Descubrí algo fundamental: un feriado de lunes y martes se disfruta mucho más que uno de jueves y viernes como el de Semana Santa. Arrancar un miércoles y saber que mañana ya es jueves no se compara a terminar la semana antes de tiempo. Es simplemente maravilloso. ¿O no?
La verdad es que no estuve muy bicentenaria, más bien siguiendo los eventos desde la comodidad de mi cuchita y debo confesarlo; ¡con compañía!
No sé muy bien qué contar, salvo que nos vimos con Martín (sí, he rebautizado al yogui) todos los días y finalmente el lunes, así muy naturalmente como había fluido todo, terminamos enredados en mis edredones y despertándonos juntos.
La verdad que necesitaba un poco de acción y recién me di cuenta de lo mucho que me hacía falta cuando arranqué. De repente, de un minuto al otro, no me paró nadie.
Y agradezco esas horas de yoga, esa dieta tan balanceada, esos kilómetros de corrida diaria por día y ese cuerpazo entrenadísimo que me hizo el aguante.
Y sí, debajo de la camisa estaba todavía mejor que desde afuera.
LA NACION