Intento de todas las maneras posibles no convertirme en el centro de esta sección ni escribir todo en primera persona, pero en varios de los comentarios de mi nota anterior me tildaron de machista, y eso no lo puedo permitir, sobre todo porque no lo soy. A pesar de que quienes lo hicieron no captaron el humor o el sarcasmo, puedo aceptar que no todas estén dispuestas a la autocrítica o, mínimo, a reírse de sí mismas. Pero para que vean que no soy como ustedes, les voy a hacer algunas confesiones masculinas, para que vean lo estúpidos, básicos y tontos que podemos ser los hombres. Aclaro que es una generalización y es con humor, aunque sé que ningún hombre va a ofenderse por lo que escribo.
Aprendan, no sean chirusas.
Los hombres evitan situarse en un mingitorio próximo a uno ocupado, salvo que no haya otra opción. Si hay cuatro mingitorios y dos personas, los ocupados serán el 1 y el 3, o el 2 y el 4, o el 1 y el 4, pero JAMÁS el 1 y el 2. ¿Por qué? Las teorías son variadas: el dudoso meterá cualquier excusa con tal de zafar de la explicación, como que siempre hay alguno que relojea para el costado o que puede haber salpicaduras. Sea cual sea el motivo, lo cierto es que nadie quiere tener tan cerca a otro con toda su humanidad expuesta.
Los hombres aman las hidrolavadoras. Esto puede extenderse a otras herramientas también, y ahí se explica porqué las ferreterías y lugares como Easy y Sodimac resultan tan atractivos. Porque ni bien se empieza a limpiar algo con una hidrolavadora (un auto, una pared, un piso) es imposible parar hasta terminar, porque ese efecto que provoca ver cómo va quedando limpio lo que antes estaba sucio, es insuperable. O sólo superable por el sexo, claro.
Los hombres también tienen vergüenza del propio cuerpo. Nadie que esté fofo o gordo o que sea demasiado flaco va a andar por ahí sin remera, sacándose selfies y subiéndolas a Instagram. La mayoría de los hombres no lucen como Ricky Martin, ni Mariano Martínez ni Brad Pitt, y por eso es que cada vez que hay que sacarse la remera para meterse en la pileta la acción va acompañada de algún chiste para zafar, del estilo "¡no se vayan a impresionar con este físico, eh!"
Los hombres cuidan su imagen, aunque no lo digan tanto. Es posible hacerse el desentendido, pero esa combinación de colores entre calzado y camisa no es casual, y sí el producto de una acción pensada y adrede (o de un hábito ya incorporado). Las cremas y las instrucciones específicas al peluquero también existen, nadie las inventó. Todas boludeces supinas, presentes sobre todo entre los heterosexuales.
Los hombres pueden elogiar a Brad Pitt, pero no al compañero de trabajo. Resulta fácil y relajado decir que Pitt es lindo y que si hay que probar sería con él, pero jamás se procedería del mismo modo con ese compañero de trabajo o facultad que tiene facha y percha de sobra. Básicos a más no poder.
En esta nota: