Jorge Asís: "Como analista, lo extraño a Kirchner"
Cree que el oficialismo tiene una relación utilitaria con el peronismo. Y se queja de ser el único al que descalifican como menemista. Charla con un escritor que siempre se las ingenia para provocar
No parece que en su casa hubiera espacio para otra persona que no fuera él. Da la sensación de vivir solo. En realidad, desde siempre, Jorge Asís, El Turco, parece circular solo. Seductor serial, ocurrente, simpático, amable -cuando quiere-, filoso, calificador y descalificador como nadie, despliega su sentido del humor en cada gesto y en cada palabra. En su departamento de Recoleta, vestido íntegramente de negro, nos recibe en la sala de estar próxima a un escritorio lleno de papeles y apuntes. El encuentro empezó mal: hacía muchos años que no nos veíamos y me había quedado pendiente hablar de Diario de la Argentina, su novela de 1984. Pero a él no le gustó la idea.
-¿Se arrepintió de Diario de la Argentina?
-No. Para nada. Acepto que es un libro incómodo. Fue un libro que, para muchos, sepultó lo que podía ser una carrera literaria más o menos auspiciosa. Y en realidad, creo que Diario de la Argentina es de los libros por los que más se me va a recordar. ¿A vos te parece que en algún país más o menos serio, por una novela, un tipo puede estar 27 años prohibido en los grandes medios de comunicación?
-Me parece que se hizo odiar por sus propios compañeros.
-Tenés que tener mucho cuidado porque esa reflexión es la que justifica la prohibición.
-Su respuesta me tiende una trampa en la que no voy a caer. En el libro habló de relaciones amorosas entre periodistas. Por ejemplo, en lo personal, no me hubiera gustado que contase mis intimidades.
-Me parece que ya vamos mal con la entrevista. Yo soy escritor, soy novelista, escribí la novela. Me parece que lo agarrás por el lado más sensiblero. Es un país en el que la literatura paga más que el crimen. Si yo hubiera asesinado a la directora de Clarín, hoy estaba libre. Por una novela ni Clarín ni LA NACION me publicaron. Hoy, por primera vez, LA NACION viene después de treinta años a preguntarme alguna cosa.
-A mí no me mandan con las preguntas.
-La respuesta la tenés: no me arrepiento de nada.
-Bien. Usted armó un personaje de señor ocurrente, hábil, que dice cosas graciosas. ¿Lo ayuda a vender libros o hace que se queden con el personaje?
-Mirá, eso depende del otro. Yo soy una totalidad. Soy eso y soy el escritor. Sé muy bien que para las características de la sociedad, a veces, las características del personaje pueden atentar en contra. Ahora bien, si vos me decís a mí que soy este hombre ocurrente, más o menos pintón [cosa que no dije], reduce la obra. Te contesto que tengo veinticinco libros publicados.
-Este exilio de los grandes medios, que usted describió, lo enoja y les pone cierto enojo a sus escritos...
-[Suspira, teatralmente, con fastidio] Sinceramente, me parece que te comés todos los amagos. ¿Sabés por qué? Porque otra de las maneras de reducir y de descalificar lo que uno dice es: ¿Qué te pasa, estás mal?
-Fue usted quien habló del exilio.
- No estoy enojado. La verdad es que me divierto con lo que escribo. Incluso, me divierto mucho con lo que escribo, y ahora que estoy tanto tiempo con el tema del sitio de Internet [ www.jorgeasisdigital.com ] lo disfruto enormemente. En algún momento, tiene que ser más importante mi producto cultural que el sujeto que lo produce.
-En los últimos libros usted cuestiona fuertemente al kirchnerismo y, en algún punto, lo vacía de ideología.
