Para abril del 2012 Ariel Andonian (38) se dedicaba a instalar sistemas de telemedición en estaciones de servicio y realizaba controles de pérdida de hidrocarburos. Sin embargo, aquel mediodía del 13 de abril un accidente cambió todos sus planes.
Ariel regresaba de la ciudad de Trelew (Chubut) y a la altura de San Antonio Oeste su camioneta mordió la banquina, se fue de un lado para otro dando varias vueltas y él quedó atrapado en ella. "Cuando me sacaron de adentro no sentía nada de mi cuerpo, excepto la cabeza. Lo que más me molestaba era que no podía respirar, me faltaba el aire", recuerda a la distancia.
"La posibilidad de poder mover los brazos era solo de un 10%"
Inmediatamente, lo llevaron a una salita de emergencias y los médicos que lo atendieron descubrieron que tenía uno de sus pulmones llenos de sangre. Por esa razón decidieron trasladarlo a una clínica en Viedma (Río Negro) donde permaneció en coma inducido durante seis días. La única prioridad era salvarle la vida.
"Cuando me despertaron del coma me pidieron que moviera mis extremidades y lo único que podía mover era mi pierna izquierda, la derecha prácticamente nada y los brazos no se movían. Entonces, me derivaron a Buenos Aires y luego de realizarme varios estudios determinaron que había sufrido una lesión medular. Me operaron dos veces porque estaba estallada la cervical y después debía comenzar la rehabilitación. Yo me acuerdo de todo, salvo cuando estuve en coma. Existía la posibilidad de que pudiera caminar hasta ahí y la posibilidad de poder mover los brazos era solo de un 10%".
Correrse del lugar de víctima
Ariel arrancó la rehabilitación en la clínica donde lo operaron y al poco tiempo lo pasaron a otro centro. "Lo que siempre tuve de bueno fue que nunca me pregunté por qué a mí, sino que desde el primer momento pensé en cómo recuperarme y la primera meta fue volver a estar al 100%. La idea era poder pasar de página y volver a escribir mi historia desde otro lugar. Después, tuve que entender que si un hueso se había roto, no lo iba a poder solucionar. Yo sabía que no iba a volver a manejar ni a viajar".
Por aquel entonces le habían ofrecido regresar a la empresa para realizar un trabajo más administrativo. Pero Ariel estaba acostumbrado a otro tipo de tareas, a no quedarse quieto y tenía que buscarle otra beta para ver a qué se iba a dedicar desde ese momento.
Chocolate y pan dulce
Unas semanas antes del accidente Ariel había estado recorriendo diferentes comercios para comprar huevos de pascua y notó que los precios estaban un tanto elevados. Por eso, se le había ocurrido la idea de hacerlos él mismo para regalar a su familia. Mientras hacía la rehabilitación y se iba poniendo de pie, para octubre de 2012 se le ocurrió empezar a fabricar chocolates aprovechando que era el día de la madre.
"Lo mío, al principio, fue todo amateur. Sin embargo, esa primera experiencia fue excelente. Se trabajó mucho, le vendí mucho a mi familia, a amigos y a la gente de rehabilitación. En diciembre de ese mismo año me empecé a preguntar si podía hacer pan dulce. Y terminé vendiendo 145. Al año siguiente lo seguí haciendo en forma amateur hasta que después me di cuenta que tenía que ponerme a estudiar", confiesa.
De esa forma empezó a estudiar la carrera de Pastelería para poder "convertir el chocolate en un postre". Allí, cuenta, aprendió todas las herramientas para hacer su trabajo de manera más profesional.
"Los productos que hago, en general, son bombones, figuras, trufas y tabletas en chocolate. Por ejemplo, en chocolate juego un poco con sabores y colores. Eso me tiene todo el tiempo creando. Me levanto temprano y comienzo planificando y estableciendo prioridades, luego entro en las redes sociales, charlo un poco con la gente y después intercalo entre mensajes y tareas de la cocina. Sé cuándo comienzo, pero no a qué hora puedo terminar. Yo focalicé en mi emprendimiento y le coloqué todo la energía a este proyecto".
Hace unos años Ariel conoció a Gladys a quien, obviamente, conquistó a través del dulce sabor de sus chocolates. "Tiene un empuje tremendo, es de tomarse las cosas con más calma. Es una persona que siempre está muy para arriba, es muy difícil verlo decaído, siempre busca nuevas alternativas de ventas, interactúa mucho con la gente por las redes sociales, es muy carismático y su mayor cualidad es el empuje que tiene para cumplir las cosas que se propone", dice ella.
Sacarse el disfraz
¿Pero alguna vez imaginó semejante reconversión en lo laboral? "Siempre traté de explotar nuevas metas y oportunidades, pero no pensaba que iba a estar haciendo lo que estoy haciendo y veo que no tengo techo. Estamos trabajando en temas de catas de whiskys, vinos y cervezas y hay gente que me está pidiendo que ponga un local así que vamos a ver si lo puedo llevar a cabo", se entusiasma Ariel.
Por último, Ariel desea compartir un mensaje con aquellas personas que se encuentran atravesando un delicado momento en sus vidas. "Es una frase trillada, pero considero que los problemas son oportunidades disfrazadas. Hay que reinventarse todo el tiempo porque un accidente es algo traumático que te puede cambiar la vida de un día para otro, pero quedarte sin trabajo también es algo que te puede pasar y también tenés que reinventarte de otra manera. Entonces, a mayor o menor grado de adversidad, termina siendo lo mismo".
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