jordania, son jordanos. Para Guatemala, guatemaltecos. El tema es tan complejo que tiene que haber leyes y tratados internacionales que ayuden a que estos niños no sean trasladados a otro país, que todo se contemple en el país de origen de los chicos. Que sea este país el que pida la restitución. Esto está estipulado en dos convenciones: la Convención de los Derechos del Niño y la de La Haya, que es de 1980. Allí está mi lucha: en que se firmen las convenciones. En ellas se habla claramente sobre cómo debe ser la restitución de los menores. Lo que pasa es que no la han firmado todos los países. De hecho, la de La Haya no la firmaron ni Guatemala ni Jordania. Pero estamos en camino.
-¿Te identificaste con Gabriela Oswald?
-Yo no, pero muchos compararon a las dos Gabrielas. Su caso fue un ejemplo de equilibrio judicial. Cuando Canadá pide la restitución de Daniela, era lo que tenía que suceder, porque la residencia de la chica estaba en Canadá, y entonces era ese país el que tenía que dirimir.
-¿Pensaste, cuando te casaste, que podrías estar en esta situación?
-Me lo advirtieron. Pero no, nunca lo creí. Hasta mamá me envió el libro de Betty Mahmoody que se llama No me iré sin mi hija , que después hicieron en cine protagonizado por Sally Field. El libro trata sobre una americana que se casa con un médico iraní, y que en un viaje a Irán la obliga a quedarse junto a su hija, y debe escaparse de Irán de una manera muy peligrosa. Yo le dije a mamá que estaba loca. Imad es un hombre que se fue de Oriente a los 17 años, y que estuvo afincado en Guatemala durante 12 años. Pero la cruda realidad aparece.
-¿Pensaste en contratar a un comando, como el que utilizó Betty Mahmoody para salir del país con su hija?
-No, pero quise saber cómo lo hacían. Ellos se instalan en el país seis meses antes del secuestro y vigilan todos los movimientos de los chicos. Hasta que encuentran algún punto vulnerable. Entonces preparan un plan, y los secuestran. Lo que pasa es que no pueden asegurar que nadie vaya a salir lastimado, y tampoco que puedan traer a los tres chicos. Quizá llegan con dos, y uno queda allá. Es una cosa de locos.
-¿Cuánto cuesta contratar a un comando?
-Pueden ser 50.000 o 500.000 dólares. Depende de la cantidad de gente que trabaje, del país donde están los chicos...
-Además podría suceder que él te los vuelva a secuestrar.
-Se supone que tenés que pedir asilo político en otro país. Te borran la identidad, igual que a Betty Mahmoody. Yo no podría entrar en ésa.
-¿Cómo fueron los primeros meses después del rapto?
-Los tres primeros meses fueron los más duros. Yo tenía mucha bronca, porque me había casado muy enamorada.
-Tenías el sueño de unir culturas.
-Yo había plasmado ese sueño. Mis hijos hablan español, árabe, y estaban aprendiendo inglés.
-¿Por qué les pusiste a tus hijos nombres árabes?
-El tema de los nombres fue bastante peleado. A Imad al principio le costaba mucho el matrimonio con una occidental. Tenía miedo de que yo lo discriminara. Fue un desafío demostrarle lo contrario.
-Y te fuiste adaptando a su cultura.
-Fue difícil. Por ejemplo a mí no me gustaba cocinar y tuve que aprender a cocinar comida árabe. Las mujeres le cocinan a su familia y yo aprendí. No sabía sobre especias, pero empecé a entender por qué el cardamomo iba con el cordero. Entrabas en mi casa y tenías sobre la mesa del comedor una mitad de comida árabe y la otra de comida argentina. Hasta yo estaba sorprendida.
-¿Imad también aprendía sobre la cultura occidental?
-Durante los primeros años hubo un esfuerzo de su parte. Estaba viviendo en Occidente, casado con una mujer occidental... Pero después de que sucediera esto, me di cuenta de que internamente no era así. Yo estaba convencida y empecé a leer mucho sobre el iIslam para que efectivamente se diera el encuentro entre las dos culturas. En Imad no se dio de esta manera. Si no, nunca hubiera hecho lo que hizo.
