Basta ver lo que es capaz de hacer en una cancha de tenis –juega cada punto como si fuera el último y cuando cae al piso, adosado a su silla de ruedas, se levanta tan rápido que un espectador desprevenido podría olvidarse por unos segundos que es parapléjico– para entender que Gustavo Fernández (25) tiene una fuerza mental y una determinación capaz de mover montañas. Número dos del mundo de tenis adaptado desde el último Wimbledon –gloria que, por distintas razones, no alcanzaron ni siquiera Guillermo Vilas o Gabriela Sabatini–, este cordobés que al año y medio de vida sufrió un infarto en la médula no sabe lo que es bajar los brazos. Carismático, empecinado y con un corazón que no le cabe en el cuerpo, "Gusti", que en los curts se parece más a un pitbull a punto de hincarle los dientes a su presa, fuera de la competencia es un chico encantador, familiero, que ama a su novia Florencia Tagliaferro (23) y disfruta cada minuto que pasa en su ciudad natal, Río Tercero. Con tres Grand Slam en su haber, además de tres medallas doradas panamericanas y más de quince títulos individuales, Gustavo se apuntó otra gran hazaña: llevar al tenis en silla de ruedas a las tapas de los diarios y a los programas de deportes. "Si mi ejemplo sirve para que la gente deje de lado sus prejuicios cuando escucha la palabra ‘discapacidad’, bienvenido", dice "Gusti".
Me encantaría envejecer con Florencia. Ahora que la conozco completamente, sé que podría ser la madre de mis hijos y la mujer que me acompañe todo el camino
–Llegaste al ser el número 1 del mundo del tenis en silla de ruedas sin la ayuda de ningún sponsor privado. ¿Fue un camino difícil?
–El Enard (Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo) es mi principal sponsor y gracias a eso pude dedicarme a esto, porque el tenis es un deporte muy caro. Y no, no tengo ni nunca tuve un contrato firmado con ningún sponsor privado.
–¿Y cómo hiciste al principio, sin ninguna ayuda económica?
–Al comienzo fue todo a pulmón, a partir del esfuerzo de mis viejos. Por suerte después apareció el Enard, porque para jugar al tenis a primer nivel se necesita mucho dinero y yo no podía pedirles semejante sacrificio a mis padres, porque no tenían esa plata.
–¿Cuál era tu sueño cuando empezaste a jugar al tenis?
–De chico soñaba con ser el número 1 del mundo, ese era mi objetivo. Obviamente, desde la inconsciencia de un niño. Después eso se fue transformando en el deseo y el objetivo de una persona más madura, que entendía qué era ser el número 1 del mundo y lo que eso implicaba. Que más allá de sacrificarse mucho uno tiene que tener ciertas habilidades y cualidades y que si bien yo tenía algunas de esas capacidades, iba a tener que desarrollar muchas otras para poder llegar a la cima. Por suerte el trabajo de tantos años dio sus frutos y eso fue lo que pasó, alcancé el número 1 del ranking.
–¿Cuál fue el momento de tu carrera que marcó un antes y un después?
–Creo que el momento de quiebre fue cuando gané Wimbledon en dobles, en 2015. Y después, cuando al año siguiente conseguí el título de Roland Garros en singles, sentí que terminaba de coronar mi objetivo. Yo estaba en la pelea, era el tres o el cuatro del mundo, tenía momentos mejores y otros peores, pero no lograba dar el batacazo. Con Roland Garros terminé de comprobarme a mí mismo en qué nivel estaba y fue un envión tremendo.
–¿De chico tenías algún modelo, un jugador en el que te miraras?
–Mi modelo en tenis en silla de ruedas siempre fue Shingo Kunieda, porque como era ambicioso, ponía de parámetro al mejor. Iba agregándole o quitándole cosas según mis características y fui evolucionando con esa foto, con la de Shingo.
–¿Qué sentís cuando Guillermo Vilas, José Luis Clerc o Gabriela Sabatini te elogian o se emocionan con tus logros?
–Para mí es impresionante. Es una sensación que trasciende todo y me emociona mucho. Que jugadores respetados, que estuvieron en los primeros puestos del ranking ATP o WTA, que entienden todo de tenis, me elogien, es un orgullo enorme. Y eso termina siendo más importante que cualquier resultado.
–¿No sos resultadista? En la cancha se te ve muy competitivo.
–Sí soy competitivo y siempre quiero ganar, pero los resultados terminan siendo meras anécdotas. Yo me sentía exitoso antes de ser el 1, porque me sentía en paz conmigo mismo con lo que estaba siendo. Porque estaba tratando de ser el mejor tenista que podía ser, dar el mejor espectáculo y ser el mejor profesional que Gustavo Fernández podía ser. Y eso ya lo había logrado.
–¿Cuáles son tus virtudes y tus defectos como deportista?
–Empiezo por las virtudes. Creo que soy muy valiente para jugar y tengo una fortaleza mental enorme, porque me acostumbré a convivir con la adversidad, lo que me ayudó a desarrollar una gran capacidad de tolerar la frustración y superarla. La competencia no me genera problemas, al contrario, me gusta la adrenalina de la competición. Y tengo un conjunto de capacidades técnicas que, trabajando con conciencia y profesionalismo, supe explotar y mejorar. En cuanto a los defectos, que he tratado de mejorar y creo haber hecho un gran cambio, podría enumerar la consistencia en el juego, el saque, y la derecha. También pude reducir bastante los errores no forzados. Por supuesto que siempre hay aspectos para seguir mejorando. En mi caso, debo admitir que me cuesta ser paciente. Para llegar al número 1 hay que estar más o menos 10 puntos en todos los aspectos.
