Cuando los voluntarios de la Fundación Perritos de Villegas recibieron esa mañana un alerta por un grupo de perros que había quedado a su suerte en un refugio abandonado en San Pedro, en la provincia de Buenos Aires, jamás imaginaron lo que iban a encontrar. En condiciones deplorables, solos y desnutridos, sobrevivían a la inundación que había provocado un fuerte temporal en la zona. Más de 300 evacuados habían sido asistidos en esas angustiantes jornadas, pero ellos estaban a la deriva.
Entre todos, hubo uno que llamó la atención de quienes habían asistido al lugar para rescatar a los animales. "Lo primero que notamos fue su mirada triste: estaba muerto en vida, entregado a la infección que había comenzado en una de sus patas y por la que había perdido varios dedos", recuerda Inés Ballesteros, una de las voluntarias de Perritos de Villegas.
A pesar del miedo que manifestaba hacia los humanos, con paciencia lograron colocarle una correa y llevarlo a una consulta veterinaria. Allí constataron que tenía cerca de cuatro años, que era un mestizo cruza con galgo y que, además, tenía demodexia (una enfermedad que se caracteriza por la caída del pelo y la inflamación de la piel), un cuadro de infección renal y una severa desnutrición. Necesitaba ayuda de inmediato.
Lo llamaron Galo e idearon para él un plan de recuperación que no iba a estar libre de dificultades. Lo que más preocupaba a los voluntarios era el terror que el perro tenía cada vez que se acercaba alguien a su radio de alcance. "Estaba muy golpeado y lastimado por la mala vida. Y así, temeroso, se atrincheró en un baño durante dos meses. Sabíamos que no teníamos que perder las esperanzas con él. Estos casos se repiten día a día, lamentablemente, y solo se revierten con cuidado, paciencia, amor y buena comida. Así lo fuimos conquistando a Galo. Con comida casera y muchos mimos. Luego, de a poco, confió y quiso salir a pasear".
Ese fue el principio del cambio. La dieta balanceada y rica en nutrientes estaba surtiendo efecto. Galo recuperó peso y la infección de la pata fue lentamente cediendo. Además, poco a poco, apareció nuevo pelaje en su lomo y su mirada ya se había tornado en una serena y alegre. "Es muy bueno, se lleva bien con todos, adora jugar a la pelota, pasear con correa, y que lo acaricien. Se lleva bien con chicos y adultos. Y es muy cariñoso. Comparte canil con María, otra perrita rescatada. Pero deseamos para él una casa donde finalmente pueda tener tdo el amor y los cuidados que todo perro merece. Sabemos que no es algo imposible y confiamos en que ese día pronto llegará".
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