Joanne, Harry Potter y la máquina de inventar
Cuando salga el nuevo libro, el cuarto de la serie, muchas librerías norteamericanas permanecerán abiertas toda la noche. Chicos, pero también adultos, están redescubriendo en el mundo la excitación de la lectura gracias a una saga infantil
Londres.- Para el que no se enteró, hay dos tipos de personas: nosotros y... ellos.
Ellos visten sombreros puntiagudos, asisten o han pasado por el respetadísimo Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, estudiando fórmulas de pociones, hechizos y los secretos para la defensa contra las artes oscuras; montan en escobas voladoras de última generación como la Nimbus 2000, reciben su correo por medio de lechuzas, cuidan de mascotas de tres cabezas, usan polvo flú para trasladarse y viajar donde les plazca y, por supuesto, juegan quidditch, una especie de fútbol aéreo con cuatro balones y seis arcos que se juega montando sobre escobas. Si es con la nueva versión de la Nimbus, la 2001, mucho mejor.
Se trata de personas bastante comunes, que luego podrán desempeñarse en la actividad privada, como comerciantes en el laberíntico Diagon Alley, donde se exponen los más estrafalarios enseres y productos para magos y brujas; como contadores, velando los intereses de Gringotts, el único banco de la comunidad mágica, dirigido por gnomos; o como simples empleados públicos en algún ministerio. El de Magia, por ejemplo.
Pero casi ninguno de ellos, separadamente de sus ocupaciones o aptitudes, nombrará por temor a invocarlo a el-que-no-puede-ser-nom- brado. Es decir, Lord Voldermort, el brujo más atroz que haya engendrado jamás la comunidad mágica.
Su particularidad más singular, sin embargo, es que están condenados a compartir su existencia con nosotros, los muggles.
Muggles somos todos aquellos que no pertenecemos a la comunidad mágica y desconocemos su existencia, que no vemos en la figura del director de Hogwarts, Albus Dumblemore, a la gran eminencia que es en materia de hechicería y que tampoco reconocemos en Harry Potter los méritos de haber sido el único ser capaz de haber salido indemne de los conjuros de las fuerzas del mal, encabezadas por Lord..., mejor dicho, por el-que-no puede-ser-nombrado. Nacido de la prolífica inventiva de la inglesa Joanne Kathleen Rowling, el aprendiz de mago Harry Potter se ha transformado en el personaje de ficción de culto por antonomasia y en el fenómeno editorial más rutilante en la historia de la literatura infantil de todos los tiempos.
La historia, que acumula un sinnúmero de prestigiosos premios literarios, se enmarca en Inglaterra, en un tiempo que bien podrían ser los años setenta, donde la comunidad mágica -de allí su gran mérito-, no se presenta remota de la realidad y las vicisitudes del mundo cotidiano.
Harry es un niño huérfano, enjuto, ojos como enormes esmeraldas, cabellera negra arremolinada y anteojos rotos pegados con cinta adhesiva, que soporta los vejámenes de sus tíos, Vernon y Petunia Dursley, y los de su insoportable primo Dudley, hasta que el día del cumpleaños número 11 descubre que heredó poderes mágicos de sus padres. Y que no fue otro que Lord Voldermort el responsable de la muerte de éstos.
Inundada de humor, aventura y suspenso, la historia, si bien satisface holgadamente la curiosidad por ese inquietante mundo mágico sutilmente emparentado con la realidad, no estrena fórmulas nuevas. El bien y el mal se hacen presentes como valores no ajenos a ambos mundos. Sólo que este último rehúsa los eufemismos, amparándose en la libertad de la autora, que arremete sin concesiones a la hora de representarlo, por momentos, de la manera más cruda.
La saga de Harry Potter conforma una serie de siete volúmenes, uno por cada uno de los siete años que Harry permanecerá en el milenario castillo de Howgarts, un internado inspirado satíricamente en los flemáticos boarding schools británicos, como el caso del Eton College en Windsor.