-¿Y por qué te parece que hizo lo que hizo?
-Cuando hay una separación tiene que existir un duelo, pero hay personas que no son emocionalmente maduras como paraefectuar ese duelo. Creo que en Imad hubo una condición de inmadurez. El tema del secuestro de los chicos tiene muchos perfiles: cultural, legal y de la condición humana de cada uno. Este tema existe desde la mitología griega, cuando Hades se lleva a la hija de Zeus. Yo tuve que leer y encontrarle sentido a lo que me estaba pasando.
-¿Cómo remontaste los bajones?
-Sólo yo sé los bajones que he tenido. Siempre le pedí a mis hijos que me ayuden. Por ejemplo, en julio de este año tuve un bajón terrible. Atendía el teléfono llorando. Después aprendí a llorar por dentro, porque si lloro todo el tiempo no puedo hablar, no puedo trabajar. Lo que pasó también es que me acerqué mucho a Dios. Yo hago contratos con El. Le digo: yo hago tal cosa si vos hacés tal otra. Por ejemplo, le pido que me ayude cuando tengo que hablar ante mucha gente...
-¿Tomaste antidepresivos?
-No. Te adormecen, y yo tengo que estar lúcida.
-¿Hiciste terapia?
-Los tres primeros meses. Después, la psicóloga me dijo que ya tenía las armas suficientes para luchar. Pero hubo otras personas que me ayudaron a ponerle palabras a estas sensaciones. Leí mucho sobre mujeres que pasaron por situaciones difíciles, y sacaron fuerzas. Todo eso me fue sosteniendo.
-¿Cómo fue el reencuentro con los chicos en diciembre último?
-Es lo que me mantiene viva. El año último hubo momentos en los que quise tirar la toalla. No daba más. Sentía que cada vez que iba a hablar a algún lugar se me cerraban las puertas. Entonces me encerré por dos días. Tenía que tomar la decisión: si dejaba o seguía adelante. Un día me propuse seguir si antes de fin de año podía ver a mis hijos. Esa era mi señal. Yo soy muy de mimarlos, de tocarlos. Eso de no tener a mis hijos para mí es la muerte. Para qué sirve vivir. No existe. No concibo no poder abrazarlos. Pero la mañana en que volví a ver a mis hijos después de un año, me dije: esto funciona. Y a partir de allí me nacieron las ganas de seguir luchando. Trabajé para ese momento. Básicamente, llegué con el conflicto entre Imad y yo resuelto.
-¿Qué pasó cuando los viste?
-Quizá me puedan entender madres que hayan pasado por lo mismo, o que se les haya muerto un hijo. Mis hijos se comunicaban conmigo a través de mis sueños. Es que hay un vínculo muy difícil de romper. Cuando vi a los chicos es como si nunca hubiera estado lejos.
-Contame sobre la primera visita de las tres que pudiste hacer.
-La primera visita fue difícil porque no se cumplió con lo pactado. Había 15 personas a mi alrededor que nunca había visto. Había guardaespaldas en las cornisas porque decían que llegué para secuestrarlos. Y el representante de la cancillería argentina no me pudo acompañar porque la familia Shaban sostenía que si agarraba a los chicos, ya pertenecían al Estado argentino. Yo había trabajado todo el año para que cualquier situación que se pudiera presentar no me importase. Lo único que me importaba eran mis hijos. Imad, en cambio, estaba en una postura de mala fe, de agresión. Pero yo me sostuve en mi posición.
-Y los chicos, ¿cómo estaban?
-Primero vi a Shariff, que tenía un año y ocho meses cuando me lo sacaron. Lo primero que hice fue mirarlo y decirle con la mirada acá está mamá. Y respondió. Vino corriendo y gritó ¡mamá! Me dio un beso, se sentó en mis faldas, y miró a todos como diciendo acá estoy con mi mamá. Fue bárbaro.
-¿Cómo fue el encuentro con Zahira y con Karim?
