Jon Langford, el punk que se dedicó a dibujar a los íconos de EE. UU.
Su nombre no es familiar en la Argentina, aunque sus pinturas se expongan en uno y otro lado del Atlántico, y su fama de líder y fundador de bandas como The Mekons, un grupo punk de culto nacido en Inglaterra, a fines de los 70, sea ampliamente conocida en el ambiente musical anglosajón.
Originario de Gales, Jon Langford está radicado desde 1992 en los Estados Unidos, país con el que mantiene una relación de amor-odio que se refleja en sus obras, donde imprime los visos oscuros y grises de la sociedad estadounidense o, lo que él llama “la América zombi”. Sus cuadros de íconos musicales como Johnny Cash, Elvis Presley, Bob Wills y Hank Williams, y también de personajes fantasmales: cowboys, astronautas y bailarines, grafican temas como el éxito, la fama, la explotación y el abandono. También, las contradicciones de una sociedad en la que coexisten el capitalismo salvaje y la pena de muerte de la cual él es un férreo opositor.
“Este es un sitio extraño donde estar –dice Langford en diálogo con LA NACION revista vía Skype–. Realmente me encanta eso de que es la tierra de las oportunidades, algo que ha sido cierto para mí. Por otro lado, yo soy un europeo blanco y esta sociedad es de cierto tipo blanco”, ironiza.
Cuando visitó por primera vez el país norteamericano, en los años 80, el artista, que vive en Chicago con su mujer –la arquitecta y diseñadora de joyas Helen Tsatsos– y dos hijos, de 19 y 15 años, estaba fascinado por la cultura de los Estados Unidos. “Era excitante y daba miedo políticamente. Era el tiempo de Reagan y Bush. Me decepcionó observar que los propios estadounidenses no entendieran lo geniales que eran”, comenta. Su primer bofetón fue darse cuenta de que todo lo que él conocía y había reverenciado desde lejos, como la música de Cash, ya no existía. “No lo pasaban en las radios y el country tampoco sonaba en las emisoras. Yo estaba en shock y creo que eso me hizo comenzar a pintar la industria de la música y los artistas: la negligencia hacia la gente que para mí era importante”, explica. También lo inspiró a fundar The Waco Brothers, una agrupación country-rock que ha editado, hasta la fecha, ocho álbumes.
En realidad, antes de pintar estrellas y de incorporar la música country –que surgió en el sur de los EE.UU. en los años 20–, a su horizonte musical, Langford diseñó portadas de discos y también fue uno de los creadores –junto con otro músico, Colin B. Morton– de la tira Great Pop Things, una historia satírica del Rock and Roll, desde Elvis hasta Oasis, que se publicaba en diarios de Chicago y Los Ángeles, y que él firmaba con el seudónimo de Chuck Death. De acuerdo al ocurrente cómic, por ejemplo, el bajista de Led Zeppelin era Jean-Paul Sartre, responsable de crear los títulos “brillantes” de los primeros discos de la banda –Led Zepellin, Led Zepellin II y Led Zepellin III–, y Brian Eno solo se dedicó a hacer “música ambigua”, luego de ser arrollado por un taxi.
Nacido a fines de 1957 en el pueblo de Newport, Langford es hijo de un contador y una ama de casa, y hermano menor del físico y escritor de ciencia ficción David Langford. Se crio escuchando música, en los 60. “Era fan de los Beatles y apreciaba a los Rolling Stones. Eran bandas que estaban en todos lados. Recuerdo haber escuchado el primer álbum de Pink Floyd (The Piper at the Gates of Dawn) con un amigo, cuando tenía 11 años, y haber pensado que era genial. Pero era como la música de alguien más, en cambio el punk rock se sentía como nuestra música”.
En 1976, cuando la crisis económica y las huelgas mineras tomaban las calles del Reino Unido, Langford cursaba Bellas Artes en la Universidad de Leeds. Entonces, con Margaret Thatcher en el poder, en Londres emergió el punk de los Sex Pistols, que con temas como Anarchy in the U.K., agitó las faldas del gobierno y la monarquía. “Ellos fueron un aporte increíble y un catalizador importante de esa época, una fuerza que dividió a la sociedad. Musicalmente, hoy no suenan tan revolucionarios”, afirma Langord, sin olvidar que entonces también brotaban los locales The Clash en su país y The Ramones, en los Estados Unidos. “A mí me gustaba sobre todo la actitud de John Lydon, el exvocalista de los Sex Pistols, y prefiero lo que hizo con Public Image Ltd., eso fue muy interesante e inspirador y me hizo pensar en hacer música como algo a largo plazo”, agrega.
Langford y sus compañeros de clase se convencieron de que tenían que estar en una banda y así nació The Mekons –nombre tomado del villano de un cómic–, en 1977. “Dibujar y pintar parecía muy aburrido en comparación; el conjunto comenzó como una broma, como una prueba para ver si uno era capaz de tocar”, rememora Langford. Curiosamente, a pesar de la distancia –algunos de los integrantes viven en Chicago, otros en Inglaterra, Irlanda y hasta Dubai– y de los años, el grupo ha sobrevivido y editado 20 discos. En un principio, Langford era el baterista y, después, tomó la guitarra. “No fuimos ni somos una banda comercial. Siempre hemos hecho lo que quisimos. Hemos tocado en muchos lugares alrededor del mundo. Estuvimos con un par de sellos grandes y fue cuando peor la pasamos; hay juego de la industria musical que nosotros no estamos dispuestos a jugar –detalla–. La longevidad de The Mekons creo que tiene que ver precisamente con que no hemos tenido éxito masivo. Tenemos vidas bien normales y tocamos música, que es lo que nos gusta. No estamos en contacto con problemas, como grandes cantidades de dinero, egos o celos.”