Los tres primeros libros editados vendieron en el mercado global la impresionante suma de 30 millones de ejemplares, han sido traducidos a 35 lenguas en más de 200 países y encabezan, desde su aparición, la lista de best sellers de The New York Times, con un récord de permanencia ininterrumpida para el primero, Harry Potter y la piedra filosofal, de más de 72 semanas; de 47 para el segundo, Harry Potter y la cámara secreta, y de 33 para el tercero, Harry Potter y el prisionero de Azkabán, recientemente editado en el país por Emecé.
Con un éxito tan instantáneo como poco perecedero, la polémica mediática no tardó en llegar. Encolumnada -a excepción de la casa Scholastic, que adquirió los derechos para los Estados Unidos, la poderosa industria editorial americana objetó que títulos infantiles integraran la tradicional lista de best sellers de adultos.
Pero el fenómeno de la pottermanía acredita méritos aún más importantes e insondables: la historia del niño huérfano, con distintiva cicatriz en forma de rayo en la frente, recuerdo de su enfrentamiento con Lord Voldermort, ha incentivado el hábito de la lectura en niños y adolescentes siempre imantados por el tubo catódico, los juegos de la PC e Internet. Y en el mundo anglosajón, donde la nostalgia por la infancia perdida parece estar a la orden del día, son también los adultos los que han quedado prendados por la historia de Rowling. Tanto, que muchas de las páginas de fans en Internet pertenecen a lectores adultos, y hasta se han editado ejemplares de lujo para ellos; algunos con sobria y discreta portada para no exponer a la vista de todos lo que para algunos sería la evidencia de su costado más pueril.
Las aristas del fenómeno se multiplican: desde boicots por parte de sectores cristianos ultraconservadores, que aducen que la Biblia condena a brujos y magos como la representación del mal, y una demanda de plagio en Nueva York por el término muggle -enfáticamente desmentida por Rowling-, hasta inusitadas estrategias de venta de las librerías americanas, que promueven un midnight madness: los negocios permanecerán abiertos en la madrugada anterior a la salida del flamante cuarto libro ( Harry Potter and the Doomspell Tournament, previsto conjuntamente en Inglaterra y Estados Unidos para el 8 de julio) para que los más fanáticos se aseguren una copia antes de encontrarse con ejemplares agotados.
No obstante, el más benévolo y redituable de los impactos es el que se describe en la prensa norteamericana como el síndrome de abstinencia de Harry Potter : mientras la aparición del siguiente libro se hace esperar, los padres, con buen timing, le acercan a los niños otros títulos de temática similar para capitalizar el entusiasmo y apuntar a cimentar un verdadero hábito de lectura.
Semejante boom no pasó inadvertido en la industria cinematográfica. La Warner Brothers, que adquirió por una cifra de siete dígitos los derechos de los dos primeros libros, prepara su adaptación para junio del año 2001, con una artillería de efectos especiales capaces de competir con la fantástica e inagotable inventiva Rowling. El reemplazante de Steven Spielberg, que por problemas de agenda debió desistir del proyecto, será el director de Mi pobre angelito, Christopher Columbus, que la filmará en escenarios londinenses. Un capítulo aparte se reserva para la industria del merchandising, de cuyos derechos también se hizo la Warner, aunque ya en las calles del gran país del Norte se vislumbran pequeños Harry, con el infaltable tatuaje del rayo en la frente, munidos con varitas, escobas y calderos.
Del otro lado del Atlántico, el fervor es más discreto en las formas, pero no hay librería londinense que no despliegue en su vidriera los tres tomos con la historia de Harry Potter como emblema literario, junto con inmensos carteles que invitan a reservar una copia del cuarto libro, para cuando salga en julio.
