Goldy y los mandatos: como te ven, te tratan
Lo tuvo todo. Talento, fama, belleza, una carrera de éxito y la inteligencia para decidir dar un paso al costado y jamás cambiar de opinión. María Aurelia Paula Martínez Suárez fue Silvia Legrand, pero eligió ser apenas "Goldy", la hermana gemela de Mirtha que brilló junto a ella en la era dorada del cine nacional, pero se retiró de todo para dedicarse por completo a su vida familiar.
Juntas fueron las heroínas perfectas del cine: las chicas buenas que sufrían –cuando se usaba ser buena y sufrir– pero siempre lograban un final feliz. Hasta que, en 1944, casi de un día para el otro, Goldy (que era Goldy por "gordita", no por dorada) conoció a su futuro marido y se alejó para siempre de los escenarios y de los estudios de grabación: tuvo dos hijas, diez nietos y diez bisnietos.
Goldy siguió siempre ligada al cine y a sus figuras, que la recuerdan como una mujer inteligentísima, discreta, amorosa y dueña de un sentido del humor y una memoria que también compartía con su hermano José Martínez Suárez, el director y entrañable presidente del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata que murió en agosto último. Pero hasta el final de sus días, el sábado pasado, ella decidió vivir alejada de las cámaras y de la fama. Una decisión apenas sorteada con algún contacto telefónico con Mirtha en sus almuerzos televisivos, como cuando hace algún tiempo emocionó a todos al leer un poema en el que evocando su vida en el pueblo se preguntaba "qué más puedo pedirle a la alegría".
¿Hubiera sido distinta la vida de Goldy de haber nacido en este siglo? ¿Hubiera renunciado hoy, teniéndolo todo, a una carrera y a la fama? No lo sabemos, pero tenemos la certeza de que la mayoría de las mujeres de hoy no lo haríamos. Cada época impone sus mandatos y el actual parece ser el contrario. Como si se traicionara al género al renunciar al éxito profesional para elegir una vida injustamente llamada "a la sombra". Quizá deberíamos comprender que el verdadero feminismo nunca debe pasar por cumplir las expectativas de los otros. Goldy, al elegir como Garbo ser una diva de entrecasa, se rebeló contra eso. Y está bien.
Rebelarse a un mandato social, en cualquier época, es admirable. Son muchas las mujeres inteligentes y en control de sus decisiones que eligen, como Goldy, quedarse en casa con sus hijos o trabajar menos horas, y nadie debería juzgar esa decisión. Lo que es fundamental, sin embargo, es que todas esas mujeres tengan condiciones de acceso y una ley laboral que las ampare cuando lo que prefieran hacer sea otra cosa. Deberían poder elegir todas más allá de los mandatos. Y, al mismo tiempo, es cierto que los mandatos cambian y se multiplican y nos presentan nuevas trampas: trabajá y sé exitosa, pero que te quede tiempo para cuidar a los chicos, ordenar la casa y estar impecable, porque si no podés ocuparte de tu familia y de tu apariencia, ¿cómo vas a ser responsable en el trabajo? Al fin de cuentas, Mirtha siempre dijo que fue Goldy la que inspiró la frase con la que cierra sus programas, y vaya que tiene que ver con los mandatos: "Como te ven, te tratan. Si te ven mal, te maltratan".
Va desde esta columna mi admiración y reconocimiento a las dos hermanas, heroínas de su tiempo que encarnaron la potencia y la lucha de una mujer capaz de trabajar toda su vida y frente a cualquier adversidad, y a la voz que supo decirle desde atrás la palabra justa para que no se detuviera, aún habiendo elegido para sí otro destino que, aseguraba, también la había hecho feliz.