La dinastía Coppola: reina Sofía
La hija del gran Francis Ford ha provocado un gran revuelo con su segundo film como directora, que ya se exhibe en los Estados Unidos. A los 32 años, concentra todas las miradas del mundo del cine
Sofía significa, en griego, sabiduría.
Sofía Coppola parece, entonces, hacer honor a su nombre tanto como a su apellido. Con 32 años -casada con Spike Jonze, director de ¿Quién quiere ser John Malkovich?, entre otros films-, la hija del celebrado Francis Ford parece ser capaz de agregar aún más lustre al prestigio de su padre.
Con su segundo film, Lost in Translation, escrito y dirigido por ella, que acaba de estrenarse en los Estados Unidos, la muchacha ha generado un gran revuelo. Las aclamaciones no se limitan a los círculos del cine independiente, incluso en Hollywood se rumorea que Bill Murray, a cargo del rol protagónico, debería recibir por su actuación un merecido Oscar.
El film no es, se dice, una típica producción independiente, sino una obra de gran sutileza, filmada en Tokio, que relata la crisis de madurez de un desilusionado astro del cine, y que mezcla con fluidez la comedia con una veta de ensoñación y tristeza.
Después de un debut más bien desastroso en la pantalla como Mary Corleone (El Padrino III), actuación por la que terminó hecha pedazos por la crítica, el nombre de Sofía desapareció de las páginas de espectáculos y fue condenado por un tiempo exclusivamente a las columnas de chismes. Pero, a su manera suave, casi tímida y nada autoritaria, la hija de Coppola no se desanimó en absoluto: no le interesaba, según ha dicho, ser actriz. Ella, que creció en los sets de filmación de las películas de su padre -que había decidido no separar a su familia de su trabajo- , siempre mantuvo la resolución de dirigir cine.
En 1998 debutó como realizadora con Las vírgenes suicidas (cada tanto se puede verla en la TV por cable), que mucha gente -sobre todo, mujeres contemporáneas de Sofía- considera una declaración generacional acerca de la vida suburbana, el primer amor y el despertar sexual.
Y aunque sus películas se diferencian de las de su padre en el gusto por el detalle íntimo y las pequeñas epifanías de interior, y no aspiran a la vastedad épica ni a una lectura histórica de la modernidad, es indudable que ha heredado de Francis Ford muchos de sus talentos: el buen gusto, la capacidad de rodearse de amigos talentosos (como Zoe Cassavettes, Josh Hartnett y Kate Moss), la ambición y el buen tino empresarial.
Además, como Hollywood nunca fue un sitio donde pudieran florecer las buenas directoras, en el mundo del cine estadounidense todos las miradas se alzan ahora hacia Sofía. Es la reina.
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