Mientras que Alemania, el resto de los países europeos y Japón encabezan el boom de la pottermanía, detrás de Estados Unidos y Gran Bretaña, el recibimiento masivo de Harry... en la Argentina ha sido tibio, con ventas que no superan los 40.000 ejemplares para ambos títulos, aunque el primero va por la sexta edición; una cifra nada desdeñable para el mercado local. Algunos pocos colegios ingleses de Buenos Aires hasta lo han incluido como lectura no obligatoria.
¿Qué hace a Harry Potter tan especial como para que chicos que nunca leyeron un libro se embarquen en la lectura de novelas de 250 y 350 páginas? Algunos sostienen que el mérito de Rowling se debe a su falta de autocensura, en un género siempre sujeto a todo tipo de restricciones sobre lo que es o no correcto para un chico, digamos, de 10 años.
Otros apuntan a la capacidad de la autora de poner en juego emociones fuertes. Y no falta quien señala que el hecho de no subestimar a los chicos a la hora de contar una historia que salta sin inhibiciones del thriller al humor es uno de los mayores méritos de Rowling, junto con su habilidad de situar a la historia en un Londres real y concreto.
El Hogwarts Express, el tren que conduce a los estudiantes hasta el internado, parte de la estación londinense King Cross, aunque de la imaginaria plataforma nueve y tres cuartos. La casa de los Dursley aparece en un suburbio de clase media en las afueras de Londres. Y Diagon Alley, el pasaje comercial donde Harry compra sus libros, está en el centro mismo de Londres. Sólo que primero hay que ingresar a través del pub Leaky Cauldron y golpear la pared del fondo en el ladrillo justo para que se abra un agujero de entrada.
"Lo importante del fenómeno no soy yo, sino la historia, que es lo que ha impactado en la gente", dice Rowling, de 35 años, en una conferencia de prensa con medios extranjeros al cual fue invitada especialmente uno solo argentino: la Revista, en el auditorio de la célebre British Library, en Londres, donde con cortesía inglesa se anuncia que la autora no responderá sobre aspectos de su vida privada.
Sencilla, enfundada íntegramente en negro, que resalta sus ojos claros, melena dorada y tez nívea, Rowling, que hace tiempo reside en Edimburgo y rara vez atiende a la prensa, se ha convertido en la mujer más rica de Escocia, con una fortuna calculada en cien millones de dólares.
"El hecho de que el primer manuscrito, después de haber sido rechazado tres veces, finalmente se publicara fue de lo más sorprendente para mí -dice, celosamente custodiada por su agente literario, Chris Little-. Y todo lo que me ha pasado desde entonces me sigue manteniendo en un perpetuo estado de shock. Pienso que en 10 años, al mirar atrás, voy a aburrir a la gente contando lo que me pasó. Y a muchos les resultará un poco inverosímil la historia."
Hasta antes de Harry Potter , la vida de Rowling no había sido un lecho de rosas. Graduada en la Exeter University, con una especialización en literatura clásica y francesa, que la hizo pasar un año por la Sorbona, Rowling trabajó en la sede londinense de Amnesty Internacional, investigando abusos contra los derechos humanos en Africa.
La imagen y argumento de Harry... la sorprendió en un interminable viaje en tren de Manchester a Londres. Sin papel ni lápiz, le dio una y otra vez vueltas a la idea tratando de no olvidar la fisonomía y circunstancias de ese personaje que "por primera vez se me presentaba totalmente formado, y sin que yo estuviera preparada para retenerlo".
En los años siguientes, planeó la trama de cada uno de los siete libros que conformarían la gran novela de Harry Potter y escribió el último capítulo del séptimo libro, para no perder el rumbo.
"Sé exactamente dónde me dirijo en esta historia. La conozco tan bien, conozco tantos detalles sobre los personajes a medida que van creciendo año a año, lo que viven y vivirán, que nunca se me ocurriría no serle fiel a la historia", dice.
