Héctor Yanover
Poeta y librero, dirigió la Biblioteca Nacional y devino personaje televisivo gracias al programa La librería en su casa, que por ahora no se emite
1. ¿Lo asustaba ocupar el sillón de Borges en la biblioteca?
–Antes de aceptar, sí. Después tenía muchos problemas como para pensar en Borges.
2. Qué prefiere, ¿ir o llegar?
–La vida no es más que un ir.
3. ¿Estaremos en la ruta correcta?
–Es difícil decirlo: la vida puede volverse un corso a contramano.
4. ¿Quién le hizo mejor el verso?
–El mejor verso siempre se lo hace uno.
5. ¿Qué dicen las mujeres de sus ojos?
–Madonna me los elogió cuando visitó la biblioteca. Esto nunca lo conté, aunque después caían periodistas de todos lados para saber de qué hablamos esas dos horas.
6. ¿Y de qué hablaron?
–De todo. Me encontré con una persona encantadora, y ella pensó lo mismo: en sus memorias de la Argentina sólo habla bien de mí.
7. Para agrandado, ¿después de un porteño, un cordobés?
–No, ¿por qué después? Nosotros somos los primeros.
8. ¿Se emborracha con peperina?
–No, no tengo las costumbres de la tierra.
9. ¿Cómo se lleva con Buenos Aires?
–Desde los 20 años es mi ciudad. Nunca pensé en volver, ni mis tripas me dejaron irme más lejos.
10. La librería en su casa, ¿y dónde más?
–En todos lados: hay quienes grababan el programa para pasarlo en colegios o en reuniones culturales.
11. ¿Empieza el día con yogur?
–No, con un vaso de agua fría.
12. ¿Cómo mantiene la panza a raya?
–Cuando la veo avanzar, suprimo por un tiempito helados, chocolate y whisky.
13. ¿Nunca cayó en las garras del deporte?
–¡Jamás! Como dijo el escritor Pepe Bianco: “Mi único deporte es dejarme golpear por el agua de la ducha cada mañana”.
14. ¿Un libro que detesta?
–No puedo nombrar uno. La lista es demasiado larga.
15. ¿Sabe cambiarle el cuerito a una canilla?
–No... Y no me pregunte si sé poner un clavo con la punta hacia la pared porque tampoco.
16. ¿Tuvo iniciador en la lectura?
–Un vecino francés me prestó a Balzac, a Victor Hugo... Tenía 14 años, y me despertaron una emoción tremenda.
17. Repase sus primeros poemas, y tíreme una frase.
–Solo dentro de mí, soy el mejor poeta.
18. ¿Su pecado favorito?
–Y... seguramente será envidiar la mujer del prójimo.
19. La policía inglesa contrató a un poeta. ¿Para qué será?
–Los ingleses otorgan gran importancia a los poetas y sus creaciones; igual que Stalin, que si no los aprobaba los mandaba a fusilar.
20. ¿Cuándo lo visitan las musas?
–A cualquier hora y sin avisar; si estoy durmiendo, me despiertan.
21. La Luna, ¿ya olvidó toda huella del hombre?
–No, porque ella no sería la que es sin el hombre... y los poemas de García Lorca.
22. A los argentinos, ¿no nos une el amor, sino el espanto?
–Será por eso que nos queremos tanto...
23. ¿No vendrán a salvarnos los marcianos?
–No, ni siquiera puede salvarnos una invasión de los bárbaros, porque ya no quedan.
24. ¿Su rayito de luz en la jungla?
–Mi mujer, Olga; mis dos hijos y mis cinco nietos... Me sorprende ver cómo aquel improvisado trovador que yo era pudo formar esta familia.
25. ¿Deja que sus nietos se le suban a la cabeza?
–Sí. Mientras no se suban a la cabeza las ideas, como alerta mi amigo Koremblit...
26. ¿Qué parte de su día es auténtico ocio?
–Todo. Estar en la librería no puede ser un trabajo. Me da demasiado placer.
27. ¿Lo persiguen jóvenes poetas en busca de una opinión?
–Sí, y les digo que lean Cartas a un joven poeta, de Rilke.
28. ¿Abunda el libro chatarra?
–Siempre abundó, pero ahora... reabunda.
29. La idea de la reencarnación, ¿le da fiaca?
–No, creo que la reencarnación existe, pero en esta vida, igual que la inmortalidad.
30. ¿Se prendería en un reality de escritores?
–No... El que quiera conocer a un escritor, que lo lea.
31. Como librero, ¿se siente un bicho en extinción?
–No. Cuando iba al secundario, entre 44 alumnos había dos lectores. Juraría que hoy la proporción es la misma. Y yo pienso en ellos.
32. ¿Cedió a Internet?
–Nada: todavía no pudo conmigo.
33. ¿Cómo le cae la comida de los aviones?
–Pésimo. Amo viajar, pero odio los sándwiches de miga resecos...
34. ¿Pasa seguido por la Puerta de Alcalá?
–Sí, y por otras de Europa.
35. ¿Alguna vez se sintió envidiado?
–No soy García Lorca, que escribía: “Lo que en otros no envidiaban, ya lo envidiaban en mí...”
36. ¿Qué lamenta que no le haya dado la escuela?
–Yo tenía una curiosidad natural, pero creo que la escuela debe alentar más la búsqueda.
37. ¿La última vez que cantó el Himno?
–Acá nos toca cantarlo seguido...
38. Qué elige para la posteridad, ¿ser calle o plaza?
–¿No puedo las dos? Por la calle se va hacia algún lado, pero si soy plaza, cerca del cartel con mi nombre jugarían los chicos...
39. ¿Nunca lo estresó la tevé?
–No, porque hacía lo que sé: leer poemas y vender libros.
40. ¿Qué queda cuando todo se derrumba?
–La poesía. A la mañana, al abrir los ojos, por la puerta abierta veo la biblioteca y sé que todo está en orden.