-Cuando hago periodismo, a lo primero que apunto es a la credibilidad. Lo que escribo es creíble. Yo no hago operaciones. Cuando te digo: vivo del kirchnerismo hace siete años, quiero decir que la racionalización de Kirchner a mí me marcó un oficio, incluso en charlas privadas, por el mero y simple hecho de analizarlo. Por supuesto que lo impugno, pero también se dice en el mismo libro: estar contra el Furia era mucho mejor que estar sin el Furia. Y te voy a decir más: como analista, lo extraño a Kirchner.
-Usted, que ha adherido a Menem, podría hacer un paralelismo entre ambos.
-Kirchner tiene algo de Menem. Porque la construcción de poder político en la Argentina tiene mucho que ver con estos personajes, con los sujetos. La democracia argentina se divide por tres: los 80, Alfonsín; los 90, Menem; los 2000, Kirchner. Y hay dos poleas de transmisión: Cafiero y Duhalde. Pero las tres décadas tienen un propietario. Por más que yo lo impugne, le estoy dando un espacio y no lo vacío de ideología. Conozco a los personajes. Los conozco un poco como para atreverme a poner en el título Revolución imaginaria. Me resulta admirable el kirchnerista que habla todavía como si participara de una revolución. Eso es, culturalmente, muy atractivo: recitan indicadores todo el tiempo. El kirchnerismo tiene una complejidad que para asimilarla primero hay que entenderla. A ver... Un proyecto político que va a buscar los votos a La Matanza y las argumentaciones para su legitimidad a los intelectuales de Carta Abierta, aceptemos que, por lo menos, es un desafío para la inteligencia.
-¿Esta no es una característica muy peronista?
-En el caso de Kirchner hay una relación con el peronismo muy vergonzante, que no era la relación de Menem, por ejemplo. Los dos, en cierto modo, fueron impostores. Menem impostó, ayudado por un momento histórico, una especie de caracterología que Alfonsín bautizó de neoliberal. Y Kirchner impostó una especie de condición de progresista que nunca tuvo. El peronismo tiene mucho que ver con estas imposturas. La relación de Kirchner y Cristina con el peronismo es una relación utilitaria.
-¿Qué le atrajo tanto de Menem?
-Con Menem éramos amigos. Lo conocí cuando llegué a La Rioja como actor de una película que se llamó La muerte de Sebastián Arache y su pobre entierro, dirigida por Nicolás Sarquís y con guión de Haroldo Conti. Después lo vi cuando estaba preso, o cuando andaba por Buenos Aires, y me sorprendí defendiéndolo. Esto es antes de cerrar políticamente con él.
-Pero... ¿qué lo atraía tanto?
-Había una identificación entre él y yo: porque a Menem se lo cuestionaba desde la izquierda y desde la derecha; se lo cuestionaba desde la ética y se lo cuestionaba desde la estética. Había, además, una coincidencia entre los adversarios, los enemigos y los críticos de Menem, y las críticas a mí. Hubo entonces, con Menem, una coincidencia a través de los adversarios y las críticas. Y me sorprendí defendiéndolo antes de arreglar con él. Me acuerdo de que un 3 de marzo, día de mi cumpleaños, en el día nacional de Marruecos, compartimos la misma mesa con Menem. Y recuerdo haberle dicho: "Te voy a atajar algunos penales". La epopeya de lo que fue aquella campaña de 1988, con aquel Menem de 58 años y con lo que generaba en la gente, es uno de los momentos de éxtasis de la historia argentina. Me acuerdo de haber dicho: "¿Qué pasa en esta sociedad, que nosotros, que somos lo peor que hay, tenemos que venir a resolver los problemas?"
-¿Cómo fue esta relación con Menem ya en el poder?
-En ese momento tuvimos un lapso malo cuando fui secretario de Cultura. Pero después, más o menos, nos amigamos. Y la última vez que hice política con Menem fue en el 2000. El estaba preso y convocó a dos amigos, a Scioli y a mí , para que saliéramos a representarlo en 2001. Scioli fue a Capital y yo a la provincia de Buenos Aires contra aquel Duhalde. Pero de ahí en adelante, cada vez que se dice algo de mí, se dice "el ex menemista". No lo dicen de Reutemann ni de Scioli. No voy a salir a enojarme con esto, pero lo subrayo: no lo dicen de Kirchner, no lo dicen de Pichetto, no lo dicen absolutamente de nadie, salvo cada vez que aparezco yo. Y veo que lo quieren usar como si fuera un adjetivo de descalificación.