Luego de un matrimonio fallido y fugaz, y una breve residencia en Oporto, Portugal, donde enseñaba inglés a adolescentes, Rowling se instaló con su hija Jessica, de tres meses (bautizada así en honor a su heroína, la escritora Jessica Mitford), en Edimburgo, donde vivía su hermana Di. Su madre, con quien mantenía una estrechísima relación, había fallecido tras una larga agonía; su padre, empleado en la Rolls Royce, se había vuelto a casar. Sin trabajo ni dinero, se encontró luchando por sobrevivir en un departamento de un ambiente, sin calefacción, cobrando un subsidio de desempleo del gobierno.
"No me gusta dramatizar, pero hubo días en que si bien Jessica comía, yo no -confiesa-. Estaba muy deprimida, y tener una beba recién nacida tornaba las cosas más difíciles. Sencillamente, no me sentía como una persona. El hecho de recibir el subsidio me hacía perder toda mi autoestima. Si bien sabía que en el largo plazo las perspectivas eran buenas, tenía un título, aptitudes, fue realmente el escribir compulsivamente lo que me previno de perder mi salud mental."
Empezó a darle vida al personaje escribiendo a mano en las mesitas del café escocés Nicholson -el único lugar donde le permitían escribir por largas horas ordenando sólo un express-, rogando que su hija no se despertara. El recinto hoy se ha convertido en lugar de peregrinación para los fanáticos y no falta la chapa que sentencia: Aquí se escribió Harry Potter .
Terminó el primer manuscrito y como no tenía dinero para fotocopias debió mecanografiarlo dos veces en una vieja máquina de escribir. "Lamentablemente, es una novela demasiado larga y literaria para niños", sentenciaron tres casas editoras. Hasta que Bloomsbury publicó el primer libro en junio de 1997, y los sucesivos, uno por año.
"Toda mi vida quise ser escritora -dice ella-. Empecé a leer desde muy chica. Mi madre era una gran lectora. No hubo ningún libro en mi casa que me estuviera prohibido, así que he leído de todo. Jane Austen, C. S. Lewis, Elizabeth Goudge, Clement Freud, Roddy Doyle, Paul Gallico, Ian Fleming... A los seis años escribí mi primer cuento, sobre un conejo que se llamaba... Conejo. De más grande, otras novelas que nunca se me ocurrió tratar de publicar... La historia de Harry no la escribí pensando en los posibles lectores, la escribí por una necesidad interior y placer personal. Escribir para mí es un gran regocijo. No soy del tipo de escritores que disfrutan de haber escrito algo. Yo disfruto inmensamente el momento en que estoy escribiendo, que después de todo ha sido por la razón por la que siempre quise ser escritora."
-¿A qué atribuye que esta historia, presumiblemente para niños, interese tanto a los adultos?
-Me resulta muy difícil responder a esa cuestión; habría que preguntárselo a los adultos. En Alemania, por ejemplo, hubo una fenomenal cantidad de adultos que me pedía que le dedicara el libro... no a sus hijos, sino ¡a ellos! Un aspecto, por ejemplo, que podría mencionar es que el humor en los libros es producto de lo que a mí también me resulta gracioso. No de lo que intuyo que los chicos encuentran gracioso, que es muy diferente. Entonces puedo entender que para otros adultos también lo sea... La idea de pérdida, con la muerte de los padres de Harry, es otro punto con el que se pueden identificar más los adultos que los chicos.
-¿La nostalgia por su niñez es lo que la llevó a escribir esta historia?
-No, hay una tendencia a sentimentalizar la niñez que yo no tengo. A la mía la recuerdo, a veces, viviendo momentos de una intensísima felicidad, que jamás se llegan a sentir en la adultez... Pero admito que todo lo que escribo proviene de mis vívidos recuerdos de cuando era chica. Recuerdo exactamente cómo se sentía ser chico y todo lo que hacía. Y a pesar de haber tenido mucho más contacto con chicos cuando enseñaba, no puedo decir que he sacado de la observación de otros niños nada que haya usado en mis libros. La clave para mí es que yo no veo a los chicos como una extraña banda de criaturas, a las que tengo que investigar para conocerlos realmente.
