¿Hay que rescatar a nuestros hijos de las garras de los vegetales?
Recuerdo que hasta no hace mucho tiempo el monstruo de la alimentación familiar era la llamada comida rápida. Las exquisiteces "chatarra" representaban el flagelo principal con el que lidiaban padres e hijos a diario. Eran tiempos en los que sus hijos no tocaban una verdura ni con la punta del tenedor. Los adolescentes y chicos de hace unos quince años miraban una lechuga, un tomate, una zanahoria y ponían cara de asco: en sus mentes aparecían las fotos de hamburguesas con papas fritas y la batalla estaba perdida. Sin embargo, estas escenas empiezan a transformarse en historia y aparecen otras secuencias narrativas que, por razones inversas, también provocan ligeros trastornos intrafamiliares.
El veganismo y el vegetarianismo siempre existieron, no son nada nuevo. Solo que ahora la decisión ya no es adoptada por personas independientes, sino como una exigencia cada vez más extendida de los chicos con sus padres. Que una hija o hijo de 13 o 14 años decidan cambiar su rutina alimentaria provoca un conflicto nuevo y raro de digerir. El dilema en el que estamos involucrados como padres alcanza un terreno ético y moral de difícil solución: ¿quién no quiere que sus hijos se alimenten bien y que adquieran convicciones fuertes respecto del cuidado del medio ambiente y la salud? El problema es que la dinámica familiar no logra adaptarse de inmediato a un cambio tan abrupto y drástico (suele ser de la noche a la mañana). Y en muchos casos los chicos caen en su fase de "incomprendidos" cuando no apoyamos del todo convencidos su determinación de no consumir nada que provenga del reino animal.
La tendencia del veganismo entre los más jóvenes merece un párrafo aparte, según análisis que hicieron algunos medios extranjeros que dan cuenta d ela tendencia. Los centennials, tal como intenta definir el marketing a la generación que sucede a los millennials, muestran signos de potente cambio con hechos concretos y no solo acciones digitales, como suele creersebastante livianamente. "Hoy te militan todo", me dijo el otro día una madre respecto de su hija, que había dejado de comer carne como casi todas sus amigas del colegio.
Algo de eso hay: el reclamo por la ampliación de los derechos femeninos y los cambios en los hábitos alimentarios para proteger la vida animal, según veo, no son asuntos escindidos y conviven en armonía en el mismo ecosistema ideológico global.
La "revolución de las hijas" simplemente nos impone una lógica desafiante: históricamente la autodeterminación solo llegaba con la mayoría de edad y muchos padres aún no están dispuestos a deponer esa férrea convicción frente a lo que consideran un "capricho adolescente". Pero sospecho con cierta admiración por los chicos que esta batalla también está perdida. Aunque no faltará quien piense en llamar ahora al viejo enemigo de la comida rápida para que rescate a sus hijos de las garras de los vegetales. Increíble pero real.
Más leídas de Lifestyle
Su legado oculto. Iba a ser una casa y terminó creándose un pueblo estilo europeo: La Cumbrecita, el sitio ideal para relajar en Córdoba
Misterio. Hallazgo histórico: encontraron un capítulo de la Biblia escondido desde hace 1500 años
Volvió a batir un récord. Fue elegida en 2007 como “la niña más linda del mundo” y hoy es toda una empresaria