Como la música es su primer gran amor, Langford dice que no hay nada como tocar en un local con los Mekons o cualquiera de sus bandas. “Con The Mekons no es que hacemos un tipo de show de la nostalgia. El público se interesa en lo último que sacamos –Existentialism, 2016, con el sello Bloodshot Records—, y creo que es un logro. He ido a conciertos de grandes artistas de los 60 y 70, y el público corea sus canciones, pero cuando llega el momento de presentar su nuevo material, todo el mundo va al baño”, cuenta, entre risas.
Este artista ha publicado trabajos en solitario y se ha encargado de fundar e integrar otros proyectos, como Pine Valley Cosmonauts, una agrupación de covers que cambia de repertorio y de músicos-soporte, y que debutó con un álbum con canciones de Johnny Cash, en 1995.
RESCATANDO A CASH
Lo de Cash, por lo visto, era inevitable: fue una figura de la cual Langford no pudo escapar durante su infancia y a la que más tarde conocería en un camarín, en el Reino Unido. “No lo identificaba con el country o con la música del Oeste. Para mí él era como Elvis, una superestrella. Su concierto en la cárcel de Folsom, en 1968, fue filmado por la TV británica y lo mostraron cuando yo era un niño, así que estaba consciente de eso. Además, él tuvo discos que pegaron en Inglaterra. Era muy popular”.
A mediados de los 80, en cambio, cuando Langford ya se dedicaba a la música, “Cash era visto como un artista para viejos. Uno iba a un recital y era una especie de show familiar, y tampoco había mucho interés de la gente en ir”. Fue entonces cuando Jon, Marc Riley, otro músico británico, y un puñado de artistas independientes lo rescataron del circuito de los cabarets para hacer un álbum con sus canciones. A Cash –“un tipo divertido, gentil y modesto”–, que había sido abandonado por el sello Columbia, luego de 30 años, le encantó que una nueva generación se interesara en su música. La placa se llamó 'til Things Are Brighter (1988) y fue en beneficio de las víctimas de sida. “Algo muy importante en un tiempo en que los gobiernos estaban ignorando el tema y la reacción política era hostil. Ahora los derechos de los homosexuales son más respetados, pero entonces era distinto... Cash nos respaldó, habló del álbum en la tele y, antes de su muerte, comentó cómo lo disfrutó, porque entonces su carrera no iba a ninguna parte y ese álbum le dio coraje para seguir, y después tuvo un gran regreso”, indica Langford. “Se convirtió en un ícono cultural... No es que reclame el crédito, pero me alegro de lo que hayamos hecho”.
De sus pinturas, que elabora con pastel al óleo y acrílico, y están inspiradas en los posters gastados que ve en los bares por los que pasa, las favoritas de Langford son precisamente aquellas con Cash como motivo. “La primera que traté de hacer fue para un álbum suyo que se publicó en Inglaterra. Antes de conocerlo tuve una conexión con su música: la encontraba muy accesible. Creo que, como cantante y guitarrista, Cash no era un virtuoso, pero poseía una increíble comprensión del mundo y del camino del folk y el country, que fue inspiradora para mí”.
Parte de los retratos del cantante de I Walk the Line que hizo Langford se vieron en una exposición dedicada a Cash y a Bob Dylan, en el museo Country Music Hall Of Fame de Nashville. Recientemente, también presentó la muestra American icons in the zombie state en Madrid, con trabajos de los últimos diez años, entre otros, retratos por encargo de artistas como John Coltrane. “Un día, mi hijo mayor me preguntó si conocía a Coltrane y le dije que sí, que era fantástico. Justo un amigo me había pasado una lista de pedidos y estaba su nombre. Con mi hijo escuchamos su música y encontré una foto muy conmovedora de John, cuando estaba reclutado en la Armada. Me gustó la idea de que volviera a casa tras la Segunda Guerra Mundial y luego produjera un lenguaje musical tan nuevo y liberador. Fue inspiradora la idea de que la gente que combatió al fascismo, al regresar quisiera un mundo distinto. Y ahora somos gobernados por personas que se han olvidado de todo eso, como Trump, que, básicamente, es un hombre-niño que solo ha experimentado el placer en sí mismo. Alguien que hace el tonto y al que votó gente tonta”.
Langford, quien parece hacer todo por una razón, atesora en cambio la experiencia de haber grabado un disco interracial –Four Souls, que salió en septiembre último y que el Boston Globe listó como uno de los mejores álbumes de 2017– en Alabama, “un estado que no es el más glorioso de la historia de los derechos civiles de los Estados Unidos”, con dos cantantes de color, Tawny Newsome y Bethany Thomas; David Hood, el bajista de Aretha Franklin, y el veterano Norbert Putnam, productor de las sesiones de Elvis en Nashville, en los 60. El registro se hizo en los estudios Muscles Shoals, por donde pasaron, además de Aretha, Willie Nelson, Joe Cocker, Paul Simon, los Rolling Stones, Rod Stewart y Cat Stevens.
¿Y Sudamérica, cuándo? “De allá conozco la música de Víctor Jara y la literatura de Borges –responde–. Y Buenos Aires me parece una ciudad fantástica, sin conocerla. Iría feliz, si me invitaran”.