-¿Qué es lo que más la enorgullece de Harry Potter?
-No soy la más calificada para decirlo, pero si es realmente verdad que con Harry muchos chicos se han acercado a la lectura, sin duda es de lo que más orgullosa me puedo sentir. Escuchar que hay chicos que gritan por un libro, sea mío o de cualquier otro autor, es algo fantástico. Muchas madres me han dicho que ha sido el primer libro que muchos niños varones han leído por ellos mismos. Es algo fantástico, aunque de ninguna manera planeado. No me senté y me dije: "Voy a escribir el libro que va a cimentar el hábito de lectura en los niños, y entonces voy a incluir esto y aquello". Tampoco me propuse enseñar un tipo de moral, aunque la moral se desprende naturalmente en esta historia. Pero siempre la historia está primero. Por ejemplo, en el cuarto libro, el más largo de todos, que tiene 700 páginas, y que trata sobre el Mundial de quidditch, Harry va como espectador; la final es entre Bulgaria e Irlanda. Inglaterra queda descalificada frente a Transilvania, con una performance patética, de 310 goles contra tres; Uganda le gana a Escocia -ya he dicho que habrá muertes...Y recuerdo muy bien las palabras exactas de una madre que en una audición de radio me dijo: "Quiero que mis hijos encuentren en sus libros un lugar seguro en un mundo peligroso". Lo entiendo, pero como autora debo contar la historia que quiero contar. Sentiría que estoy traicionando a los personajes, a mí misma, al argumento si accedo por presión a no hacer ciertas cosas. Las muertes están ahí por una razón, y cuando termine el séptimo libro podré discutir libremente con quien quiera el porqué de mi razonamiento y cuál ha sido mi justificación. Pero todavía no puedo hablar con la libertad que desearía, para no arruinar la historia.
-¿Qué piensa escribir una vez concluido Harry Potter?
-Tengo algunas ideas muy vagas que escribo y luego guardo. Y es muy probable que un día, cuando termine de escribir el séptimo libro, las agarre, me dé cuenta de que son basura y quiera hacer otra cosa totalmente distinta. Me preguntan mucho cuándo voy a escribir libros para adultos, como si uno no fuese un escritor serio hasta tanto lo haga. Si soy reconocida como una escritora de literatura infantil hasta el último de mis días, nunca voy a sentir que pertenezco a una segunda categoría. Pero Harry es un proyecto tan enorme, una gran novela que partí en siete pedazos, y me consume tanto tiempo que no puedo parar a jugar con otras cosas. Lo que más quiero es terminar de contar esta historia. Por otro lado, soy consciente de que nunca voy a escribir algo tan popular como esto. Pero me conformo con que tampoco nunca fue mi intención hacerlo. Tendré que inventarme un seudónimo, y mandar los manuscritos de forma anónima.
-¿Cómo maneja la presión de tener que escribir sabiendo que hay tanta expectativa con el siguiente libro?
-Soy muy afortunada porque planeé los siete libros antes de escribir el primero. Entonces sé lo que pasará en cada uno de los libros. Eso me quita un montón de presión. Y es la única manera en que puedo trabajar. ¿Cómo me sentiría si tuviera que ir inventando mientras escribo? No creo que podría hacerlo, particularmente ahora, cuando hay tanta gente esperando los siguientes libros. Además, al escribir me encierro y no sé muy bien qué es lo que pasa afuera. La presión siempre viene de mi hija de seis años, a quien ya le leí el primero y segundo libro. Cuando estoy escribiendo continuamente me pregunta: "¿Ya terminaste?"
-¿Qué es para usted la magia?