-¿Hoy siente que puede debatir ideas?
-Ahora hacer política es ir a la televisión. Cuando puedo veo 678, no porque me guste, sino porque fue importante en la recuperación del kirchnerismo. El manejo de la televisión pública permite la resurrección de Kirchner después de 2009. Lo más interesante del kirchnerismo son los altibajos, las hegemonías y los bajones estrepitosos. Hubo dos caídas infernales, la de la 125 y la debacle de las testimoniales. Era el momento en que cualquier locutor se le atrevía al kirchnerismo. Entonces el fenómeno de este manejo arbitrario, unilateral, feroz de la televisión fue un mensaje: muchachos, tirarse contra Kirchner ya no es gratis. Y en la Argentina, más que el heroísmo, predomina el temor y, sobre todo, el temor al ridículo. Nadie quiere arriesgarse. Hoy, oponerse a Cristina es jugar al fútbol en una cancha inclinada. Tenés que patear para arriba.
-Enfrente tiene a Duhalde, a Rodríguez Saá, a Das Neves, a Alfonsín, a De Narváez, a Macri...
-Hoy, con posibilidades reales, están Alfonsín y Macri en primer plano. Duhalde -te lo digo con cierto dolor- dejó de ser interesante cuando se lateralizó en esta construcción de un peronismo federal, que es donde están mis mejores amigos, a quienes yo en ningún momento apoyé intelectualmente. El Duhalde que me interesaba era aquel que decía: "Lo voy a echar del peronismo", o "le voy a ganar por abandono", o "yo traje al loco y me lo voy a llevar".
-¿Tiene amigos oficialistas?
-Sí, tengo. No te los puedo citar porque los masacran. Y por supuesto que puedo discutir con ellos. Tengo algunos buenos amigos en el oficialismo, lo cual tiene que ver con lo que es el peronismo, por esta cuestión positivamente inmoral que tiene el peronismo: nos podemos insultar y después nos encontramos y nos damos un abrazo y seguimos insultándonos. Yo genero relaciones de afecto.
-De los intelectuales que circulan, ¿a quiénes respeta?
-En la Argentina somos todos muy fácilmente descalificables.
-No hablé de descalificar, hablé de respetar.
-A todos. A Kovadloff lo respeto, aunque tiene algo de predicador de country que me molesta. Marcos Aguinis me parece como estar hablando en la peluquería. Tomás Abraham tiene algunos textos que me parecen interesantes, qué sé yo, pero lo veo en una contratapa con anteojos negros y le pierdo el respeto. Rozitchner me parece bien.
-¿Y de los integrantes de Carta Abierta?
-De todos ellos el que me parece más inteligente es Horacio González. Ahora bien, lo que quedó, metafóricamente, de la quema del cajón de Herminio Iglesias es lo que pasó con este muchacho, Horacio González, y Mario Vargas Llosa. Casi justifica la sentencia de Moisés Ikonicoff, cuando dijo: "El kirchnerismo no te mata, pero te deja pelotudo para siempre"
ALGO MUY PERSONAL
Jorge Asís nació el 3 de marzo de 1946 en Avellaneda.
Publicó una veintena de libros. El más reciente, El kirchnerismo póstumo: el epílogo de la revolución imaginaria, que acaba de editar Planeta.
Su novela más importante fue Flores robadas en los jardines de Quilmes (1984), que además de convertirse en best seller fue llevada al cine.
Durante el gobierno de Carlos Menem fue embajador ante la Unesco y en Portugal, y secretario de Cultura de la Nación.
En 2007 fue candidato a la vicepresidencia de la Nación, en fórmula con Jorge Sobisch.
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