Convivir con la adversidad me ayudó a desarrollar una gran capacidad de tolerar la frustración y superarla
–¿Te cuidás de manera especial en comidas y hábitos de vida? ¿Sos disciplinado?
–Sí, soy disciplinado. Confío mucho en la gente que tengo alrededor, porque me he rodeado de profesionales de primera línea que fueron y son un pilar fundamental en todo lo que me ha pasado, y como no tengo miedo de pedir ayuda, los escucho cuando me señalan algo. Tal vez no soy el más disciplinado en el tema comidas, pero en cuanto a entrenamiento y rutina profesional sí soy muy estricto.
–¿Qué significa tu familia en tu carrera?
–Tanto en mi carrera como en mi vida, mi familia es absolutamente todo. Cada uno hizo su parte: cuando me tenían que apoyar me apoyaron, cuando me tenían que retar me retaron, y cuando me tenían que levantar me levantaron. Estuvieron en los momentos más lindos y los más feos, siempre tratando de que yo pudiera cumplir mi sueño de ser profesional.
–¿Y cómo marcó tu vida y tu carrera tu entrenador [Fernando San Martín]?
–Fue y es fundamental. Agradezco haberlo encontrado y habernos bancado mutuamente durante los años, cuando las cosas no salían bien. Porque a veces, cuando pasa el tiempo y los resultados no se dan, la salida más fácil es decir: "Tengo que cambiar de entrenador". Yo no creo que sea así. La relación de un tenista con su entrenador siempre es difícil, porque es muy directa. Logramos una relación buenísima, somos amigos, yo siempre confié en el camino que él me marcaba y él confió en que yo lo podía hacer y me exigió al máximo.
–Fuiste abanderado de la delegación argentina en los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro. ¿Qué sentiste en el momento de entrar a la pista con la bandera?
–¡Una locura! Fue uno de los momentos más emocionantes de mi vida, sino el más emocionante. Es difícil de explicar con palabras, son esas cosas que para saber lo que se siente tenés que vivirlas. No exagero si te digo que fueron los diez minutos más intensos –y mirá que yo he tenido experiencias muy intensas– que me tocaron vivir. Por dentro se te mueve todo, por lo que significa estar ahí, que te elijan para llevar la bandera de tu país. Porque si te eligen, es porque te lo ganaste, y en unos segundos se te viene a la cabeza absolutamente todo lo que hiciste para ganarte eso.
RETRATO DE UN CAMPEÓN
En la cancha resulta sorprendente cómo logra compensar su discapacidad con el dominio total que tiene de los abdominales y sus miembros superiores. Lo de Gustavo Fernández es doblemente meritorio, ya que es el único parapléjico completo del top ten. Intrépido y decidido desde que era muy chico, cuando se metía a jugar al fútbol con sus amigos con el pecho apoyado en una patineta, este hincha fanático de Boca que tiene su propio auto y su propio departamento no concibe su vida sin autonomía. "Hago todo solo, aunque a veces no es nada fácil", explica él.
–Para muchos chicos y chicas que tienen alguna discapacidad sos un modelo a seguir, un ejemplo de superación. ¿Eso te genera una presión extra?
–No, para nada. Me molesta tener que ser un ejemplo de muchos chicos a los que por ahí les han dicho que no podían ser lo que querían ser. Eso sí me molesta. Pero ser un ejemplo es algo lindo. Está bueno demostrarle a la gente, tanto a la que tiene alguna discapacidad como a la que no, la realidad de lo que puede vivir un discapacitado, que no tiene nada que ver con el prejuicio de la mayoría de las personas. Ahora estoy formando parte de una campaña televisiva para tratar de romper con ese preconcepto que se te viene a la mente cuando escuchás la palabra "discapacidad". Y ese es un trabajo que me entusiasma, romper esa barrera, que la gente deje de mirar al discapacitado de manera distinta.
–¿Alguna vez te sentiste discriminado dentro o fuera del circuito?
–Seguramente sucedió, pero yo nunca me sentí discriminado. Como estoy tan seguro, satisfecho y confiado de la persona que soy, medio que no registro esas cosas. Sí lo sentiría de una persona que quiero, que me conoce, que sabe quién soy.
–¿Cómo conociste a Florencia, tu novia?
–Somos del mismo pueblo, Río Tercero, en Córdoba, y nos conocimos hace ocho años por amigos en común. Ella es dos años más chica que yo. Empezamos a hablar, nos gustamos de inmediato y enseguida arrancamos a salir y nos enamoramos instantáneamente.
–¿Se hace difícil mantener una relación cuando vos pasás tanto tiempo afuera?
–Es jodido. Cuando puede me acompaña, pero ella también tiene sus cosas y está estudiando. Obviamente, me encantaría que pudiéramos pasar más tiempo juntos, pero yo no voy a cortarle sus sueños y sus ambiciones. Cuando tenés un sentimiento tan fuerte, tan profundo, la distancia no termina siendo un problema grande. Cuando nos conocimos yo ya era tenista y viajaba por el mundo, y ella sabe en la situación en la que se metió. [Risas]. Fue cuestión de acostumbrarse a vivir con eso.
–¿Te imaginás el futuro con Florencia?
–Sí, totalmente. Me encantaría envejecer junto a ella. Ahora que la conozco completamente, que ya he pasado con ella por todas las situaciones, tanto buenas como malas, estoy seguro de que Florencia podría ser la madre de mis hijos y la mujer que me acompañe todo el camino.
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