-Los chicos me preguntan si creo en la magia en el sentido en que aparece en los libros y la respuesta es no. Sí en otro tipo de magia. No quiero parecer cursi, pero cuando uno lee y recrea en su imaginación lo que el autor se propuso con la suya, ese mundo plenamente reconstruido en tu cabeza, eso sí que es un proceso mágico... ¿Y por qué escribo sobre un mundo mágico? No lo sé, pero lo extraño es que sabía un montón sobre el tema, incluso antes de que se me ocurriera escribir Harry Potter , y no sé por qué sabía. En realidad, ese folklore siempre me fascinó. No porque crea en la brujería. Sino que me resulta muy interesante ver cómo en el pasado la gente solía creer que la magia realmente funcionaba. Entonces, cuando tuve la idea de escribir HP, fue como si inconscientemente hubiera estado investigando para eso. Sin embargo, tres cuartas partes de la magia en los libros es totalmente inventada.
-Si Harry Potter llegara a los niños desamparados, que viven una infancia aciaga, ¿qué mensaje les daría a estos niños?
-Una de mis teorías de por qué la magia es tan fascinante para los niños es que ¡tienen tan poco poder para cambiar la realidad! Incluso los niños ricos no lo tienen. No sería ése el mensaje para niños en esa situación. Porque la cruel realidad es que esos niños probablemente necesiten algo más antes que libros. Y no lo digo de manera liviana, porque pienso que los libros son algo verdaderamente importante.
-¿Cómo la afecta a usted y a su escritura el saber que con cada libro es como si tuviera una máquina de hacer dinero?
-Si fuera mi intención imprimir dinero, no hubiese escrito un libro para chicos. Es por todos conocido que no es la mejor manera de hacerse rico, y perdón por quién lo dice... Es más, mi agente me lo dijo en la cara: Nunca vas a hacer una fortuna... Y si ésa fuera mi intención, ahora planearía 24 libros de Harry Potter . Y no pienso cambiar nada, aunque a veces, con la infinidad de propuestas relacionadas con el tema, la presión para que lo haga se hace muy grande... La prioridad para mí es mi hija, y lo segundo estar conforme con los libros que escribo, no con el dinero.
-¿No se cansa de Harry después de 10 años de convivir con él?
-No me canso, para nada. Me encanta Harry, realmente. Una de las razones por las que no me canso es que siempre hay nuevos personajes, y otros que se van. No es lo mismo Harry a los 10 años que en la adolescencia, donde descubre tímidamente al sexo opuesto. En el cuarto libro, por ejemplo, todos se enamoran de la persona equivocada. Fue muy divertido escribirlo.
-¿Cuál piensa que ha sido su contribución al mundo literario? ¿Y piensa que trascenderá como uno de los grandes clásicos en 50 años a la fecha, por ejemplo?
-Le respondo con mi opinión de los libros en general: si algo merece perdurar, probablemente lo hará. Si no, no. No creo que ninguno sepa si ése será el caso de Harry. Y respecto de mi contribución al mundo literario: simplemente, no lo sé.
La magia de lo prohibido
Por Ana María Shúa
Harry Potter me produjo una gran felicidad y una pequeña tristeza: la de no poder ser chica otra vez para disfrutarlo todavía más. Su genial autora es heredera directa de Roald Dahl. Le envidio el talento, la comodidad con que maneja el suspenso, la firme tradición anglosajona de novela que la respalda, la libertad y la promoción. Con respecto a mis tres primeros motivos de envidia, no hay nada que hacer. Con respecto a la libertad, el mercado editorial argentino todavía tiene mucho que aprender en cuanto a lo que se puede y no se puede en materia de literatura infantil. Los autores argentinos estamos encorsetados por las buenas intenciones de la censura, que empieza siempre por ser autocensura. Por ejemplo, en nuestros libros no puede haber adultos odiosos, que maltraten a los chicos y que no se rediman de ningún modo: gente sencillamente mala, estúpida o incompetente, como los parientes de Harry Potter o algunos de sus profesores. Los grandes deben ser siempre bondadosos o al menos tener buenas intenciones: en el peor de los casos, nada que no se pueda arreglar con una psicoterapia. Es fundamental que los protagonistas tengan buenos sentimientos aun con respecto a sus enemigos. En la Argentina los libros infantiles tienen que ser aceptados por los docentes para venderse en la escuela porque las editoriales no conciben la lectura infantil fuera del ámbito escolar. (No, al menos, en lo que respecta a los autores locales: ese espacio se considera minúsculo y está reservado a los autores extranjeros.) Entonces es siempre preferible que los libros incluyan algún trasfondo didáctico.
