
La conquista del Lejano Este
"Aquel hombre desnudo era todo lo grande que se puede llegar a ser sin dejar de ser humano". Es casi lo primero que sabemos de Håkan Söderström, conocido como El Halcón, un sueco errante que llega a California en plena Fiebre del Oro y que, a contramano de la época, no quiere "hacerse el Oeste" sino al revés: busca ir al Este para encontrar a su hermano. Así empieza A lo lejos, la novela de Hernán Díaz que fue finalista de los premios Pulitzer y PEN/Faulkner, y que en su género cimarrón podría definirse como un eastern, en oposición al western clásico. Escrito en inglés por un argentino que se crió en Suecia, y ahora traducido al castellano, el libro es un prodigio que emparenta a Mansilla con Thoreau y que en su acción vertiginosa expresa una obsesión norteamericana: la idea del movimiento continuo.
Si el mandato para el aventurero del siglo XIX imponía el lema Go West!, este Halcón nórdico circula en sentido contrario: Nueva York, la ciudad que él pronuncia Nujårk, ofrece una promesa de reencuentro fraternal con su hermano Linus, a quien perdió en su viaje hacia América. Pero desde San Francisco hay miles de kilómetros y en el medio, el desierto: para llegar tiene que andar mucho. El imperativo del keep moving es un clásico de la narrativa del Oeste (con sus carromatos, bueyes y familias trashumantes) y resume la voluntad de un país que cree en el progreso más que en cualquier religión. Aunque el desierto parezca estático, en él la vida siempre se mueve, acaso como un conjuro contra la angustia, esencial para el ethos norteamericano, que despierta el temor al movimiento que se detiene. Como toda aventura de cowboys, A lo lejos ofrece shérifs sádicos, indios ladinos y buscadores de oro, pero también lo foráneo: un naturalista que se adelanta a Darwin, un policía amable con vocación gourmet o una madama fetichista de la ropa de terciopelo y los zapatos finos. Es que no podría ser sino mestiza la primera novela de Hernán Díaz: nacido en Buenos Aires en 1973, se exilió con sus padres en Estocolmo cuando tenía dos años y volvió más tarde a la Argentina, lo cual supuso un doble desarraigo.
Hoy vive en la deseada Nueva York y enseña en la Universidad de Columbia, donde edita una revista académica y escribe literatura y periodismo. Su sueco portentoso se siente ciudadano de ninguna parte, pero su intuición le indica que debe moverse. Como el típico conquistador del Oeste, aunque en dirección inversa, él también anhela orden y progreso y quiere para sí lo mismo que cualquier colono: alcanzar el punto cardinal de su vida.
Listamanía. Las cinco mejores películas de vaqueros
- El tesoro de Sierra Madre. Según el sitio Rotten Tomatoes, la película de John Huston sobre dos vagabundos que buscan oro es el punto máximo del género.
- Sierra alta. Con el majestuoso Gary Cooper y la maravillosa Grace Kelly, una fábula ambientada en el Lejano Oeste sobre el deber y la responsabilidad.
- El bueno, el malo y el feo. En el pico de su potencia física, Clint Eastwood viaja a los tiempos de la Guerra Civil en el mejor spaghetti western de todas las épocas.
- La diligencia. Estrenada en la Argentina en 1939, una de las primeras road movies con John Wayne cruzando el desierto entre indios feroces.
- Río Bravo. El maestro Howard Hawks convierte un clásico saloon en el teatro de la vida y la muerte con un drama casi shakespeareano.