-La gorda es fuerte. Está madurando. También me hizo preguntas típicas de las chiquitas. Si había guardado bien todas sus cosas, si todo estaba en su lugar... Pero Karim...( se le llenan los ojos de lágrimas ). Vi un fantasma, sin brillo en la mirada. Lo que vi fue un espanto. Tenía angustia. No se animaba a mirarme.
-¿Lloraste?
-No. En este tiempo aprendí a llorar por dentro. Cuando me despedí de ellos y llegué al hotel, me lloré todo, pero no antes porque no quería que mi presencia influyera mal en los chicos. En ese encuentro lo que quise fue llevarles la fuerza.
-¿Cómo dejaste a Karim y a los chicos?
-Después del shock de ver a Karim así, poco a poco me acerqué, lo agarré como a un bebe y lo abracé. Les dije: mamá está acá, está viva, tienen que tener esperanza, fe . Quería que se agarraran de mí para que pudieran soportar lo próximo. Esa noche la pasé en vela pidiendo por Karim. Me dieron un rosario bendecido por el Papa. Volví a verlo dos veces más, y a la tercera ya estaba mejor. Me imagino la cantidad de noches ( llora otra vez ) que se deben haber levantado pidiendo por mí. Y que Imad los haya puesto en esta situación... Estuve en el cumpleaños de Zahira, pero de repente mamá vuelve a irse, y Karim y Shariff pasaron su cumpleños sin su mamá. Ellos tendrían que vivir no con la sombra de una madre, sino con la luz de una madre y la luz de un padre. Pero por ahora Imad les niega hasta que hablen conmigo por teléfono.
-Pero vas a recuperar a los chicos.
-Pero no va a ser lo mismo. Todo cambió para mí. Tuve que salir de mil depresiones. Por ejemplo, yo no me puedo sentar a hablar sobre moda. Hablo sobre la mezquindad humana. Ya no es que la gente no tiene con qué comer, es que la gente no sabe para dónde va ni de dónde viene, y eso es lo que les está enseñando a sus hijos. Hay una crisis de valores. ¿Cómo puede un padre separar a sus hijos de su madre? Le está pasando a mis hijos, y a miles.
-¿Cuándo creés que podrás recuperarlos?
-Hay varias realidades. Cuando murió el rey Hussein, Jordania entró en un período de luto por cuatro meses. Por otro lado, ahora Guatemala y la Argentina cambian de gobierno. Es decir, hay muchas situaciones externas que entran en juego para la recuperación de mis hijos. Además Jordania ahora reconoce mis derechos como madre, pero no le dice al padre que restituya a los chicos porque esto no corresponde a Guatemala. Eso ya está pedido.
-¿Ves otros casos por medio de la fundación?
-Hemos recibido 80 denuncias. Se resolvieron 4 y hay 15 en vías de resolverse. Trato de explicar que mi actitud de perdón fue abriendo los procesos judiciales. Si vas al juez y ve que te interesa más herir al padre que recuperar a los chicos, el proceso se cierra. Pero si le enseñás que no importa quién tenga la patria potestad, porque en definitiva le corresponde a los dos padres, la cosa cambia.
-¿En qué consiste el trabajo de la fundación?
-Explicamos a los involucrados que hay un proceso psicológico y judicial. Les sugerimos que tienen que aprender la Constitución del país en donde están los chicos, porque lo que ocurre en ese país le está ocurriendo al chico. Yo, por ejemplo, no me despego de las noticias de Jordania. Otra de las cosas importantes es el tiempo que se toma la Justicia. Estamos tratando, por medio de la fundación, de que los tiempos sean más cortos.
-¿Vos perdonaste a Imad?
-Sí. Al principio lo quería matar. Hasta que me di cuenta de que esto iba más allá de lo que estaba pasando entre Imad y yo. El odio no te lleva a nada, te carcome. Entonces me pareció que no tenía que reaccionar, sino accionar. Y es esta filosofía de vida la que me está dando resultado.
Se puede prevenir
La Fundación Niños Unidos Para el Mundo, fundada por Gabriela Arias Uriburu, ya tiene cuatro meses y ha atendido 80 casos en los que están involucrados argentinos.
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