Y finalmente, consideremos el no desdeñable tema de la promoción: todos los suplementos literarios argentinos le han dedicado notas de tapa a Harry Potter . Ningún autor argentino, ni de niños ni de adultos, por bueno o exitoso que sea, tiene esa ventaja en el lanzamiento de un libro. Just think about.
Opinen sobre Harry
- Eduardo Gudiño Kieffer: "Leí el primer libro hace bastante, cuando salió. Me gustó toda esa cosa mágica, abordada con humor, naturalidad y frescura. Con un estilo ágil, fluido, sin grandes rebusques. Y al no tener la intencionalidad del logro literario, entonces, termina estando muy bien. Me gustó, además, que hubiera personajes buenos y malos. ¡Estoy tan harto de la psicología y los complejos de Freud! Desearía que este tipo de libros predominara sobre la literatura estilo Paulo Coelho y la del tipo de las armaduras oxidadas. En fin, me gustó mucho ese librito".
- Santiago Kovadlof: "En Harry Potter está el ejemplo claro de lo que es un escritor absolutamente visceral en la capacidad de poner en juego emociones fundamentales. Emociones, no sentimientos. Ella toma una cuestión primordial, que es el acoso constante que el sentido o sinsentido de la vida le hace al sujeto. Y eso me parece que es saludable porque en última instancia, eso somos: seres acosados por el sentido o sinsentido... Esa prosa tan representativa de ese estilo anglosajón, seco, contundente, donde se cuela el humor refinado, no deja de ser eficaz en la transmisión de emociones profundas".
- Graciela Casal: "Harry Potter es un cuento de hadas con toda la fascinación que ese género siempre ha ejercido. Me hizo acordar a C. S. Lewis, con Las crónicas de Narnia y a El señor de los anillos, de Tolkien. También a Roald Dahl, con esa visión terrible de los adultos. Rowling incorpora todos los temas tabú.
Pero lo que realmente me pareció excelente fue el relato. Cada capítulo es una estructura clara, que además cierra con cierto suspenso. Y es tanto el horror presente que termina fundiéndose en humor bien inglés. El libro está bien escrito. Y si suscita algún rechazo, lo vinculo con que lo que tiene éxito y genera dinero siempre resulta sospechoso. Especialmente cuando se relaciona con la literatura infantil."
Los personajes según Rowling
- "Me gustaría saber de dónde salió Harry, y por qué es como es. Pero sencillamente no tengo respuestas, aunque desearía tenerlas. Hermione es la caricatura mía de cuando tenía 11 años, de lo que no estoy muy orgullosa, pero yo no era ni tan inteligente ni tan insoportable. Me fui relajando mucho más a medida que fui creciendo, y Hermione también lo hará. Y Ron está vagamente inspirado en un viejo amigo, un chico con el que fui al colegio, y que ahora es un hombre que se llama Sean, a quien le dediqué el segundo libro. Ron no es una descripción fiel de Sean, pero después de meses de escribir sobre él me di cuenta de que sin duda Sean influyó en Ron.
- El apellido Potter lo tomé de una familia vecina, que vivía al lado de nuestra casa en Winterbourne, cerca de Bristol, y siempre me gustó muchísimo ese nombre.
- Los Dursley son caricaturas en un sentido, pero representan una cierta mentalidad, intolerante y reaccionaria, que todavía es muy fuerte en Gran Bretaña. Están extraordinariamente orgullosos de representar lo que ellos perciben como la familia de clase media modelo. Seguramente votan por los conservadores (los Tories). Lo veo al Tío Vernon eternamente lamentándose que la señora Thatcher no siga gobernando.
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