Juan Pablo Ledo: "Me gustaría que me reconocieran un poco más"
A pocos días de interpretar Onegin, el bailarín del Teatro Colón cuenta cómo es su entrenamiento, sus secretos y dificultades
Llega a la entrevista caminando por la calle Montevideo, inadvertido entre los miles de transeúntes que circulan a esa hora por el centro porteño. Pocos saben que es primer bailarín del Teatro Colón. Sin embargo hay algo en su andar, su garbo al caminar, su prestancia al venir, su galanura al deambular, su gallardía al transitar, que inevitablemente lo delata. Se le nota el ballet, digamos; miles de horas de clases y ensayos, de trabajo minucioso con el cuerpo. Se le nota el Colón, donde desempeña roles principales desde 2005; se le nota el Bolshoi, donde bailó en 2014, y el MET de Nueva York, donde se presentó en 2015 junto a Paloma Herrera. También su paso por el Ballet Argentino de Julio Bocca, donde debutó a los 16 años. Se le nota su experiencia en el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, bajo la dirección de Mauricio Wainrot, entre 2001 y 2003. Se le nota el don reservado a unos pocos, el toque de la gracia divina.
A Juan Pablo Ledo, mantener su nivel le demanda un trabajo de siete horas diarias, una rutina que, asegura, implica una gran dedicación, sobre todo porque el ballet clásico es un lenguaje sofisticado y requiere seguir perfeccionándose cada día. Egresado del Colegio Nacional de Buenos Aires y estudiante avanzado de la Facultad de Derecho (UBA), el bailarín divide su vida entre el ballet y el estudio de las leyes. Y asegura que una vez recibido, le gustaría desempeñarse como funcionario en el área Cultura. El próximo 14 y 16 se lo podrá ver una vez más sobre el escenario del Colón, donde interpretará uno de los roles principales de Onegin, de John Cranko, con el Ballet Estable del Teatro Colón.
-¿Qué significa dedicarse tanto tiempo a la danza?
-Es una rutina que ya forma parte de mi vida, no lo pienso. Significa que si no lo tengo, siento que mis días están un poco vacíos.
-¿Cómo es tu rutina como bailarín?
-Entrenamos de martes a sábado, desde las 11 de la mañana en adelante. Primero, un maestro imparte una clase de ballet, con un pianista en vivo, donde empezamos a calentar el cuerpo. El ensayo arranca a las 12 hasta las 5 de la tarde, aunque también puede durar hasta las 7. La vida es más allá del ballet, pero no podés hacerte el loco. Tenés que tener disciplina en las comidas, disciplina en los horarios, y todo lo que hace al cuidado de tu cuerpo.
-¿En qué se distingue un primer bailarín del resto?
-Más allá de que todos somos iguales como seres humanos, el primer bailarín es un líder, es la cabeza de la compañía. Tiene diferentes responsabilidades. Hay que tener un plus, una destreza física y artística superior para bailar un rol adelante. Hay que tener actitud, solvencia escénica. Como en el fútbol, el 10 no puede ser cualquiera.
-¿Hay lugar para el error? ¿Se te puede caer una bailarina?
-Mirá, pasa en cualquier ámbito, pero no debería. Como profesional tenés que estar muy pendiente de la bailarina, y lo último que puede pasar es que se te caiga. El buen partenaire tiene que ser muy bueno para que la bailarina siempre quede bien parada.
-¿Cuál es tu método para mantener la excelencia?
-La disciplina, la constancia, la tenacidad. También la capacidad permanente de reformular y hacer del movimiento algo nuevo, no repetir siempre en la misma rutina. Conservar ese corazón de niño, abierto al aprendizaje y dispuesto a seguir creciendo. Tiene que ver con tomar una muy buena clase de ballet, hacer un muy buen ensayo y estar rodeado de gente capaz, inteligente.
-En el film El cisne negro se da cuenta de la competencia feroz que se desata puertas adentro de un ballet...
-Seguramente el ambiente de la danza es rígido, es hostil, es competitivo, todos quieren bailar, quieren tener la oportunidad. En la vida es así. Pero creo que uno debe estar focalizado más en uno y no tan pendiente del entorno, para que todo eso no te agobie. Tenés que creer mucho en vos y en lo que estás haciendo. Como en la vida.
-¿Cómo es el trato del Teatro Colón con un primer bailarín?
-El Teatro Colón me vio crecer, me ve crecer todos los días, y le estoy agradecido eternamente. El teatro es como mi casa. Después, las políticas van cambiando. Particularmente en mi caso, con todos los años que le di al teatro, me gustaría que hoy me reconocieran un poco más. Primero y principal desde los sueldos, desde las categorías que no están actualizadas. Como primer bailarín debería tener una categoría estable y no la que tengo. Tuve varias reuniones con los nuevos directivos y desde principios de año me dicen dejámelo ver. Pido una nueva reunión y no me la dan, se muestran como enojados.
-Más allá del entrenamiento, ¿hay que tener un don para ser primer bailarín?
-Cuando te dicen que uno tiene que honrar la vida, creo que se trata de valorar lo que te toca vivir. Y esto es así. Dios reparte dones y esos dones los tenemos que desarrollar. Yo creo que el que busca encuentra, y es importante reconocer el don que tenés para ser feliz. Con ese don podés honrar la vida, podés honrar el derecho a vivir. Después hay que desarrollar ese don y compartirlo, darlo a los demás.
-¿Sos religioso?
-Cuando tenía unos 10 años tuve un encuentro, algo personal que ocurrió conmigo. Se puede decir que tuve una revelación. Algo que me encendió una lucecita, una convicción que sentí por dentro, de que había alguien por encima de mí, algo sobrenatural, y lo sentí muy agradable adentro mío.
-¿Cómo se manifestó esa revelación?
-Fue en una circunstancia en el marco de una iglesia, hubo una manifestación de Dios en mi vida. Me acuerdo que estaba con mis hermanas y empecé a entrar en calor, algo empezó a subirme la temperatura, empecé a sentir un fuego por dentro, y a la vez llanto. Pero fue algo agradable, no fue triste ni nada. Y a partir de ahí se dio un cambio abrupto en toda mi actividad, en todo lo que hacía.
-¿Fue una bisagra en tu vida?
-Claramente fue un vuelco para mí, y a partir de ahí empecé a investigar cada vez más, comencé a leer la Biblia. Creo que todas las cosas que sucedieron en mi vida se dieron porque Dios me las venía marcando. Y hoy estoy acá, en este lugar, de esta manera. Tiene que ver con algo mucho más interno, un toque íntimo, muy personal. La fe de que hoy tiene que ser un día distinto a todos. El desafío es honrar la vida cada día.
Jugo de frutas en el desayuno
Juan Pablo es abstemio y dice que su mejor aliada es el agua mineral, "mínimo dos litros por día", asegura. Eso sí, a la mañana, en el desayuno, le encanta el jugo multifrutas. Naranja, pomelo, kiwi, manzana, y hasta verduras como zapallo y zanahorias forman parte de su poción mágica. "Siempre espero el juguito de la mañana, y si no me siento medio raro", confiesa.
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