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 • HISTORICO

La alquimista: de bailarina a la tecnología educativa

En Tiempo de Liderazgo, nuestra invitada Melina Masnatta nos enseña sobre el impacto de animarse a combinar distintos saberes.




Chubut la vio nacer, Buenos Aires la ve madurar, el mundo la verá caminar, expandirse y fusionarse. En estos días Melina Masnatta, con una maestría en Tecnología Educativa, antes licenciada en Educación y antes de antes bailarina clásica egresada del Teatro Colón, está en Washington haciendo la beca del Programa de Liderazgo en Competitividad Global de la Universidad de Georgetown y cuando termine la espera otra beca, la del Programa de Liderazgo de Visitantes Internacionales con foco en Educación y Tecnología, del gobierno de Estados Unidos.
Melina Masnatta

Melina Masnatta - Créditos: Mauro Colombini

Melina es, básicamente, una alquimista: ella confía en que de la unión de distintos elementos surge algo distinto y mejor que la suma de cada uno de ellos. Ella plasma su alquimia en dos sentidos. Por una parte, aprendió y transmite que combinar educación, arte y tecnología puede resultar en un poderoso factor de transformación social. Por otra, experimenta en distintos ámbitos que la innovación resulta de trabajar con otros, como lo muestra participando de Chicas en Tecnología –ONG que buscar incluir más mujeres en la hechura del mundo digital–, el grupo interdisciplinario de arte digital A.Mo.Ver (en ambos, cofundadora) y la red Collab de Wikipedia, una iniciativa de educación colaborativa.

Caminar, expandirse, fusionarse

Cuando Melina fue convocada a Tiempo de Liderazgo para ofrecer tres consejos sobre desarrollo profesional basados en su experiencia, ella eligió, para sintetizarlos, verbos que implican movimiento: caminar, expandirse, fusionarse. Son verbos que están en la esencia de lo que Melina es: alguien en acción. Esto dice Melina:
Caminar. Muchas veces esperamos las respuestas con una predisposición estática en todo sentido. Ponerse los auriculares y salir a caminar es una estrategia simple que acompaña a empezar a desandar preocupaciones o problemas. A veces sin rumbo u horarios, caminar es una metáfora que me ayuda cuando mucho de lo que hago no tiene respuesta/resultados; moverse es la solución, moverse con el cuerpo acostumbra a mover las ideas. Si sentimos el cuerpo, si nos amigamos con el latir y la respiración, nos conectamos con lo vital de lo racional.
Expandirse. Participar de grupos diferentes a los que los convoque una actividad, especialmente recreativa, es una estrategia para salir de la endogamia que nos apaga. A veces nos quejamos de los grupos o rutinas ¿pero nos animamos a ser parte de grupos diversos? Lo mejor: cuando estamos en grupos nuevos también nos habilitamos a practicar “ser otros”, presentarnos diferentes, mostrar aspectos que nadie conoce y practicar si esa talla nos quepa más. Durante muchos años padecí tener que cumplir los mandatos de circuitos cerrados como el académico o profesionales. Esa incomodidad me empujó a conocer otros espacios, donde no sólo me ayudaron valorar y descubrir otras capacidades sino también porque finalmente enriquecieron la experiencia de estos mismos espacios cerrados.
Fusionarse. La vida es cronológica y construimos el relato de quienes somos de esta manera, como una secuencia sucesiva de hechos. Sin embargo, también tenemos que permitirnos volver a ser esa niña curiosa, esa adolescente rebelde o esa estudiante metódica. Uno es todas esas personas. Cuánto más claras las tengamos más podemos llamarlas para que ocupen lugares y resuelvan de manera estratégica. En mi adolescencia fui bailarina clásica, lo anulé con los años de universidad, pero por mi profesión cada vez más tuve que volver a llamar a esa versión mía que me permitía improvisar como parte de un proceso creativo o bailar con las ideas, o ser parte de una coreografía con un cuerpo de baile que eran mis colegas de trabajo. Cuanto más nos unimos –hasta de las piezas más contradictorias de nuestras vidas–, más fluimos y más nos sentimos una unidad.

El sendero de Melina

No siempre esto de la alquimia fue tan claro para Melina, por supuesto. Muchos años probó con un solo camino a la vez. Primero el viento de Chubut la llevó hasta Buenos Aires para que se convirtiera en bailarina. Después sintió que la Danza no era el camino para desarrollar su formación intelectual y fue por la Educación. Más tarde sintió que la Educación suele tener abordajes obsoletos y se adentró en la Tecnología. Cada cambio implicaba el dolor de lo que ya no resultaba, la voluntad de empezar de nuevo y el trabajo de conocer otras formas de manejarse en mundos que son tan distintos, sintiendo que para eso tenía que dejar atrás lo vivido. Hasta que un día. Un día, que en realidad no fue un día sino un período sinuoso, Melina comenzó a combinar sus saberes, asumiendo que era en esa alquimia que ella encontraría su propio campo de acción.
Caminando, expandiéndose y fusionándose, Melina busca su manera de ser y estar en el mundo laboral. Así se revitaliza y modifica el concepto convencional de “trabajo”, generando ámbitos estimulantes y colaborativos, encontrando gente con propósitos alineados a los que ella lleva adelante. Hacer lo que uno desea, con la gente con la que uno desea hacer, y que eso lleve al bien común que trascienda a una única persona. Esos son los resultados de la alquimia que Melina aprende e irradia.
¿Vas encontrando distintos intereses laborales a lo largo del tiempo? ¿Te pasó de ir por distintos caminos profesionales y después poder combinarlos de algún modo? ¿Qué costos tiene? ¿Y qué beneficios?

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